EL PAíS › EN EL FEUDO DEL COMISARIO LUIS PATTI, VAGINA SE CONVIRTIO EN MALA PALABRA

Ahora, Escobar capital nacional de la censura

La ciudad donde se realiza la Fiesta Nacional de la Flor tiene una secretaria de Cultura que entiende que una obra que lleva en el título la palabra vagina no debe presentarse en un teatro de su área. Así se lo hizo saber a los empresarios de “Monólogos de la vagina”, que pensaban incluir a Escobar en una gira bonaerense que está a punto de comenzar.

La secretaria de Cultura tuvo la virtud de no andarse con rodeos, como le gusta a su jefe, el intendente Luis Patti, un férreo defensor de la mano dura. “Esa obra, en este teatro, no se puede presentar”, casi deletreó la funcionaria. El empresario Daniel Guzzetti evaluó mentalmente la situación. “Tiene miedo de que Patti la rete”, pensó. Pero no le dijo eso, a la secretaria de Cultura de Escobar, Graciela Sureda. Le preguntó, con diplomacia, si conocía la obra que estaba rechazando. La funcionaria le dijo que no, aunque se trata de uno de los éxitos teatrales más impactantes en muchos años. “¿No le parece un título un poco fuerte?”, agregó, comentando su decisión. El empresario asumió que estaba ante un espécimen raro: un funcionario de Cultura que en el siglo XXI se asusta por la palabra vagina. La invitó, entonces, a ver la función que eligiese de Monólogos de la vagina en la versión que se presenta en el teatro La Plaza, de Capital Federal, con elencos rotativos desde mayo del 2001. La funcionaria aceptó pero pasaron los meses y nunca fue. El resultado es que Monólogos de la vagina está proscripta en el feudo del comisario que la semana pasada permitió al ex presidente Carlos Menem poner un pie en la provincia de Buenos Aires.
En Escobar hay dos teatros en el que suelen trabajar los elencos que hacen giras. El más grande es el municipal Tomás Simari, cuya administración controla la Secretaría de Cultura de la Intendencia. Tiene capacidad para 450 espectadores. El otro es privado, con 200 butacas habilitadas. El propietario es el padre de la funcionaria. El primer contacto entre el empresario con Sureda fue a través de uno de sus asistentes, Oscar Papalardo, que se encarga de vender funciones a los teatros del interior. Cuando la negociación se empantanó por motivos que parecían triviales, Guzzetti entró en escena y formuló la invitación, que reiteró tres veces telefónicamente. Sureda le dijo a este diario que su criterio es que debe ver los espectáculos que se ponen en el teatro municipal antes de cerrar cualquier contrato. Y que desde que recibió la invitación a presenciar Monólogos de la vagina no ha encontrado un hueco en su agitada agenda para aceptarla. “Acá en Escobar trabajamos mucho, los funcionarios. Incluso los sábados y domingos”, explica.
Sureda acepta que el conflicto nació cuando evaluó, de una lista que le acercaron los empresarios, qué espectáculos podían presentarse en el teatro municipal. Le pareció interesante propiciar la presentación de ART, así como luego le pasó lo propio con shows musicales, de Jairo y de José Larralde. Pero cuando se topó con el título de Monólogos de la vagina pegó un respingo. Ahí se produjo el primero de numerosos diálogos para intentar convencerla de que una obra en cuyo título figure la palabra vagina puede ser interesante para los vecinos de Escobar, que mantienen el teatro con sus impuestos. El domingo 7 de julio, cuando se concretó la autorizada presentación de ART, Guzzetti aprovechó para recordarle a la funcionaria que estaba esperando su concurrencia a La Plaza, para ver Monólogos de la vagina. Sureda lo miró con cara de lástima .“Qué pena... ahora tenemos el teatro ocupado hasta setiembre”, le informó.
