ESPECTáCULOS

“No pensábamos que tocar blues podía ser negocio”

Esta noche, Memphis La Blusera festejará sus 25 años en el Luna Park. En el balance, Adrián Otero y Emilio Villanueva coinciden en definir al grupo como “un matrimonio que aún se caga de risa”.

 Por Cristian Vitale

En 1977, Rubén “King” Alfano, Daniel Beiserman y Adrián Otero, inspirados en Manal, sentaron las bases de Memphis La Blusera, en una zona en que se fundan los barrios de Mataderos y Floresta. Al año debutaron en Unione e Benevolenza, comenzando un camino que, con el tiempo, los convertiría en la banda de blues más perdurable y popular del país. Como en todo origen, las dificultades no fueron menores. En 1982, cuando tocaron en BA Rock, una lluvia de manzanas transformó sus sacos blancos en un enchastre... pero ellos siguieron. “Lo que no sabían los agresores era nuestro origen de barrio. Cuando compramos el bajo del Ruso, el primer instrumento eléctrico que tuvimos, fuimos todos hasta Bernal como si se tratara de una peregrinación en busca de su tótem. Por eso le damos a las cosas el valor que tienen. El arranque fue muy duro, laburar después de la escuela, sacar créditos para comprar equipos... yo canté sin equipo de voz durante años y por eso tengo la voz hecha mierda”, rememora Adrián Otero, en las vísperas del show que darán hoy en el Luna Park para celebrar 25 años de aquel hito fundacional. “Es un show de cumpleaños, un aniversario más pero plateado y con un tema nuevo que nos pinta de cabo a rabo”, prosigue Otero en una entrevista con Página/12, junto al saxofonista Emilio Villanueva.
“Rodar o morir” –así se llama la canción– alude a dos rasgos cotidianos de Memphis. Por una parte, al riesgo que corren cada vez que salen de gira con su micro, y por otro la cantidad de kilómetros que marcó el velocímetro en dos décadas y media, resultado de unos 2500 shows en todo el país. “‘Rodar...’ habla de nosotros y nuestros riesgos”, detalla Otero. “Se nos ocurrió después de un accidente que tuvimos en la Ruta 3, cuando se rompió el neumático de adelante y casi nos matamos.” Además del estreno, el grupo tiene previsto desempolvar viejas canciones que hace mucho no toca. En dos horas y cuarto, habrá tiempo para escuchar temas de culto como “Pálido y duro”, “El boogie de la valija” o “Gin y cerveza”. “La idea es sintetizar nuestra historia, tocar canciones que habíamos dejado un poco de lado. Vamos a hacer hincapié en Nunca tuve tanto blues (1993) y Memphis (1990)”, informa el frontman.
–¿Sienten nostalgia de sus orígenes?
E. V.: –Era todo más artesanal. Nosotros éramos fleteros, agentes de prensa, etcétera. Ahora tenés manager, marketing, plomo. Me quedo con esta época.
A. O.: –Yo también. Valoro mucho la madurez recíproca que tenemos.
–¿Cuál es la etapa más representativa de la historia del grupo, la que más los identifica?
A. O.: –La primera etapa, la de los blues clásicos, urbanos y ortodoxos, no puede olvidarse fácil, en parte por el momento histórico que estábamos viviendo. Volvía la democracia y había mucha política en el medio. A medida que fuimos creciendo, evolucionamos hasta llegar a la década del 90, que fue más liviana. En ese momento sufrimos un cambio de temática y un auge popular que nunca habíamos tenido. Tuvimos la suerte de ser reconocidos masivamente a mediados de los ‘90, luego de haber pasado 15 años en el fondo del mar.
E. V.: –Yo me quedo con el momento en el que se juntan las dos generaciones para venirnos a ver. No me representan ni los momentos que tocábamos en los pubs y la gente rompía todo, ni la fase del éxito masivo. Creo que después del boom logramos sonar mejor que nunca.
–La banda ha sufrido varios cambios a través de su historia, ¿en qué medida los favoreció incorporar gente joven como Lucas Sedler en guitarra o Germán Weidemer en teclados? ¿Cómo congenian ambas generaciones en un mismo proyecto?
A. O.: –Somos muy respetuosos con la gente que trabaja en el grupo. Cuando decidimos incluirlos sabíamos que, además de buenos músicos, eranbuenos pibes. Ambos tienen bases bien bluseras: Lucas es alumno de Botafogo... eso lo explica todo.
E. V.: –La diferencia entre ellos y nosotros es que tienen más aguante, nosotros ya estamos jovatos. A veces nos cansamos en los shows y no podemos levantarnos al otro día para las conferencias de prensa, entonces mandamos a ellos a contestar preguntas.
–¿Quedaron conformes con “Angelitos Culones”?
A. O.: –En cuanto al sonido, sí. Con ese disco vivimos una experiencia que nunca habíamos vivido. No somos un grupo que haya tenido siempre la suerte de ir a grabar a Europa o a Los Angeles. Recién ahora se nos dio la oportunidad de grabar con sesionistas de la puta madre. Además, el disco tiene un par de canciones que nos quedaron en el repertorio de los clásicos. Es cierto que, al tener mucha difusión radial, molestó bastante en los seguidores acérrimos; pero creo que está bueno. Tiene algunas perlitas que remiten al tango y a nuestra manera de ser.
E. V.: –Nos hubiese gustado grabar otros discos con ese mismo sonido. De eso no hay dudas.
–¿Cuál fue el período más crítico de la banda? En 25 años, habrán estado al borde de la separación más de una vez.
A. O.: –No. Nunca estuvimos por separarnos. Lo que sí nos pasó fue tener que cambiar algunos integrantes por razones de convivencia. No fue fácil.
–¿Qué los mantuvo unidos?
E. V.: –Nunca pensamos que tocar blues iba a ser un negocio. Pero terminó siendo un medio de vida y logramos aplacar nuestras personalidades para aprovecharlo.
A. O.: –Funcionamos como un matrimonio que se caga de risa sobre todo cuando viaja. Es muy grato salir de gira y disfrutar de la música que escuchamos, de lo que hablamos, de las boludeces que decimos y de vez en cuando de alguna genialidad que, en última instancia, nunca deja de ser una boludez.
–¿Le temen al aburguesamiento, a la profesionalidad excesiva?
A. O.: –En realidad, somos una banda muy flexible, muy profesional. Por eso laburamos tanto. Si nos contratan para tocar en un hotel cinco estrellas, tenemos repertorio como para que esa gente se divierta y no tenga que hacer pogo. Lo mismo ocurre si tenemos que ir a Monte Grande y pelar rock. Podemos hacer ambas cosas y en ninguna estamos incómodos. En este sentido, estamos orgullosos.
–¿Qué les quedó de la presentación en el Teatro Colón?
E. V.: –Fue maravilloso. Inimaginable hace 25 años.

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Otero y Villanueva, integrantes históricos de una banda nacida entre Mataderos y Floresta.
El grupo surgió en 1977, tomando como inspiración a un pilar del blues made in Argentina: Manal.
 
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