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Sobre el infierno

Por Leon Ferrari

1 En una nota que publicó ayer Clarín, el vocero del Episcopado Guillermo Marcó dice que no tiene que pedir perdón (por la responsabilidad de la Iglesia durante la dictadura) porque tenía 16 años cuando ocurrió el golpe del ’76. Marcó desvía el debate: nadie le pidió que pida perdón por algo que no hizo. A la Iglesia se le pide mucho más, se le pide que diga todo lo que supieron y saben los 250 capellanes que visitaban los 300 chupaderos o vivían en ellos y los sacerdotes y obispos que se reunían con los criminales uniformados en fiestas religiosas y militares en la Casa Rosada y en la Catedral, sin que nunca denunciaran los crímenes. La Iglesia no se sacará esa mancha mientras no ayude a las Madres a castigar a los responsables y a las Abuelas a encontrar a los chicos robados. Me parece lamentable que se recurra a Angelelli para justificar a los Pio Laghi, Tortolo y Quarracino.
2) En varios programas radiales he repetido que el mayor desacuerdo que tengo con el cardenal Bergoglio se reduce a una diferente opinión sobre la tortura. Marcó parece no saber que la Iglesia sostiene en el catecismo editado por la Conferencia Episcopal Argentina, de la cual el cardenal Bergoglio es su presidente, prologado por Juan Pablo II, que La enseñanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad. Las almas de los que mueren en pecado mortal descienden a los infiernos inmediatamente después de la muerte y allí sufren las penas del infierno (n. 1035). Esto significa que hay millones de almas que son castigadas en algún lugar desde hace años, siglos o milenios, que están esperando que llegue el Juicio Final para recién entonces ser juzgados, luego de resucitados sus cuerpos, y sometidos a un nuevo suplicio en carne y hueso (n. 1038). Con las obras de la Recoleta quiero decir lo contrario: estoy, como muchos habitantes del planeta, contra toda tortura, física o mental, a buenos o malos, católicos o ateos, aquí o en el más allá. No creo en el infierno, creo que discriminar a la humanidad en buenos y malos y alentar el castigo al diferente es una de las causas de los exterminios que jalonan la historia del Cristianismo.
3) ¿Cómo explica la Conferencia Episcopal la contradicción de respaldar los derechos humanos en este mundo y violarlos en el más allá?

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