EL PAíS › OPINION

Biblioteca, política y agro

 Por Jorge Neme *

El paro agropecuario en el que coinciden distintas entidades de productores tiene a su vez diferentes motivos, de acuerdo con los dirigentes que lo han convocado. En este caso creo necesario analizar la declaración de Analía Quiroga, de Carbap, para comprender las razones que animan a uno de los actores en conflicto con el Gobierno.

Dice la dirigente: “Queremos decirle al país que no sirven los mercados intervenidos. El Gobierno fue a la biblioteca del tiempo y tomó el tomo del fracaso: las economías dirigistas no tuvieron éxito”. Al calor de la tribuna, el pensamiento se expresa transparente. Uno podría preguntarse: ¿qué cosechamos en el campo en la siembra neoliberal desde 1976 al 2001? Porque en esos 25 años se aplicaron, con rigor fundamentalista, políticas de no intervención, sostenidas con el vulgar argumento de “la mano invisible del mercado” y animadas por la inolvidable frase de “achicar el Estado es agrandar la Nación”.

Esa política produjo la desaparición de más de doscientos mil productores. Decenas de miles quedaron hipotecados y quebraron proveedores de servicios y maquinarias. La lista de padecimientos y deterioro del tejido social, económico, educativo y cultural entre los reinados de Martínez de Hoz y Cavallo –en los cuales no es posible encontrar cuatro años seguidos de crecimiento económico– todavía está pendiente.

¿Dónde se aplica la no-intervención? En EE.UU. y la Unión Europea enormes subsidios juegan un rol fenomenal al sostener la competitividad para proteger sus producciones y arrastran a la Ronda de Doha al fracaso.

Hoy en las bibliotecas más completas no hay pensador inteligente que presente la política agropecuaria sin el Estado como jugador fundamental. Y es este Gobierno el que formuló una política creando condiciones sistémicas para incrementar la inversión y el desarrollo de la actividad. Comenzó un proceso de crecimiento sin precedentes en el último medio siglo, junto a una política fiscal que aumenta la inversión pública y administra el tipo de cambio asegurando competitividad de la producción. Así, se reinició el ciclo de inversiones en maquinaria y tecnología y se recuperó el empleo, con centralidad en las economías regionales. Creció la industria agroalimentaria y se expandió la frontera agropecuaria y a pesar del default, se incrementó nuestra presencia en los mercados del mundo, aumentando los volúmenes de cosecha y de exportaciones.

Estos avances se produjeron con duras negociaciones con el FMI y los bonistas, sin capitales golondrinas ni recetas de los gurúes de la city, que pronosticaban el caos. Se canceló la deuda con el FMI consolidando la autonomía nacional, necesaria para articular la economía con los flujos de capital, tecnología y comercio que operan en la globalización. La política económica del Gobierno y las energías productivas de la sociedad lograron la recuperación del país. En este marco suena anacrónico un discurso que llevó a algunos dirigentes agropecuarios a ubicarse en los antípodas de los intereses del conjunto de la sociedad.

Es justo reconocer que hay problemas, que esencialmente se deben a la carencia de instrumentos, institutos y recursos humanos provocada por más de dos décadas de destrucción del Estado. Por esa carencia, las prácticas oligopólicas de las compañías exportadores y grandes frigoríficos han incrementado sus rentas a expensas de los productores. Y esto sucede porque el Estado no interviene y no tiene las herramientas para hacerlo en tiempo y forma y, duele decirlo, porque ha sido vaciado de cuadros técnicos y su capital en recursos humanos, liquidado bajo la forma de retiros voluntarios en los ‘90, no se compra en ningún mercado. Hay que reconstruirlo.

Y este Gobierno lo hace. Interviene en defensa de los productores frente a las ilegales pretensiones de Monsanto, recrea el Inase y abre una Consejería Agrícola en China. También fortaleció sus organismos, incorpora jóvenes profesionales y actualiza sus modalidades de gestión, tal como lo definió el presidente Kirchner en su momento; queremos un Estado pequeño pero poderoso, un Estado neuronal que contribuya a reconstruir una economía fundada en la producción, superando los años de especulación financiera. (Fiesta de la Vendimia de marzo de 2005.)

En este marco, ¿a quién le corresponde concurrir a la biblioteca más seguido? ¿No será que la dirigencia agropecuaria debe invertir más en materia gris? Es necesario que actualice su marco teórico y comprenda que el Estado es un aliado estratégico para su crecimiento, innovación tecnológica, construcción de competitividad, penetración en nuevos mercados y regulación en los momentos críticos del desarrollo de las distintas cadenas productivas.

* Coordinador Ejecutivo - Programa de Servicios Agrícolas Provinciales - Prosap.

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