ESPECTáCULOS › ENTREVISTA A CRISTINA BANEGAS, QUE
DIRIGE A SU HIJA, VALENTINA FERNANDEZ DE ROSA

Madre e hija viven en el país de las brujas

El domingo próximo estrenan en el Teatro Nacional Cervantes El país de las brujas, una obra infantil escrita por la propia Banegas, que además, la semana próxima, protagoniza el estreno de Géminis, la nueva película de Albertina Carri.

Por Sebastian Ackerman

Cristina Banegas y Valentina Fernández de Rosa, madre e hija, además de dar clases de teatro en El Excéntrico de la 18º, trabajaron juntas en La morocha, la obra en la que Banegas desplegaba sus facetas de actriz y cantante y Fernández de Rosa, desde abajo del escenario, se ocupó de la producción. A partir del próximo domingo, los papeles se invertirán: Banegas --que el jueves 9 protagonizará también el estreno de Géminis, la nueva película de Albertina Carri-- es la autora y codirectora (junto a Daniel Spinelli) de El país de las brujas, un espectáculo infantil protagonizado por su hija que subirá al escenario del Teatro Nacional Cervantes. Juntas reciben a Página/12 en la casa de la autora y afirman: “Queremos darles a los chicos otras alternativas estéticas, otras posibles elecciones que los jueguitos, la computadora o el Gameboy, ese mundo cada vez más autista que plantea la industria. Que también vayan un rato al teatro y la pasen bien”.
El país de las brujas es un lugar donde todo está al revés: lo malo es bueno y lo bueno es malo. Allí nace una brujita, Maruja, que no quiere ser mala cuando crezca, sino una niña común y corriente. “La madre –explica Banegas– decide mandarla a la escuela para que le enseñen a ser una verdadera bruja. Lo intenta todo para cambiarla, para que no sea quien es, para ‘normalizarla’. Y todos fracasan”. Maruja es desterrada al Bosque Encantado, donde se encuentra con un príncipe también desterrado de su tierra y allí comienzan una nueva vida; su vida. “Ellos deciden que no van a regresar a sus países, y se separan de sus padres. Es un poco antiviejos esta obra, me parece. Está mal que lo diga porque soy la madre de ella (por Valentina) pero es un poco antiviejos (risas). Pero con gracia, con humor. Es un poco absurda”, concede la autora, quien además estará en la cartelera de cine desde el jueves 9, cuando se estrene Géminis, el nuevo film de Albertina Carri, que la tiene como protagonista.
El país..., que trata sobre la libertad de elección, la diferencia, la relación con los padres y la posibilidad de cambiar el destino, tiene una gran puesta en escena, con un cellista sobre el escenario y un retroproyector, donde se hace animación en vivo, lo que le da otro nivel narrativo a la obra: son dos historias en una. Además, desde lo estético hay un homenaje al pintor Xul Solar. “Es una obra bastante crítica, más allá de que tiene una intención, de una construcción de una poética y de un mundo, pero es un mundo muy absurdo y muy paradójico, como es el mundo en el que vivimos en la realidad. Cuando era chica, sólo comía si me ponían el disco de Pedro y el lobo, y me pareció que estaba bueno recuperar los cuentos tradicionales, los cuentos sufis, que son cuentos populares, anónimos”, confiesa Banegas.
–¿Qué papel desempeña el teatro infantil en la sociedad?
Cristina Banegas: –Yo creo que el teatro para niños es el teatro: las buenas obras está bueno que las vean porque les dejarán imágenes, recuerdos. Me parece que hay gente que hace teatro para chicos que es muy buena y que hace muchos años que lo hace, como (Sergio) Hochman, como (Hugo) Midón, como Libertablas, el grupo de titiriteros del (Teatro) San Martín, un montón de gente que investiga, que trabaja, súper amorosa en su relación con el teatro. Y me parece que eso está bueno para los chicos, que vean buen teatro desde chicos, es como que coman buena comida.
–La obra fue escrita hace treinta años, ¿cómo fue ponerla en escena hoy?
C.B.: –La obra cambió muchísimo estos años. Por suerte no tuve problemas con cambiar mi letra, salvo unas cuestiones que puntualmente quería que fueran dichas como estaban. Inventamos escenas nuevas, yo propicié esas intervenciones como algo que me parecía imprescindible para ponerla en escena, que originalmente había sido un guión para la televisión española, en la época en la que yo escribía para un programa infantil que producía mi padre en TVE, que duró como siete años.
Valentina Fernández de Rosa: –Es como una superproducción pero sin un mango. Por lo tanto, es una superproducción de pobres. Y tiene sus complicaciones.C.B.: –Hay una cuestión interesante que tiene que ver con esto del ingenio, no sé si puedo decir de creatividad, eso lo dirán los que lo vean, pero sí en cuanto a los recursos, a construir imágenes desde un lugar muy artesanal. Eso creo que está bueno, porque el teatro, y lo titiritesco y el teatro de objeto, trabaja sobre el truco, sobre la magia estrictamente. Y para lo que es la construcción de la máquina teatral eso es inefable, porque es lo que construye lenguaje, lo que construye poéticas, lo que construye imágenes; porque, en definitiva, es lo que tenés que hacer o deberías tener que hacer si querés hacer teatro.
