ESPECTáCULOS › “SON AMORES”, EL NUEVO PROGRAMA DE POL-KA

Una típica receta casera

La serie de la productora retoma los tópicos de varias anteriores, con Miguel Angel Rodríguez como un referí cuya personalidad evoca a un conjunto de otras personalidades de la galaxia de Adrián Suar.

Por Julián Gorodischer

Una más, y van... La factoría de ficciones Pol-Ka nunca se detiene, movida por una lógica industrial que las produce en serie. Las reglas son pocas y garantizan un éxito seguro, al menos a priori. Algo puede fallar (como sucedió con “Ilusiones” o “Primicias”, que no cumplieron con las expectativas), pero todavía los beneficios de la repetición son más notorios que el fracaso, y entonces “Son amores” –que se estrenó el lunes por Canal 13, a las 21 horas– respeta el manual de estilo diseñado por Adrián Suar desde los tiempos de “Gasoleros”: título breve y recordable, un personaje fuerte y costumbrista, muchos romances cruzados y un gran amor que se asoma, pero al que habrá que esperar para ver consumado.
“Son amores” no muestra nada nuevo, ni se lo propone. Lo suyo es otra cosa: el cóctel de ingredientes a prueba de zapping, esa mezcla de fútbol, imágenes de la vida real, chicas y chicos lindos y un “duro” de corazón sensible que pretende, desde el vamos, llegar a los niveles de adhesión de un Panigassi o un Guevara. El de Miguel Angel Rodríguez (Roberto Sánchez, referí de la Primera División) es uno de esos personajes pensados para el multitarget: futbolero para el bolsillo del caballero, con múltiples alusiones a “los árbitros que hacen circo” y “la transa de los dirigentes” pero romántico, soñador y abandonado para que la dama no se decepcione. En el primer capítulo su mujer lo deja, y él marcha solo por el mundo, cobrando penales para descargar su bronca conyugal y esperanzado cuando, ¡por azar!, se cruza en una calle con el que será su gran amor, la partera Lola, Millie Stegman.
La repetición tranquiliza, asegura una trama fácil y sólo requiere una fachada de novedad que bien puede quedar satisfecha en el intercambio de rostros y cuerpos. La veterana sexy Reina Reech asegura dosis de desenfado y su hija recatada (Laura Azcurra) promete el contraste ideal. Ellas dos, la clase alta, darán seguramente el contrapunto a la gente de barrio que encarna el tío referí Rodríguez y sus sobrinos recién llegados del campo (Nicolás Cabré, Mariano Martínez) para debutar como futbolistas. Los chicos respetan esa cláusula Pol-Ka que les pide un 70 por ciento de cada capítulo con el torso desnudo, y las mujeres se dividen entre las potras (Reech) y las tiernas que se deslumbran ante un nacimiento. “¡Cuánto amor había en esa pareja!”, comenta la partera (una de las buenas) a un marido (Mario Pasik) que no la escucha porque pertenece al otro bando: rico y malo.
Roberto es un Frankestein que toma vida gracias al emparche de otros carismáticos. En él, todavía incipiente, se ve algo de la hombría de bien de un Panigassi, la pasión por el fútbol que marcó al DT Carlos Calvo en una tira anterior, el don familiero que cultivó el sodero Dady Brieva y cierta rusticidad en la verba de Guevara. Estos no son tiempos para innovar o correr riesgos, según entiende Adrián Suar, y entonces da vida a este rejunte de rasgos de personalidades televisivas que no auspician una vida propia sino más bien un homenaje, robo o cita declarada.
Los chicos, esos sobrinos provincianos, despliegan a cambio otra frescura, no la rigidez y el gesto calculado de las caras bonitas que prueban nuevo rumbo, sino la diversión de quienes mezclan improvisación y libreto. En su aventura de iniciación, ellos aportan otro material: el raíd sexual de Cabré a casa de la veterana, los robos que los sorprenden en la ciudad, la habitación de pensión que los recibe anuncian una historia que puede crecer junto con la mirada de los recién llegados o transformarse, en el peor de los casos, en un “Grande tío” cualquiera,cuando por fin la familia se reúna, ya sin el equívoco del primer encuentro (el tío referí los confundió con barrabravas).
La repetición alienta un rating: se compromete a una digestión rápida , a un consumo de muchos sin complicaciones. Ofrece un poco de fútbol, y una moraleja que podrá variar entre un par de opciones ya bocetadas. A saber: “el que se esfuerza, gana” y/o “el amor nos hace mejores”. El partido recién comienza.

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El árbitro, los sobrinos del interior y la partera de buen corazón, protagonistas de “Son amores”.
Los pibes son los que se muestran más sueltos, disfrutando un papel que admite improvisaciones.
 
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