ESPECTáCULOS › JORGE PALANT EXPLICA LA FICCION QUE CONSTRUYO DETRAS DE LAS HISTORIAS REALES DE REQUIEM

“El discurso de los victimarios es monolítico”

Autor teatral y psicoanalista, Palant tomó dos personajes inconexos para construir una alegoría sobre las actitudes ante el exterminio: Kevin Carter, ganador del Pulitzer por una foto sobre el hambre en Africa, y Milena Jesenská, periodista checa que murió en un campo de concentración.

 Por Hilda Cabrera

¿Cómo se gestó Requiem? En 1992, el autor teatral y médico psicoanalista Jorge Palant vio por TVE un documental sobre el Africa del hambre. En esa emisión se mostraba un recorrido por los pueblos del Sudán, con sus chicos de brazos y piernas delgados como hilos y vientres y ojos agrandados. Pasado un tiempo, recordó que entre los autores de ese testimonio se hallaba un periodista sudafricano al que se le otorgó el premio Pulitzer por una fotografía que prenunciaba más horror. Unas y otras imágenes se enlazaron con lecturas. Por ejemplo la de un artículo de Tzvetan Todorov, Sin flores ni coronas, que lo sensibilizó fuertemente, y donde se habla de honor y dignidad. El impacto lo condujo a nuevas investigaciones, llegando así a concretar una obra teatral, Requiem, un estreno reciente en el Teatro Payró. Su apuesta es la de un diálogo imaginario entre dos seres que vivieron en lugares y tiempos diferentes. Ellos son la escritora y periodista checa Milena Jesenská (1896-1944), famosa por su correspondencia con Franz Kafka, cuyos textos tradujo al alemán, y el fotógrafo sudafricano Kevin Carter (1961-1994). Este reportero free lance fue quien capturó la agonía de una niña y cerca de ella a un buitre. Palant opone en su obra, de modo dialéctico, a los dos periodistas y diferencia entre honor y dignidad.
Tanto Carter como Jesenská atravesaron experiencias de muerte y genocidio. La escritora, que no era judía, fue detenida en Checoslovaquia por sus textos políticos en contra de los nazis. Murió en el campo de exterminio de Ravensbrück. En diálogo con Página/12, Palant se refiere a la aplicación de los términos honor y dignidad. “Dos ejemplos quizá lo aclaren bien”, apunta. “Uno es el Levantamiento de Varsovia y sus 200 mil víctimas (se inició el 1º de agosto de 1944 y finalizó el 2 de octubre de ese mismo año). Ese fue un acto de honor ante la ocupación nazi. Otro es la historia de una adolescente que al llegar a su casa se entera de que los nazis se llevaron a su madre e intenta reunirse con ella y acompañarla. Ese es un acto de dignidad, porque no es una actitud para los otros, para la sociedad, sino para ella misma. Y es allí donde entra la personalidad de Jesenská. Su cautiverio duró tres años. Leí varios trabajos sobre su vida, pero el que me ofreció más fue la biografía escrita por su compañera de cautiverio, Margarete Buber-Neumann. Se habían comprometido a escribir la vida en ese campo. Lo hizo Neumann, la que sobrevivió.”
–¿Qué cruce propone entre Carter y Jesenská?
–Requiem nace el día en que se me juntan las dos historias y descubro una oposición ética entre el comportamiento de Milena y el de Carter. Cuando el fotógrafo ve que la niña cae por hambre y fatiga y detrás de ella al buitre expectante, decide que no se puede hacer nada. Milena, en cambio, no se rinde. De esas dos actitudes surgen los posibles cruces dialécticos.
–¿Cuál es la consecuencia?
–La situación deriva hacia una “piedad atormentada”. En Carter domina la autocompasión. Es más fácil ver morir o dejarse morir y aceptarlo mansamente que enfrentar una situación límite intentando buscar una salida.
–¿Lo cree realmente así?
–Es lo que pienso. Algunas cosas son tremendas. Se ha escrito bastante, por ejemplo, de “la culpa del sobreviviente”. ¿Cómo defendió su vida? es una de las preguntas que se imponen.
–¿Y los victimarios?
–A éstos se los presenta asociados a la muerte o entre visiones que los atormentan. Esto ocurre en las ficciones, en obras de Shakespeare... En general, el discurso de los victimarios es monolítico. No tiene los quiebres de la ficción, y es político, como lo fue en nuestro país durante la última dictadura militar. Más allá de las historias y relatos, ese tono político es lo más descorazonador: le asigna lugares fijos a cada uno, y a las víctimas sobrevivientes se les hace cargo de cosas que no produjeron. Primo Levy escribió suficientemente sobre “la culpa de seguir vivo” después de un exterminio.
–Por lo que cuenta, para elaborar Requiem sumó elementos muy contrastantes...
–Finalicé la obra entre 2002 y 2003. En el ínterin apareció publicada en una revista la foto de la chica desfalleciente y el buitre, esperando. Ese azar me llevó a investigar más sobre el fotógrafo y Milena, a quien muchos conocen casi exclusivamente por su relación con Franz Kafka.
–¿Qué tienen en común Carter y Milena?
–Comparten el haber caminado entre despojos. Por eso, guardan dentro suyo experiencias semejantes, pero siguen siendo distintos. El fotógrafo está en deuda consigo mismo: no pudo “atravesar” su deseo de hacer algo. Milena, en cambio, muere haciendo lo que cree que merece hacerse.
–¿Ese premio Pulitzer descoloca al personaje?
–Los premios incluyen preguntas que generalmente molestan, como qué significan y cuánto importan. ¿Es un acto de complacencia para el que lo recibe y un interesado “abrazo a la estética” para el que lo otorga?
–¿Lo considera un tema de la ética?
–Sí, porque la ética articula el decir con el hacer, y el ser alguien se relaciona con el “merece hacerse”, que es una elección individual y puede estar alejada de los valores que comparten otros miembros de la misma sociedad. Lo que merece hacerse no es necesariamente lo que “debería”. Lo determina uno, esté acompañado o no.

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“Algunas cosas son tremendas. Se ha escrito bastante, por ejemplo, de ‘la culpa del sobreviviente’.”
 
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