ESPECTáCULOS › ENSAYAN EN EL CERVANTES “LA GRANADA”

Rodolfo Walsh versus el Ejército Argentino

Los actores Patricio Contreras, Horacio Roca y Antonio Ugo y el director Carlos Alvarenga están ensayando en la sala nacional una obra que el autor de “Operación Masacre” escribió en 1964. La puesta, cuentan, intenta un retrato “de la deshumanización de algunas instituciones”.

 Por Hilda Cabrera

“No suelte la granada ni cambie el dedo de posición. Sobre todo no piense, concéntrese en su pulgar. En este momento el ejército está pensando por usted.” La orden es del teniente Strauss, uno de los personajes de La granada, una obra teatral poco conocida de Rodolfo Walsh que un elenco importante viene ensayando en el Teatro Nacional Cervantes. La advertencia está dirigida al inexperto soldado que por torpeza o por un defecto de fabricación del artefacto rompió el seguro. La reacción inmediata fue trabar el mecanismo con el pulgar. “Falta que suelte el muelle para que, al desprenderse, detone la carga”, alerta el técnico Fuselli. Todo un símbolo en 1964, año de escritura de esta pieza del escritor y periodista rionegrino que nació en 1927 y fue muerto en 1977 por un comando paramilitar que hizo desaparecer su cuerpo. También lo es hoy, en una Argentina sacudida por estallidos. Fue publicada junto a La batalla por el editor Jorge Alvarez (y años después por Ediciones de la Flor) y estrenada al año siguiente. Esta vez la adaptación y el montaje pertenecen a Carlos Alvarenga y entre los intérpretes se destacan Patricio Contreras (quien en 1997 personificó en cine a un personaje literario de Walsh), Horacio Roca y Antonio Ugo.
Son ellos quienes, en diálogo con Página/12, transmiten impresiones sobre esta pieza que se desarrolla en un campo de maniobras militares donde se prueba el efecto de un arma nueva. Esta es la granada del título, “tan importante que decidirá el destino del ejército en los próximos diez años”, según el teniente que propicia la compra. Como apunta Alvarenga, esta es una obra en la que el humor va en serio. La puesta de 1965 estuvo a cargo de Osvaldo Bonet, también entonces intérprete de Fuselli, el especialista en explosivos que ahora recrea Contreras. “Bonet conoció esta obra en un concurso de Argentores que premió La valija, de Julio Mauricio”, cuenta el director. “Le interesó tanto que decidió ponerla en el Teatro San Telmo. Ahí estaba el Grupo del Sur, con Lydée Lisant, Carlos Gorostiza y otros artistas y técnicos.”
El mismo Alvarenga recuerda que en la puesta de la obra en aquel año (en el que Arturo Illia presidía el país bajo la sombra del golpismo militar) trabajaron Alfonso De Grazia, Héctor Gióvine y Oscar Viale. En su opinión, Walsh fue olvidado como autor teatral, faceta sobre la cual, cree, se investigó poco. Después de su muerte se estrenó un compendio de sus cuentos bajo el título de Nota al pie, y algunos de sus textos literarios, como Esa mujer (sobre la figura de Eva Perón), fueron utilizados en espectáculos teatrales. Es cierto también que La granada fue representada por un grupo independiente, que subrayó aspectos ideológicos, y que acaso la personalidad de Walsh haya inspirado personajes como el combativo periodista O’Reilly, de Peceto de sindicato (1996), de Alejandro Ocón. Se recuerda sí una obra en su homenaje: Rodolfo Walsh y Gardel, de David Viñas, entrañable recreación de un final que se sabía violento, llevada a escena en 1993 por Emilio Alfaro e interpretada por el recordado Jorge Mayor.
–¿Qué dificultades hallaron al momento de iniciar los ensayos?
C. A.: –La primera pregunta que nos hicimos fue cómo encarar una obra sobre la que casi no existe bibliografía. Necesitábamos encontrar el tono que hiciera creíbles a los personajes, sobre todo el de Fuselli, tan escurridizo. Parece un humanista, pero de armas letales. Queda sin dilucidar si es militar o civil. Es él quien nos recuerda que el enemigo puede ser invisible, y aparecer y desaparecer como estos personajes. Como director no tengo una actitud obsecuente respecto de Walsh, pero trato de ser fiel a su escritura, donde es fácil perderse: a veces no sé si nos está hablando aquí de las guerras de la independencia. –Quizá porque hoy se la puede ver como una obra no instalada en un tiempo determinado, sino como una conjunción de pensamientos que se encarnan en personajes.
