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“Hice esta película homenajeando la memoria de mi abuela Ernesta”

La directora y guionista Paula Hernández, de 32 años, estrena mañana “Herencia”, que tuvo un paseo triunfal por los circuitos internacionales.

Por Ana Bianco

Herencia ha dado media vuelta al mundo de los festivales internacionales de cine, y cosechado una docena de premios en ellos, antes de que le toque el turno a su estreno nacional. Otra vez, un primer film precedido de notable repercusión internacional –como Vagón fumador de Verónica Chen la semana pasada, y poco antes, Un día de suerte, de Sandra Gugliotta– es responsabilidad de una mujer, que se siente parte de una generación de recambio en el cine argentino, compañera de ruta de, entre otras colegas, Lucrecia Martel (La ciénaga), Paula Hernández tiene 32 años y soñó con ser actriz de teatro, antes de escribir y dirigir Herencia, un tributo a su abuela Ernesta, que en la película se llama Olinda, en la interpretación de Rita Cortese. “Antes del rodaje me costaba desprenderme de la imagen de mi abuela. Tenía que elegir la protagonista y no podía definirle un rostro. Cuando llena de dudas fui a encontrarme con Rita y la vi bajando por una escalera –se asomaron primero las piernas, después los tobillos como en un primer plano y luego el rostro–, por fin me tranquilicé. Ella iba a ser mi actriz y sólo había que avejentarla”, cuenta.
La directora, que ganó el Premio Opera Prima del Incaa en la categoría Mujer, es egresada de la Universidad del Cine y trabaja en la industria cinematográfica y en publicidad desde 1989. Dirigió dos cortos: Rojo (1993) y Kilómetro 22 (1996). Además fue asistente de producción y de dirección en films tan diversos como Sol de otoño, de Eduardo Mignogna, La vida según Muriel de Eduardo Milewicz, y Diario para un cuento de Jana Bukova. Herencia quiere contar una historia sencilla en torno de Olinda, la dueña de un restaurant en Boedo, una mujerona de carácter y con los pies puestos sobre la tierra que vino de Italia en los años ‘50 en busca de un hombre al que nunca encontró y decidió quedarse. A su bolichón llega por azar Peter, un joven alemán que viene a cumplir un sueño, reencontrarse con un amor de la adolescencia. Entre ellos se va tejiendo una relación de amistad. Olinda recupera una afectividad contenida que la impulsa a ir a la búsqueda de sus raíces y Peter logra encontrarse por fin consigo mismo. El film producido por Rojo Films y Aizpeitía Cine presenta al actor estadounidense Adrian Witzke como Peter, y un elenco en que se destacan Martín Adjemián, el ya fallecido joven cordobés Héctor Anglada, y Julieta Díaz.
–¿Qué marcas generacionales cree que tiene su film?
–En principio, una cierta ingenuidad placentera. Disfruté el proceso de escribir el guión que está inspirado en mi abuela Ernesta. Era italiana y la forma de demostrar el afecto era preparando una comida o cosiendo un botón. Me atraen las películas que muestran una pincelada de la vida, como La novia polaca. La muerte de mi abuela me movilizó a escribir. Las historias de vida me interesan como estilo. Después, a partir de pensar cómo hacer con estos mundos un film, me cruzó la idea de contar la historia de dos extranjeros en Buenos Aires. Debían ser, además, de nacionalidades y generaciones diferentes, que permitieran jugar con tonos de narración.
–En el film, ¿conviven entonces dos estilos?
–Al comienzo, hay dos maneras de narrar, Peter habla con un lenguaje moderno y cortado, y sacude la vida de Olinda que está atravesando un momento de pasividad. La iluminación y la puesta en escena eran muy importantes. El restaurant de Olinda no podía ser cualquier lugar. Encontramos un taller mecánico en la esquina de Castro y Salcedo, en La Boca, con una casa atrás y ahí armamos el set. Un bodegón atendido por una mujer, que por haberse bancado sola, se presenta con una cierta dureza. La cocina, las hornallas, todo fue reconstruido. La música de Carlos Cutaia es un elemento sustancial y refuerza el humor de la película. Al principioplanteamos los personajes desde la diferencia musical pero luego se da una fusión.
–¿Los extranjeros del film vienen a cumplir sus sueños?
–La inmigración es una excusa para hablar de los deseos. El viaje es una búsqueda de la identidad, de un lugar y de los afectos. Los personajes empiezan a armar su propia historia sin olvidarse de dónde vienen y quiénes son. Olinda llega de Italia en la búsqueda de un hombre y termina quedándose. En el primer guión algunas situaciones estaban más relacionadas con la inmigración. Peter viene a reencontrarse con un amor que forma parte de sus fantasías, pero en realidad se busca a sí mismo, lejos de su familia en Alemania.
–¿Cómo dieron con el actor estadounidense que hace de alemán?
–Para que resultase creíble el personaje debía ser interpretado por un extranjero. Hicimos un casting en Nueva York y otro en Alemania. Witzke es actor de teatro y no sabía ni una palabra en español. Por eso resultaba divertido cómo pronunciaba por ejemplo quilombo. Los textos los aprendió por fonética. La familia de Peter es alemana, durante la filmación una coach le marcaba el acento en alemán para que no se filtrase el tono americano. La escena que Peter habla con Angel sobre mujeres fue sensacional. Peter no entendía ni una palabra en español y menos con acento cordobés y Anglada ni una en inglés. Trabajar con Anglada fue un placer: era un actor muy sensible, desprejuiciado, pura intuición. Desde la primera vez que nos encontramos resultó muy tímido. Casi ni hablaba y esas características resultaron buenas para Angel, su personaje.
–¿Cómo pensó los personajes?
–Era un homenaje a la memoria dede mi abuela Ernesta y la historia de un pibe alemán. El personaje de Federico, era para Federico Luppi, que por problemas de trabajo desistió y finalmente lo interpretó Martín Adjemián. Me sentí muy respetada por el elenco. Esto lo percibí desde la primeras lecturas, cuando empecé a ver cómo funcionaban las palabras en boca de los actores. Rita tuvo un entrenamiento con un cocinero durante un mes. Un aprendizaje a full: por eso se la ve tan segura en la cocina y cortando tan bien la cebolla.

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Rita Cortese es la protagonista, en la piel de la italiana Olinda. El film cuenta la historia de su relación con un joven alemán.
 
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