ESPECTáCULOS › TIERRA DE OSOS, EL NUEVO “PRODUCTO” DE DISNEY

Un dibujito muy empaquetado

Por M. P.

Un joven recién iniciado en la adultez, pero al que aún le resulta incomprensible la sabiduría de sus ancestros, corre detrás de un oso que robó unos peces. Lo siguen sus dos hermanos, que llegan a tiempo para salvarlo de caer en las garras de un enorme animal, al que enfrentan y del que escapan gracias al sacrificio de su hermano mayor. Ante la tragedia, el joven reniega del mandato de sus ancestros y decide vengar a su hermano, yendo en busca del enorme oso. Una decisión por la que será castigado por sus dioses, que lo transforman en oso para que termine de dar el paso necesario hacia la adultez. Mezcla de Discovery Channel con Infinito, naturaleza y new age, Tierra de osos es una épica animada encaprichada en tomarse en serio. Ambientada cerca del Artico en un momento precolombino, sus protagonistas humanos son de la raza Innuit, y la naturaleza tiene como mayor espectáculo la aurora boreal, hacia la que se dirigirá Kenai –el joven hereje– para reencontrarse con el espíritu de su hermano muerto y romper el hechizo.
Más allá de su enmarañado subtexto humanista, Tierra... comienza a ser disfrutable cuando Kenai camina sobre cuatro patas en vez de dos. Al menos porque es en ese momento que aparecen los alces Rutt y Tuke, que ocupan aquí el mismo lugar que la ardilla nerviosa en La edad de hielo. Aun cuando el par interactúa un poco más que la ardilla con el protagonista y su compinche, un pequeño osezno parlanchín llamado Koda. Perseguidos por Denahi, el hermano sobreviviente, que cree que el oso en el que se ha transformado Kenai ha matado a su hermano menor, Koda convencerá a su nuevo amigo de reunirse con el resto de los osos en la migración del salmón. Donde el humano/oso terminará escuchando la misma historia que lo lanzó a la aventura, contada desde el punto de vista del pequeño Koda.
Mientras atraviesa su peor crisis con la renuncia de Roy Disney, la empresa del viejo Walt parece apostar a Tierra... como un nuevo Rey León, lleno de exotismo (ártico en vez de africano), misticismo (precolombino en vez de shakespeareano) y con Phil Collins en lugar de Elton John. Su resultado no está a la altura de sus predecesores en hacer de Disney el rey de la animación durante la década pasada, y tal vez este trabajo del debutante dúo de directores Blaise y Walker sea el último intento a gran escala de la división de animación tradicional. Muy lejos del tono menor pero la mucho más efectiva animación de Lilo and Stitch, último estreno animado querible de Disney a secas –sin contar Pixar–, la gran deuda de megaproyectos animados como Tierra... es no apostar al trazo de sus dibujantes, sino preocuparse más por el empaquetado de esos dibujos. Hay muy pocos momentos en Tierra... en los que se pueda disfrutar el goce de lo que sólo se puede lograr en una mesa de dibujo, más allá de la exposición de fondos como si fueran paisajes. Algo que pareciera que –paradójicamente— saben explotar mejor las animaciones por computadora de Pixar que la más tradicional de este Disney que aún debe aprender a reinventarse a sí mismo.

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