REPORTAJES › JUAN CARLOS LASCURAIN, PRESIDENTE DE LA UIA

“No hay un comportamiento irresponsable con los precios”

El empresario asumirá esta tarde como presidente de la Unión Industrial Argentina. En este reportaje con Página/12, adelanta los ejes de su gestión, defiende al sector fabril por su respuesta frente a la inflación y reclama la creación de una banca de inversión para consolidar el modelo.

 Por David Cufré

Juan Carlos Lascurain es un empresario que estuvo en el grupo de la Unión Industrial Argentina que criticaba con más dureza las políticas de los noventa. Hoy asume como presidente de la entidad, en un intento de la central fabril por mejorar su llegada al Gobierno. En este reportaje con Página/12, anticipa lo que será su gestión, justifica los aumentos de precios del sector fabril y reconoce su preocupación por la desnacionalización de empresas. “El tema de Techint con el Gobierno no es cosa de la UIA”, aclara, frente a las turbulencias que sacudieron al grupo, con fuerte peso en la entidad, por el caso Scanska.

–¿Existe un proceso de desarrollo industrial o el sector atraviesa un período pasajero de vacas gordas?

–Ya son muchos años de crecimiento a un ritmo sostenido como para considerarlo algo pasajero. Están los sobrevivientes de la crisis, los que volvieron a abrir su fábrica y los que empezaron a comprar aquí partes que antes importaban. Es un proceso que se refleja en la caída del desempleo y en las economías regionales que están trabajando a pleno. El objetivo que debemos fijarnos es fortalecer el modelo y lograr que se sostenga en el tiempo.

–¿Qué bases hay y qué falta para afianzarlo?

–Tenemos una política consistente del Gobierno para mantener un tipo de cambio competitivo, una política de comercio exterior que prioriza la defensa de la producción nacional en las negociaciones internacionales y vemos una fuerte decisión de reindustrializar el país. El Gobierno, a través de distintas medidas, demuestra que su visión es que el país tiene que ser industrial. Nosotros fuimos contestando a esas señales con más empleo, mejores salarios, mejor distribución. Hoy los problemas de distribución están relacionados más que nada con el trabajo informal, que no es lo que tenemos en la industria. Casi todos los sectores industriales mejoraron los salarios respecto al 2001 tanto contra la inflación como contra la canasta básica.

–¿Y qué falta para consolidar el modelo industrial?

–Los industriales hemos percibido que estábamos frente a un proceso importante y por eso hemos invertido fuertemente, sobre todo las pymes. Lo que tenemos que empezar a afinar son cuestiones como la innovación tecnológica y la inversión de largo plazo, pensando en la inserción de una Argentina industrial en el mundo. Para eso, un capítulo fundamental es la financiación de la inversión. Otro es la educación. El Gobierno revalorizó la educación técnica, que había desaparecido en los noventa. También vislumbramos otras cuestiones más inmediatas como la legislación laboral. No postulamos la flexibilización laboral como herramienta, pero hay algunos temas que debemos resolver para seguir fomentando la inversión. Por ejemplo, la Ley de Riesgos del Trabajo. Las pymes son las que están más desprotegidas frente a la industria del juicio. También habría que estudiar un marco jurídico laboral e impositivo diferenciado para las pymes, que tienen características distintas de las grandes empresas.

–No tanto como en otras épocas, pero a veces los consumidores se quejan de la calidad de los productos de la industria argentina. ¿Los industriales lo tienen presente?

–Si la exportación de productos manufacturados creció como creció es porque la industria argentina responde a parámetros internacionales. Los sectores neoliberales siempre han utilizado ese argumento para atacar la producción nacional y decir que la Argentina no tiene que ser industrial. Es un argumento que han utilizado para justificar su ideología.

–De acuerdo, ¿pero cuál es la respuesta frente a los consumidores?

–Si la industria invierte como lo está haciendo, y sobre todo las pymes, es para mejorar la calidad de sus productos. Esa es la realidad. Yo no veo otra cosa. Después están las campañas. En la época de Martínez de Hoz ponían dos sillas, una se rompía y la otra no. La que aguantaba era importada. Eso se terminó de consolidar en los noventa. (Bernardo) Neustadt también decía que los productos importados eran espectaculares. Así fue como nos quedamos sin laburo. Todos sabemos cómo terminaron los noventa.

–¿Hay algún cambio respecto de la convertibilidad en el acceso de la industria al crédito bancario?

–Hubo cambios, sí. Pero las pymes no van a buscar masivamente financiamiento a los bancos. El Banco Central flexibilizó algunas normas, se hicieron esfuerzos, hay una intención de mejorar. Igual, para nosotros todo es poco. El problema no es el acceso sino la voluntad de pedirle crédito a un banco. El industrial compara entre el costo de autofinanciarse y buscar apoyo en forma externa. Hasta ahora a la mayoría le ha convenido autofinanciarse. También hay un problema de fondeo de los bancos, que les dificulta prestar a largo plazo. Por eso a ellos les conviene prestar para el consumo. La situación actual es distinta porque en los noventa las empresas competíamos con el Estado, que absorbía el financiamiento disponible y fijaba la tasa. Eso cambió, pero el problema del financiamiento es más estructural.