H. R.: –Walsh cruza ideas, y es llamativo que, con sus diferencias, casi todos los personajes apunten a lo mismo, a la eliminación del soldado.
–¿Sería algo así como la necesidad de que haya víctimas?
C. A.: –O de que haya a quiénes vigilar por considerarlos peligrosos. Es interesante lo que esta situación absurda, grave, pero motivada por un hecho en apariencia menor, produce en la personalidad del soldado. En pocas horas deja de ser un “perejil” para convertirse en hombre. Empieza a entender qué es la dignidad. Los elementos para comprender esto se los da Fuselli.
P. C.: –El que sabe cuánto poder hay en una institución militar cuya misión es anular a la persona y qué posibilidades le quedan a ese soldado de reflexionar sobre su vida. Es un escéptico, pero con sus palabras le ofrece al muchacho una salida digna. El recluta percibe en ese hombre una sustancia interior que lo fascina.
H. R.: –Con este personaje, Walsh abre el ámbito en el que transcurre la acción. El espacio deja de ser sólo el de unas maniobras militares de fin de curso. Nos muestra además que no siempre el enemigo es claramente identificado. El enemigo, como la guerra, también está en el interior de cada persona.
P. C.: –En el deseo de quitar individualidad.
–Otra aspiración del capitán Aldao, quien es tal vez el que la expresa con mayor énfasis...
A. U.: –Aldao, mi personaje, es la parte más “conservadora” del Ejército. Combate al teniente, que pertenece a la nueva camada. Está convencido de que el soldado es un impostor y que le está haciendo el juego a los que apoyan la compra de esa granada a una empresa extranjera. Por eso le ordena al conscripto que levante el dedo, contrariando a Strauss.
H. R.: –Un profesional partidario de las armas de última generación, de las que matan más y rápidamente. Lo que menos le importa es el soldado, que tiene el brazo acalambrado y ya no sabe cómo resistir el sueño. Sólo le interesa que no se desprestigie el uso de esa granada.
–¿Creen que los más jóvenes tienen una visión clara de lo que pudo ser la vida de un conscripto?
C. A.: –La mayoría de los jóvenes tiene muy presente el caso del soldado Carrasco y de las muertes de los enviados a la guerra en Malvinas. El actor Juan Manuel Gil Navarro, que hace el papel del soldado, tuvo largas charlas con su padre, que sí hizo la conscripción, y quedó conmocionado por lo que le contó. De todas maneras, esta obra trasciende esa circunstancia.
H. R.: –Porque no se trata de una anécdota de conscripto, sino del mal manejo del poder y de la deshumanización de algunas instituciones.
P. C.: –Yo agregaría de una sociedad y una política que convierte a los jóvenes en víctimas. La represión militar, la guerra de Malvinas, el gatillo fácil son ejemplos de esa deshumanización.
A. U.: –Que es tan frecuente en nuestro país, y que a veces surge como por accidente. De una torpeza, como la de este joven soldado que de pronto se activa él mismo como una granada, y recién entonces toma conciencia de su situación. Como se dice en la obra, cuando esto ocurre no le sirve que lo palmeen en el hombro, como acostumbran hacer políticos, curas y médicos.
C. A.: –Nosotros aspiramos a que cada espectador pueda hacer su propia lectura de este absurdo que hace de un soldado un polvorín. Uno de los peligros que encierra el montaje de esta obra es el de convertirla en unaanécdota chistosa, algo de lo que, creo, nos vamos a librar respetando lo que se dice en cada escena y siendo absolutamente fieles al serio humor de Walsh.

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