PSICOLOGíA › DIFICULTADES DE LAS TRES CONSIGNAS QUE DERRIBARON LA BASTILLA

“Libertad, igualdad, fraternidad”

 Por Sergio Rodríguez *

La política, en una primera aproximación, se ocupa de regular el funcionamiento entre los hablantes seres (escritura de Lacan que subraya la dependencia del ser respecto de su habla), decidiendo la reinversión y redistribución del plus que sus goces producen diariamente. Arbitra modalidades de producción y comercio. Funciona siempre bajo la tensión de intereses que representan deseos y goces diferentes y hasta contrapuestos, lo cual exige que se conformen gobiernos con poder suficiente para decidir el rumbo de dichas regulaciones. Esas decisiones no pueden no ser sintomáticas. Porque son tomadas en disputas y transacciones, contingentes (esto es, en la lógica propuesta por Lacan, que cesen de no escribirse) o bien fracasos.

Durante miles de años las políticas eran impuestas, principalmente con el recurso de las armas. Las revoluciones norteamericana y francesa proclamaron las consignas de libertad, igualdad y fraternidad. Las dos primeras son de totalización imposible –en el sentido que más arriba di a este término–. A ellas, las sociedades pueden acercarse más, o menos, según cómo logren trabajar la castración que las imposibilita. O sea: laborando desde las limitaciones impuestas por la estructura que enajena al sujeto, impidiéndole desprenderse totalmente de su función de objeto en su relación con el Otro. El Otro: lugar del lenguaje, de la Ley (de prohibición del incesto), de la castración y, como consecuencia inevitable, de la diferencia, la desigualdad.

La fraternidad fue inaugurada en la Biblia con Caín asesinando a Abel, y vuelta a presentar repetidamente en parábolas como las del hijo pródigo. Martín Fierro, sabiéndolo desde su inconsciente, recomendó: “Los hermanos sean unidos/ porque ésa es la ley primera,/(...) porque si entre ellos se pelean/ los devoran los de ajuera”: para que la fratria se una, tiene que responder a alguna ley. Su unión no es natural. Lo “natural humano” es el infierno de las diferencias. Esa ley obedece a la necesidad (que no cesa de escribirse, según la lógica propuesta por Lacan) de no ser devorados por otros. La experiencia social lo ratifica, repitiendo diferencias que no cesan de escribirse, sostenidas por lo real, lo imposible, que no cesa de no inscribirse. El enfrentamiento entre obreros mineros bolivianos de Huanuni, en octubre de 2006, o, en la Argentina los conflictos que se produjeron en algunas “empresas recuperadas”, lo ilustran. La inmensa mayoría de los hermanos sólo funcionan unidos mientras las necesidades se lo exigen. Cuando se producen valores en plus, comienzan las disensiones. De ahí la exigencia retroactiva de que haya quien cargue con las funciones del que se ha denominado “...en nombre del Padre” (Tótem, dioses, Dios, Sabiduría, etcétera). Pasaron por ese lugar: ¿matriarcas?, padres, tíos maternos, jefes tribales, estrategas, césares, mandarines, diferentes formas de reyes, señores feudales, sultanes, líderes revolucionarios, jefes de democracias, tiranos, dictadores.

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