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“El policía sabía muy bien lo que hacía”

Germán Fuentealba es el hermano del maestro asesinado. Dice que no quiere que se divida la investigación en dos partes: la responsabilidad material y la política. Y habla de Carlos, su familia y sus proyectos.

 Por Martín Piqué

Desde Neuquén

Germán Fuentealba está recorriendo la ruta desde Junín de los Andes a Bariloche. Viaja con su mujer y sus dos hijos, Candela, de diez, y Gaspar, de seis. Acaba de almorzar con sus padres (“Mi viejo se jubiló como empleado en un emprendimiento ganadero. Mi mamá es ama de casa”) y en su mente se dibuja la imagen que vio en el hogar de sus padres. “La casa es un mundo de gente. Todo el mundo se acerca a dar su solidaridad”, cuenta a Página/12 con naturalidad. Germán es el hermano de Carlos Fuentealba, el profesor de Química asesinado por la policía durante la protesta de los docentes en el paraje Arroyito. El jueves, Germán se presentó como querellante ante la Justicia. “No quiero que el caso se divida en dos causas, una sobre el crimen y otra sobre las responsabilidades políticas. Eso facilitaría que en una se encuentre al responsable que apretó el gatillo y en la otra no se haga nada”, reclama.

Ya pasaron diez días, Germán se prepara para el dolor que se viene. El 19 de abril cumplirá 42 años (dos más que Carlos, el hermano que lo seguía en edad) y su compinche de los tiempos del Movimiento al Socialismo no estará presente. Empleado bancario desde hace 17 años, Germán compartía muchas cosas con Carlitos, Charly o “Negro”, como solía decirle indistintamente a su hermano. Juntos habían comenzado a participar en el MAS de los años ’80. En aquel entonces, Carlos era técnico químico (había estudiado en la ENET nº 1 de Neuquén) y trabajaba en empresas privadas. “Era el ’84 o el ’85. Los dos militábamos juntos, aunque yo estaba en la juventud universitaria y él en la JS. O sea, yo estaba más metido en la universidad. En cambio, él estaba afuera, en las obras”, recuerda.

–Eran épocas de grandes movilizaciones y el MAS tenía mucha presencia en la calle.

–Claro. Era un partido muy grande. (Luis) Zamora era candidato a presidente. Logramos meterlo como diputado un par de veces. Tanto Carlos como yo nos fuimos a Neuquén con gente que estaba en la militancia, como Héctor Arregui (un amigo de la familia). Mis viejos nunca aceptaron que nosotros tuviéramos una militancia política. Veníamos de una sociedad donde eso estaba totalmente prohibido. Y teníamos dos hermanos en el Ejército.

–¿Tus padres tienen algún reproche hacia los gremios o hacia la política? ¿Los culpan por la muerte de tu hermano?

–Hay por parte de ellos una bronca contra todo el mundo. Contra todos los políticos, los gremialistas. Ahora quieren despedir al hijo, cerrar el duelo y seguir con su dolor. Quieren que se haga el juicio contra el autor material, pero piensan que también hay mucho comercio con el nombre de mi hermano. Es la opinión de alguien que nunca leyó un libro de política.

–Sobisch sugirió públicamente que tenía alguna relación con tu familia. ¿Es así?

–No tiene ningún tipo de relación con nosotros. En algún momento dirá lo que quiso decir. O no, tal vez no tenga la suficiente valentía como para decirlo. En mi familia no hubo ningún contacto con él. Debe ser con la otra parte (se refiere a la familia de la esposa de Fuentealba, Sandra Rodríguez).

Carlos Fuentealba y su mujer se conocieron en la militancia. Compartían ideales, sensibilidades. Como muchos de su generación, la recuperación de la democracia los había llenado de ilusiones. “Se conocieron en el MAS. Ella era docente, militante de la lista naranja, una agrupación sindical del MAS. Ahí se conocieron y poco después Carlos pasó a ser el compañero de Sandra. Tenían dos hijas, de 14 y 12 años. Las dos están muy dolidas, embroncadas. No quieren hablar del tema. Cuando están con sus amigas es como que se van un poco de la realidad”, dice Germán, su tío. “Ahora van a venir momentos difíciles, porque Ariadna cumple años en abril. Y va a sentir una fuerte ausencia.”

–¿Cómo era un día en la vida de tu hermano?

–Tenía su casa en el barrio CTI (las siglas de la constructora del barrio), en la zona oeste de Neuquén. Un barrio popular. La casa se la había entregado la provincia y él le había agregado un dormitorio hace dos meses. Era hincha de Independiente, pero no le gustaba tanto el fútbol. Lo que le encantaba era ir al lago Huechulaufquen. Iba siempre, su mujer e hijas ya se estaban cansando.

–¿Su hermano estaba de acuerdo con hacer el corte de ruta?

–Lo veía como una medida extrema, porque no había muchas posibilidades de mantener el paro. Pero él se debía a lo que decidieran las asambleas.

–¿El crimen de Carlos fue planificado o un acto irracional del policía Poblete?

–Yo me lo pregunto. Si fue algo al azar o él estaba marcado. Quiero pensar que fue algo agarrado al azar, la locura de alguien que le tiró a cualquiera. Aunque el policía no era un desconocido para la Justicia de Neuquén. Tenía antecedentes y una condena. Sabía muy bien lo que hacía al tirar a tres metros un cartucho que se dispara para arriba y a 60 metros. Y Sobisch es un Saá más, un Puerta más. Esto es un feudo. Acá son corporativos, y aunque hay distintas corrientes, se ponen de acuerdo en hacer lo que manda el partido. Tienen petróleo, plata. No hay nada que hacer.

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Carlos Fuentealba, el docente asesinado hace diez días, durante la protesta de los maestros en Neuquén.
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