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Chicos y sin buena defensa

 Por Raúl Dellatorre

Las entidades rurales lograron su cometido. Dieron por tierra con la fatídica Resolución 125 y todos los agregados posteriores. Un “enchastro”, diría el dirigente entrerriano Alfredo De Angeli, que condenaba a la quiebra a los pequeños productores. Ahora “hay más tranquilidad, la gente estaba angustiada”, al decir del vicepresidente Julio Cobos. A los productores de soja ya no se les descontarán retenciones móviles de hasta el 55 por ciento, como hubieran pagado si el precio de exportación se elevaba por encima de los 600 dólares y su producción fuese superior a las 1500 toneladas en la presente campaña. Pero a los productores de hasta 300 toneladas, el descuento de retención que les correspondía, según el proyecto que el voto de Cobos volteó en el Senado, era del 30 por ciento, ya que el excedente sobre ese porcentaje se le devolvería por compensaciones. Y además, si estaba ubicado a más de 400 kilómetros del puerto también iba a recibir una compensación por mayor flete. Todo eso lo perdió. Entonces, ¿el productor a pequeña escala perdió y el grande ganó con este resultado? Así es, irrefutablemente.

No es una cuestión de apreciaciones, sino de números. La retención fija del 35 por ciento, vigente desde el 7 de noviembre de 2007 hasta el 10 de marzo de 2008, que volverá a regir ahora, es igual para todos los productores sojeros sin discriminación de tamaño. La retención móvil del proyecto de Diputados también la hacía fija para los productores de hasta 300 toneladas, pero en el 30 por ciento, y para los de 300 a 750 toneladas, en el 35 por ciento. A unos y a otros les concedía la compensación por flete en zonas extrapampeanas. Los medianos extrapampeanos perdieron el beneficio por flete. Los chicos perdieron todo: por flete algunos, y cinco puntos de retención, todos.

En la noche del miércoles, cuando todavía quedaban más de quince senadores en la lista de oradores, Eduardo Buzzi se atrevió a reconocer ante los micrófonos que el proyecto que se estaba debatiendo mejoraba la situación de unos 40 a 45 mil productores respecto de la vigente al 10 de marzo (49.300, según la estadística que se manejaba en la Cámara de Diputados). Pero, como tantas otras veces, Buzzi planteó que “no es suficiente”. Hoy puede decirse que esos 40 a 45 mil, o 49.300, resignaron esa mejora, como resultado del “triunfo del campo”, es decir, del rechazo al proyecto oficial.

En cambio, los que ganan sin discusión son los grandes productores. Estaban pagando tasas de retención del 46 por ciento, y hubieran llegado al 50 por ciento o más en caso de volver a subir la soja. Gracias a la “derrota” del proyecto oficial, ahora no pagarán más del 35. Son, según cifras oficiales, poco más de 4500 productores que explotan las tierras más fértiles del país, o pools de siembra que alquilan la tierra desplazando a pequeños productores de su lugar de trabajo, para realizar la explotación a gran escala.

Es lógico que Buzzi pida a gritos ahora, al igual que Cobos, la discusión de “una nueva ley que recoja las distintas ideas”. Es decir, con retenciones móviles pero a escala más baja que la que llegó al Congreso de manos del Ejecutivo. Si no se corrige el perjuicio para los pequeños productores, ambos –al igual que los demás miembros de la Mesa de Enlace– podrían quedar “escrachados” como los sorprendentes mentores de una transferencia de ingresos desde el bolsillo del pequeño productor a la cuenta bancaria de un gran terrateniente. Llambías y Miguens no tendrán que dar tantas explicaciones, ya que su “platea” se compone más de grandes que de pequeños productores.

Para ingresar un nuevo proyecto de ley de retenciones móviles al Congreso, las entidades rurales y el propio Cobos necesitarían de cierta complicidad, o mirada al costado, de todo el mundo. Por reglamento del Congreso y normas de la Constitución Nacional, por el presente ejercicio no se podría insistir con el mismo tema, porque el Senado lo rechazó sin hacer modificaciones. No sólo con el mismo proyecto, sino con ningún otro sobre el mismo tema.

Cobos terminó su alocución cuando votó con la frase “mi voto no es positivo”. Al menos, para los pequeños productores sojeros, es literalmente así.

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