Originalmente, El país... iba a estrenarse en el 2003 en el Teatro San Martín, pero no pudo hacerse. En el 2004 estaba todo arreglado con el Centro Cultural de la Cooperación (incluso se había puesto fecha de estreno) pero también se canceló. Finalmente, se estrenará este domingo en el Teatro Nacional Cervantes. “Estamos todos asustados como corresponde antes de un estreno. Tal vez hay gente que lo lleva mejor, pero yo me aterro, creo me aterro cada vez más”, confiesa Banegas.
–¿Por qué hubo tantas dificultades para estrenar la obra?
C.B.: –Hacer teatro en Buenos Aires es una tarea titánica, una tarea de resistencia, y verdaderamente haciendo teatro para niños, que hacía mucho tiempo que no hacía, es mucho más arduo. Porque los subsidios son menores, y las telas no cuestan menos porque sean para una obra para niños; esto es un absurdo porque una producción es igual para una obra para niños, que para viejos, que para enanos. ¡Es una producción teatral! Entonces, ¿por qué vas a cobrar menos la entrada? Te pagan menos, te dan menos subsidios, menos ensayo, menos luminaria, menos todo. Estamos todos locos. En el teatro para niños somos como los negros, como los gronchos del teatro.
V.F.R.: –Además estos últimos años están haciendo enormes producciones en teatro para chicos que evidentemente funcionan. Se terminó el mito de que el teatro para chicos no da dinero: había una teoría según la cual el teatro infantil era un género menor porque no daba dinero. Eso ya cayó porque se están haciendo cosas muy grandes que además dan ganancia. Eso no sostiene más el concepto de que tengas menos espacio porque es para chicos, pero se ve que en algunos rubros sigue pasando.
–¿Hay diferencias al escribir una obra para chicos y para grandes?
C.B.: –Pareciera que el dilema de Maruja, que no quiere ser una brujita del mal, se trata de un dilema de la moral y de la ética de alguien, que está en la vida y que dice yo quiero trabajar para ser una bruja del mal o una bruja del bien. Me parece que ahí hay algo que tiene que ver con una metáfora sobre cuestiones vinculadas con la construcción de la moral y de la ética en los niños. Se separan de los viejos, deciden quedarse a vivir en ese bosque y armar ahí su lugar. El padre del príncipe lo va a buscar y le dice que se tiene que volver al palacio, con una estética de gente que no tiene ninguna sensibilidad ni respeto por lo que desea su hijo y sobre lo que es, que es un inventor, un científico-inventor. Pero él no quiere ser un príncipe, llevar la corona y hacer guerras, quiere otra cosa.
–Valentina, usted trabajó mucho en televisión (Mesa de noticias, Los machos y ¡Grande Pa! entre otros) pero hacía nueve años que no actuaba. ¿Por qué vuelve después de tanto tiempo?
V.F.R.: –Porque extrañaba mucho. Trabajé mucho tiempo animando fiestas infantiles: empecé como ayudante a los trece años y nunca más paré hasta que hice un programa en televisión para chicos y no me dio para explotarle el lado comercial. En una animación me di cuenta de que todos me miraban porque era la de la tele y nadie le daba bola a lo que estaba pasando. Ahí dejé la tele. Pero me tiran los niños. En el 2003 hice un monólogo de Teatro por la Identidad que hacía Ceci Dopazo y, como estaba embarazada, me pidió que tomara su monólogo. La verdad es que me subí al escenario para hacer ese monólogo y me di cuenta de que no me quería bajar (risas), y al mismo tiempo venía El país de las brujas dando vueltas... Me dieron ganas, simplemente me volví a encontrar con esa energía y dije: quiero más de esto.
–¿Es lo mismo actuar para grandes que para chicos?
V.F.R.: –Tengo una conexión con los chicos muy particular, es algo que me atrae mucho, me imanta y tengo mucha afinidad. A veces más que con los adultos. Desde ahí estoy disfrutando mucho trabajar con gente con la que tengo tanta afinidad. El entusiasmo que me da el saber que cuando suenen los aplausos van a ser chiquititos, la espontaneidad que tienen, pensar qué me va a pasar cuando alguien diga: “¡Mirá las brujas!” Es mucho más festivo, me parece. Los chicos tienen menos distancia, no tienen el preconcepto de lo que se debe hacer cuando uno está sentado en una butaca en un teatro; no está eso, y está buenísimo.
Desde la dirección de El país de las brujas y desde la del Teatro Nacional Cervantes están en tratativas con el Ministerio de Educación para acercar a chicos que habitualmente no van al teatro o nunca lo hicieron a ver la obra. “Ya que estamos en el Cervantes, que es un teatro de todos, queremos que se acerquen a nosotros, que llamen a la oficina de producción las fundaciones, los comedores, los colegios de barrios carenciados, las asambleas barriales, porque nos parece que sería una buena oportunidad para que se acerquen chicos que en general no van al teatro”, se entusiasma Banegas.

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Cristina Banegas y Valentina Fernández de Rosa, por segunda vez juntas en un proyecto.
 
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