PSICOLOGíA › EL PSICOANALISIS Y LA PASION DE LA COLERA

El agujerito y la clavija

Puede valer la pena remontarse a la fundación de la filosofía contemporánea para empezar a entender esa rabia contra las cosas, que nos agarra cuando algunas simples acciones no nos salen bien.

 Por Diana Etinger *

En estos tiempos, recurrir a una referencia de Descartes para examinar y descubrir el mecanismo de las pasiones parece una quimera. Sin embargo, ahora más que nunca, es imprescindible avanzar en el terreno de la ciencia y de la ética. Tal fue el propósito de Lacan cuando se propuso revisar la denominada psicología de los afectos deteniéndose en la cólera. El se preguntaba por qué, mientras que la ética se había interesado en este afecto, el psicoanálisis no había manifestado el mismo interés. Entonces, en la octava clase del seminario “La ética del psicoanálisis”, dictado entre 1959 y 1960, pregunta: “¿Lo que Descartes articula sobre la cólera los satisface plenamente?” Y reenvía a la lectura de Las pasiones del alma (ver en esta misma página).

Las referencias a la pasión de la cólera se localizan en la tercera parte del Tratado, “De las pasiones particulares”. A lo largo de varios artículos traza de manera casi completa la fenoménica de la cólera (Menithmós: enojo, cólera, ira, resentimiento).

Para la lectura de esta referencia conviene entender que las referencias que señala Lacan constituyen una clave de acceso a su enseñanza; siempre hay que buscarlas y, muchas veces, descifrarlas para entender y completar sus textos. Lacan propone un ejercicio y una hipótesis de trabajo sobre la referencia, que en este caso es la de Descartes.

Vayamos a la hipótesis de trabajo. “La cólera es una pasión, sin duda, que se manifiesta por tal correlativo orgánico o fisiológico, por tal sentimiento más o menos hipertónico”, dice Lacan en aquel seminario, y continúa: “Quizá la cólera necesita una especie de reacción del sujeto ante una decepción, al fracaso de una correlación esperada entre un orden simbólico y la respuesta de lo real. Dicho de otra forma, la cólera está esencialmente ligada a lo que expresa esta fórmula de Peguy, que lo dice en una circunstancia humorística: ‘Es cuando las pequeñas clavijas no encajan en los agujeritos’”.

Esto se aclara un poco más en el seminario “El deseo y su interpretación”, cuando Lacan explica que “un afecto fundamental como la cólera no es otra cosa que esto: lo real llega de golpe (...) en el momento en que nosotros hemos hecho una muy bella trama simbólica, o todo va muy bien, el orden, la ley, nuestro mérito y nuestra buena voluntad. Uno se da cuenta, de golpe, de que las clavijas no encajan en los pequeños agujeros”.

Para trabajar estas hipótesis son necesarias las categorías de lo real, lo simbólico y lo imaginario. Estas permiten ordenar la experiencia, aprehenderla y entender qué implica el hecho de que, en el interior de lo simbólico, irrumpa algo real, muy perturbador. Ese real, real psíquico, más allá de la articulación significante y de los afectos, es un dominio móvil, confuso, mal localizado. Rescatando un término teórico freudiano, Lacan lo denomina campo de “La Cosa”. Este campo responde a la necesidad de investigar la cuestión de los diferentes goces y avanzar en el problema del mal, lo que “Freud designa como aquello que en la vida puede preferir la muerte”.

Dios, nada que ver

René Descartes (1596-1650) inauguró las bases de una ciencia en la que Dios no tiene nada que ver. A partir de Descartes, Dios es un supuesto, es la hipótesis de que existe, en alguna parte, un ser que pueda garantizar un saber no exclusivamente subjetivo. Lacan sostenía que “la característica de nuestra ciencia, y su diferencia con las antiguas ciencias, radica en que nadie siquiera se atreve a preguntar, sin caer en el ridículo, si Dios sabe algo de ella, si Dios hojea los tratados de matemáticas modernas para mantenerse al corriente”. Lacan dijo también que el psicoanálisis “no hubiera sido posible sino después del surgimiento del sujeto cartesiano, en tanto que la ciencia moderna no comienza sino después que Descartes hizo su paso inaugural”. Por otra parte, Descartes dedicó buena parte de sus reflexiones a esclarecer el misterio de la unión del alma y del cuerpo. La última obra de Descartes es el Tratado de las pasiones del alma, que consta de 212 artículos y es de sumo interés para el psicoanálisis y para la psiquiatría.

Tengamos presente que, desde hace años, se tiende a reducir la práctica psiquiátrica al diagnóstico y la prescripción de medicamentos. La práctica clínica se reduce así a clasificar conductas siguiendo las instrucciones de los manuales, para luego averiguar cuales son los psicotrópicos que alivien la tristeza y la desesperación. Descartes, en el Tratado, estimó que “si con un poco de iniciativa se pueden modificar los movimientos del cerebro en los animales desprovistos de razón, es evidente que eso mismo se puede conseguir en los hombres”. Los mecanismos para modificar de tal modo los “movimientos del cerebro” se denominan hoy reflejos condicionados y se usan en muchas “terapias”, con pronóstico reservado.

* Directora editorial de la publicación Referencias en la Obra de Lacan.

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