ESPECTáCULOS

El romance del psiquiatra y la depiladora andaluza

En “El cielo abierto”, el director alicantino Miguel Albadalejo construye una comedia graciosa y carismática, que permite el lucimiento de Sergi López y Mariola Fuentes.

 Por Horacio Bernades

“Y pensar que cuando salen en la tele parecen tan inteligentes...”, comenta alguien al ver a Miguel, psiquiatra de hospital, murmurando incoherencias. Son malos tiempos para Miguel. Su mujer se fugó con un pariente demasiado cercano (horrorosamente cercano) y a esta altura ya anda por Tokio, desde donde lo llama por teléfono para rezongarle. Su suegra, que no sabe nada de la separación, acaba de llegar a Madrid para hacerse un chequeo ginecológico, interrumpiendo su soledad y culpándolo, encima, por la huida de su hija. Allegados, parientes y amigos le reprochan que sea como es. Y encima, una depiladora llamada Yasmina (esthéticienne, según ella) está ofendida y no le da ni la hora. Ya va siendo tiempo de que la vida de Miguel se recomponga. Como se está en el terreno de la comedia romántica, puede apostarse doble contra sencillo que esto ocurrirá antes de que los créditos finales empiecen a desfilar.
Sin apartarse una pulgada del tipo de películas que los anglosajones llaman feelgood comedies (comedias para sentirse bien), El cielo abierto, cuarto opus del alicantino Miguel Albadalejo, suena tan sincera y creíble en los momentos más agrios como en diálogos que parecerían escritos por un émulo hispano de Billy Wilder. “No me corte demasiado corto, que se me pone cara de travesti”, ruega una clienta en la peluquería. “Amarse e ir a la cama no son la misma cosa... si la memoria no me engaña”, arriesga una enfermera de espaciada vida sexual. De fluido estilo visual, Albadalejo había mostrado ya parecidas virtudes en La primera noche de mi vida, su ópera prima, que unos años atrás ganó algún premio en el Festival de Mar del Plata. Si allí lucía ya seguro en el dominio del oficio, El cielo abierto, su película más reciente, lo muestra definitivamente consolidado.
La historia central es la clásica de dos que parecerían no tener nada en común –en este caso el psiquiatra y la esthéticienne de barrio, que para peor es hermana del paciente chorizo que le robó billetera y televisor– y sin embargo terminarán amándose. Tan clásico es el truco que la cosa se pone al borde del cliché. Sobre todo, teniendo en cuenta que la muchacha, una andaluza llena de espontaneidad, terminará ablandando al preocupado profesional de la psiquis que conocía una única cura para sus problemas: escuchar los de sus pacientes. Si el esquema, la relación misma y los personajes zafan del cliché es porque Albadalejo (guionista también, a cuatro manos con la escritora Elvira Lindo) sabe llevarlos con gusto y naturalidad, sin forzarlos jamás.
No es ningún descubrimiento que Sergi López –capaz de hacer de discreto amante ocasional en Una relación particular y de temible psicópata en Harry, un amigo que te quiere bien– puede encarnar con sobria verosimilitud a quien se cuadre. Pero la que se lleva aquí las palmas es Mariola Fuentes, que físicamente parecería una versión andaluza de Divina Gloria, a quien se había visto antes en Carne trémula, Torrente y la propia La primera noche de mi vida y que ahora participa de Hable con ella, la nueva película de Pedro Almodóvar. Pequeñita y no precisamente bonita, la Fuentes da todos los matices de Yasmina, que al comienzo se presenta vital y llena de gracia, pero también metida, chusma y vulgar. Ala larga se volverá conmovedoramente frágil e insegura. Parecido recorrido describe Elvira, la suegra de Miguel (María José Alfonso), que de entrada luce terriblemente altanera y de a poco se va aflojando, después de pasar una brava en el hospital. Brillan de igual manera el ginecólogo calladamente gay que encarna el veterano Emilio Gutiérrez Caba y la gorda enfermera viperina (Angeles Albadalejo), el personaje más divertido de una película que no va a cambiar la historia del cine, pero tiene una gracia y un carisma que más de uno ya quisiera para sí.

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Sergi López y Mariola Fuentes, dos a quererse.
 
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