EL PAíS › LA COMPAÑERA DE ALICE Y LEONIE

“Nadie se paralizó por miedo”

 Por Nora Veiras

“No hay que perder la esperanza”, repite Ivonne Pierron a los 77 años. En boca de esta monja francesa que llegó a la Argentina en 1955, se tuvo que exiliar en 1977 acosada por la amenaza de muerte de la dictadura y regresó en 1984 para seguir trabajando junto a los campesinos olvidados en la selva misionera, la frase es mucho más que un latiguillo: es un testimonio de vida. Pierron pertenecía al mismo grupo que Alice Domon y Léonie Duquet, las otras dos monjas francesas secuestradas y desaparecidas junto a un grupo de Madres de Plaza de Mayo. El entonces teniente de la Marina Alfredo Astiz fue el encargado de infiltrarse entre los familiares de las víctimas y entregarlas a los esbirros de la ESMA.
La noticia de la identificación del cuerpo de Léonie no tomó por sorpresa a Ivonne porque “un amigo me avisó hace dos días desde Buenos Aires”, cuenta en diálogo con Página/12. En un chapurreado castellano con acento francés, esta monja del Institute des Missions Etrangéres abunda: “Nunca perdí la esperanza de que un día iba a pasar esto. Con las hermanas se repite la historia de los cuerpos de las madres y, por supuesto, es muy emocionante. Estos hechos son importantes para saber lo que hicieron los militares, la magnitud de esta masacre sin piedad frente a un pueblo que lo único que quiere es ser feliz y justo.”
Ivonne había conocido a Alice y Léonie en la casa madre de la congregación en el sur de Francia. “Cada año nos encontrábamos con nuestra familia religiosa en Buenos Aires y durante días y días nos contábamos lo que hacíamos”, recuerda desde su escuela hogar en Arturo Illia, un enclave a 220 kilómetros de Posadas.
–¿En esas reuniones, cómo evaluaban lo que estaba pasando en el país?
–Cada uno contaba lo que vivía en su ambiente con los campesinos, en las villas, con los ancianos... y después pensábamos para tomar posición y recrear el futuro, estando al lado de la gente. El deber nuestro era y es promover que todos somos iguales, defender la dignidad.
–A Alice y Léonie las secuestraron en diciembre del ‘77 cuando la represión ya se había cobrado miles de víctimas, ¿tenían conciencia del peligro?
–Más vale que sí, pero eso no tiene que parar la función. El peligro no tiene que ver con el compromiso real al frente de un pueblo. Yo había sido detenida un tiempo relámpago, había una vigilancia continua, salías y te paraban pero la conciencia estaba, el compromiso estaba. Nadie se dejó paralizar por el miedo. Nunca pensamos en eso sino en trabajar fieles a nuestro compromiso real.
–¿Usted conoció personalmente a Alfredo Astiz?
–Nunca le vi la cara, gracias a Dios. Pero por lo que comentaban, de entrada no me convenció por su actitud y su forma de obrar. Estaba preparado para la falsedad y para conquistar, ninguna madre pensaba que era un hombre tan nefasto.
–¿Usted cómo logró salir del país?
–Fue por pedido de la Embajada francesa si no iba a correr la misma suerte que las otras hermanas. En ese contexto, era mejor estar afuera, organizar las denuncias. Desde París, trabajé con Naciones Unidas y el Parlamento Europeo para denunciar las violaciones a los derechos del hombre en el Cono Sur.
–¿Por qué volvió en el ‘84?
–Creo que la esperanza es la última cosa que tenemos que perder, da mucha fuerza para ir adelante. Desde entonces estoy trabajando con los jornaleros en Misiones. La forma es ser uno más de ellos, el trabajo es en común. Cada uno pone su parte en la misma lucha, en la misma vida. Nadie manda a nadie, nadie es indispensable, todos somos protagonistas. Creo que hay una voluntad de cambio, pero no podemos olvidar cómo quedó nuestro país. Uno no puede hacer de una cosa totalmente destruida un mundo nuevo. Hay que meterse en la realidad y apoyar el cambio. Nuestro país ha sidovendido y el tema es cómo hacer para recuperar todo esto. En la selva uno lo ve día a día. No es fácil, hay que poner mucha voluntad. El enemigo está bien atento desde afuera y adentro para retomar sus privilegios. Hay que enseñarle al pueblo, que abra los ojos y piense bien. Todas estas muertes van a servir para aclarar al pueblo, ojalá se pueda ver otro país y no un desastre.

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La monja Ivonne Pierron.
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