ESPECTáCULOS

“Los argentinos estamos aprendiendo a decir no”

Maximiliano Guerra comienza hoy un ciclo de presentaciones en Buenos Aires, al frente del Ballet del Mercosur. Optó por eso al cancelarse una gira por la costa. Aquí habla de la crisis y del papel del arte en ella.

Por Silvina Szperling

El bailarín argentino residente en Italia Maximiliano Guerra resolvió afrontar trabajando la cancelación de su gira de verano por la costa atlántica, a raíz de la interminable crisis económica: se presenta desde hoy en Buenos Aires, al frente de su compañía en un espectáculo con entradas accesibles. Accesibles significa a 8 pesos. El espectáculo va desde hoy hasta el domingo, en principio, en el teatro Broadway. Guerra, cuya compañía se llama Ballet del Mercosur, cuenta que decidió presentar su espectáculo para intentar “aportar un granito de arena desde nuestro lugar, el escenario, para que esta situación mejore”. Guerra también evaluó suspender su actividad de verano en la Argentina, pero cuenta que encontró en el camino gente generosa. “Tuvimos la suerte de contar con el apoyo de Alejandro Romay, quien prácticamente nos presta el teatro, y nos largamos a hacer nuestra propia producción ante la imposibilidad de otros productores de arriesgarse en estos momentos”, explica en una entrevista con Página/12. “Creo que lo importante en estos momentos es que quienes tengan cosas claras para decir las digan. De nuestra parte, ofrecemos un espacio, un refugio que entretenga a la gente y le permita salir de su realidad.”
–¿Cómo vivió desde Italia las noticias del estallido social de fines de diciembre?
–Con mucha angustia y mucha impotencia. De repente pensás que, si estuvieras acá, podrías hacer o decir algo. A la distancia, todo se agranda un poquito. Por suerte, pudimos venir, y ver la realidad con nuestros propios ojos. Hay cosas que te duelen más pero, en el fondo, también estás más tranquilo.
–¿Por qué esta idea reivindicatoria del Mercosur desde el nombre del grupo?
–La idea es buscar un producto netamente nuestro, que tome nuestra cultura, que no sea comparable a un ballet europeo, quienes tienen mucha más historia, potencial económico y demás. Nosotros llevamos a Europa un espectáculo de muy buen nivel, pero no es comparable, es auténtico. En Italia el año pasado nos fue muy bien especialmente en Roma y, por ese ruido que armamos, ahora llevamos también la compañía a España y Bélgica, además de Argentina, Uruguay y Brasil.
–¿Considera que, además de su figura y la calidad del Ballet, el hecho de representar al Mercosur interesa afuera?
–Creo que, en realidad, nos tenemos que concientizar de que la única manera de funcionar va a ser a través del Mercosur. La unión sólo puede traer cosas positivas. En forma aislada somos muy débiles. No hubiéramos llegado a esta situación si hubiéramos concretado un mercado común latinoamericano. La crisis de México con el Tequila no hubiera sucedido, ni tampoco la crisis de Brasil hace dos años. Ahora está pasando algo muy bueno, aunque tal vez un poco peligroso, que es la posibilidad de la gente de decir lo que no le gusta. Yo ya venía sintiendo que la Argentina no tenía el coraje de afrontar las situaciones de frente. Claro que bajar a 4 presidentes es algo un poco peligroso, pero lo importante es que el pueblo se levantó y dijo basta. Los argentinos estamos aprendiendo a decir no.
–Pero eso no basta, ¿o sí?
–Lo que es evidente es que todos tenemos que arremangarnos y empezar a trabajar. Algunos tendríamos que empezar a devolverle al país todo lo que nos dio. Si hay tantos que nunca recibieron nada, y siguen sin recibir, ¿por qué no les planteamos a los que sí reciben que por un par de años trabajen ad honorem? Tenemos senadores y diputados que ganan muy bien y tal vez podríamos proponerles que trabajen ad honorem por un tiempo, hasta que las cosas mejoren. Es decir: si no hay comida en la heladera, a apretarse el cinturón para que no duela. O, por lo menos, para que no se nos caigan los pantalones.
–Saliendo un poco del tema social, ¿cuál es su balance de estos dos primeros años del Ballet del Mercosur?
–Estoy muy contento, porque los bailarines del grupo tienen mucho talento pero, sobre todo, tienen cabeza. Logramos inculcarles un sistema de trabajo que consiste en dar constantemente y saber que luego se recibe mucho. La base es la entrega en el trabajo cotidiano. Además, no invito bailarinas para que sean partenaires mías, por lo cual las chicas del grupo saben que tienen oportunidades de lucirse, y todos tienen la posibilidad de probar por un ratito el ser un primer bailarín y ver qué es lo que se siente. Eso te da la posibilidad de crecer mucho.
–¿Y los proyectos para este año, que tan mal comienza?
–En principio vamos a organizar un programa didáctico para escuelas, para que los chicos puedan venir al teatro a conocer la danza, su historia y demás. La idea es darles material a los docentes para que lo vayan charlando con los chicos antes de venir al teatro, que ya me estoy poniendo a escribir.
–¿Cómo surgió esta idea?
–Nosotros ya lo venimos haciendo hace 2 años y surge de la observación de que tenemos un pueblo que no conoce la danza. Conoce a las grandes figuras que representan a este país, pero no sabe de qué se trata: que es un arte, que es cultura, que es para ellos. Como un buen cuadro o una linda música, la danza se hace para el público y el público es parte de una sociedad. Nosotros somos los responsables de darle a la gente la oportunidad de reencontrarse con algo que le es propio, y que lo hagan desde temprano. Que los chicos sepan que además del cine, del fútbol y las maquinitas de juegos electrónicos, también se puede ir al teatro a ver danza, donde te vas a encontrar con fantasía, con lindas chicas, y las chicas se pueden encontrar con lindos chicos.
–¿Cuáles serían las ideas principales de ese material preparatorio?
–Por ejemplo, explicitar que la danza es el arte más antiguo, porque se considera que cuando el hombre aún no se comunicaba con palabras, lo hacía con gestos. Esos gestos ya eran dancísticos, tenían una estética en función de expresar lo que se quería transmitir. También la idea de que no sólo la danza de cortes existe, sino la chacarera, el gato, el tecno; si querés, vas a una discoteca y están todos danzando.
–¿Cómo combina su trabajo en Europa con el trabajo en Argentina?
–Hace 14 años que me fui, y todos los años volví: al Colón, al San Martín, con el Ballet Cisne Negro de Brasil y demás. Entonces me planteé por qué no gestar algo propio, que sea representativo de la cultura que tenemos en Sudamérica, que está muy dejada de lado. Nosotros tenemos grandes escritores, músicos, historiadores, escenógrafos, coreógrafos. La idea es hacer un producto nuestro. Y además entregarles a los bailarines del grupo mi experiencia personal, contarles anécdotas de coreógrafos como Killyan o Neumeyer, y que se den cuenta de que, más allá de la admiración que me puedan tener por la diferencia generacional, soy un ser humano y me puede ir bien o mal. Y además pongo mi granito de arena en esta sociedad que está un poquito renga y les doy trabajo. De repente son 18 personas que, si no, tal vez estarían desocupadas.

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