La funcionaria argumentó a Página/12 que no se trata de un caso de censura sino de prudencia. “Yo, simplemente, quiero ver la obra para formarme una opinión”, contó. “El título puede sugerir cosas, pero yo no puedo abrir juicio por un título”, agregó. No pasa lo mismo con los funcionarios y empresarios de otras ciudades bonaerenses, como Pergamino, Junín, Luján, Bernal, Baradero y San Isidro, donde la obra se presentará los días 26, 27 y 28 de julio, 2,3 y 4 de agosto, respectivamente. En todos los casos, los empresarios de las salas están al tanto de los valores de la obra por su vasta repercusión en los medios y por su extraordinario éxito de boletería y en ninguno supeditan la contratación a su gusto personal. Sureda sostiene que no actúa como actúa por temor a su jefe político. “Tengo independencia de criterio. El intendente a veces me sugiere que contrate a una sinfónica o la exposición de algún pintor, pero jamás me llamó la atención por algo”, asegura, sin miedo a ser más pattista que Patti.
Guzzetti tiene una amplia experiencia en la tarea de negociar presentaciones con funcionarios bajo cuya órbita están teatros oficiales –su especialidad es vender giras por el interior– y nunca le pasó algo como esto. “El procedimiento es así: se le propone al administrador o al director de Cultura a cargo de la sala la presentación de una obra, o un artista, se le solicita una fecha y se hace el arreglo económico. A todos les conviene poner una obra exitosa, porque cobran un porcentaje de la recaudación sin invertir. Nosotros hacemos la promoción, la publicidad, afrontamos todos los costos y ellos sí o sí ganan.” Para Pablo Kompel, el productor general de Monólogos de la vagina, la decisión de la funcionaria no puede ser ajena a la realidad de que trabaja con Patti. “Yo diría: si Patti es el intendente, ¿a quién le puede llamar la atención de que uno de sus funcionarios parezca censurando una obra de teatro?”, analiza.
Lo ocurrido en el feudo de Patti se parece bastante a un episodio del año 2000 en Santiago del Estero, el feudo del caudillo peronista Carlos Juárez. En aquel caso, un funcionario de Cultura vetó una posible presentación en un teatro oficial de la obra El cartero, de Antonio Skármeta, sobre las andanzas amorosas de Pablo Neruda, argumentando que había una escena con desnudos que podía herir la susceptibilidad del público, y, por sobre todo, la moral de la esposa del entonces gobernador, Mercedes Nina Aragonés de Juárez. El escándalo derivó en que la obra se presentase unas semanas después, con una fuerte repercusión nacional, en un teatro de la Universidad.
No puede decirse que Patti intervenga poco en los asuntos culturales, como afirma Sureda: su rostro curtido por los años en las comisarías y en el combate a destajo contra el crimen ya fue tapa de Página/12 por una de sus preclaras intervenciones en el terreno. Fue cuando prohibió que los comercios de la ciudad donde se realiza la Fiesta Nacional de la Flor tengan nombres o leyendas en inglés, exhumando una iniciativa que en los tempranos ‘90 le costó al menemista Jorge Asís la Secretaría de Cultura de la Nación. “Eso atenta contra la cultura argentina”, justificó el hombre que sostiene en privado –y sugiere en público– que hay que legalizar la tortura para bajar las tasas de delincuencia. Es posible que Patti, al que tanto le interesa la cultura, piense también que incluir la palabra vagina en el título de una obra atenta contra el ser nacional, la familia, la tradición y la propiedad. Que, ya se sabe, son el principio de todo.
Una inquietud, para el final. Si el presidente de la Real Academia Española, Víctor García de la Concha, estuviese por pronunciar una conferencia en Escobar sobre, digamos, la importancia de la preservación del buen castellano... ¿le parecería bien a la secretaria de Cultura de Patti que se presente, en ese partido, un hombre con ese segundo apellido?

Informe: Oscar Ranzani.

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La obra fue el gran éxito teatral del 2001: la vieron más de 80 mil personas en casi 300 funciones.
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