–¿Se necesita un banco de desarrollo al estilo brasilero?

–Ellos financian muy bien el desarrollo. Creo que sí, que habría que trabajar para fomentar una banca de desarrollo para igualarnos con nuestros socios. Puede ser una nueva entidad o a través de la banca que ya existe, creando una política de financiamiento a largo plazo. Por eso yo hablo de banca de desarrollo y no de un banco de desarrollo.

–¿El Banco del Sur podría cumplir esa función?

–El Banco del Sur me parece una buena idea. Pero mientras tanto, tenemos que ir haciendo algo con lo nuestro.

–¿Le preocupa que la inflación se coma la ganancia de rentabilidad que obtuvo la industria a partir de la devaluación?

–Sí, es uno de los temas que nos preocupan. El Gobierno está haciendo un esfuerzo muy importante para mantener un tipo de cambio competitivo. Eso lo valoramos enormemente. La solución se va a ir dando en la medida en que tengamos más ajustadas las variables de costos. También sería importante generar instrumentos para que podamos financiar mejor la inversión, para que no se haga solamente de la mano del capital propio.

–¿La industria no debería moderar los aumentos para cuidar el modelo de dólar alto?

–Yo no veo un comportamiento irresponsable con los precios. Los productos aumentan en función de los costos. Nadie puede pensar que si los salarios suben, si el precio de la energía se encarece, una parte de ello no se traslade a precios. El que plantea que la industria tiene una rentabilidad muy alta es como que diga que todos los periodistas ganan mucha plata. Cada sector tiene su realidad. El que debe enfrentarse a la competencia china está en otra cosa. No hay que generalizar.

–Pero convengamos que como sector de la economía la industria está ganando mucho más que en otros momentos. ¿Cuánto hay que retrotraerse para encontrar otro período durante el cual la industria ganara tanta plata como ahora?

–Hacía cien años que la Argentina no crecía a estas tasas durante cinco años seguidos, con eso está todo dicho. Pero creo que no hay que verlo en términos de rentabilidad sino de crecimiento. La industria tiene rentabilidad, que también se fue achicando por la suba de costos. Y la rentabilidad se puede guardar o se puede invertir. Acá claramente la hemos reinvertido, si no la capacidad ociosa no estaría en el mismo nivel desde hace años a pesar de tanto crecimiento.

–¿Cómo le va en su empresa?

–Bien.

–¿Cómo se llama, a qué se dedica?

–Se llama Fainser S.A. Es una fábrica de calderas y de equipos de proceso, que son intercambiadores de calor que usa la industria del petróleo y el gas. Hace más de 30 años que soy industrial, siempre en el sector metalúrgico.

–¿Hay o no hay crisis energética?

–Con el crecimiento que tiene la Argentina nada alcanza. Yo tengo una visión positiva. Hace ocho años sobraba todo, incluso la gente. Las cosas se están haciendo. Hay un problema de infraestructura general. Si no se invierte, evidentemente tendremos problemas. Pero hay una serie de proyectos en marcha y otros en proceso de licitación.

–El caso Scanska afecta, ¿cómo lo ve?

–No es un tema de la Unión Industrial. Creo que Scanska es socia de otra institución. Nada más.

–Techint es el grupo económico más grande del país y sólo por eso tiene un peso importante dentro de la UIA. Además, su director de Relaciones Institucionales, Luis Betnaza, asume mañana (por hoy) como su vicepresidente. ¿Cómo juega la presencia de Techint en la relación de la entidad con el Gobierno?

–No tiene por qué jugar de ninguna manera. El tema que vimos en los diarios respecto de Techint y el Gobierno lo maneja la empresa. Es como si yo tuviera un problema con mi empresa y se metiera la UIA. La UIA representa a la industria en su conjunto y a todas las provincias del país. Pocas entidades en el mundo tienen una representación de su industria nacional como la tiene la UIA. Esa representación es de todos, no de una empresa.

–¿Cómo analiza la UIA el proceso de integración regional? ¿Lo prefiere antes que el ALCA?

–Por supuesto. Nosotros ya dijimos el año pasado que estamos en contra del ALCA. Apostamos a un proyecto regional que nos contenga.

–¿Qué opina de la relación con Venezuela?

–Los metalúrgicos hicimos una misión comercial a Venezuela. Hay muchas empresas que están exportando. Se puede vender, se cobra, está todo bárbaro.

–¿La desnacionalización de la industria es una muestra de desconfianza frente al modelo o un problema cultural?

–Es un tema que nos preocupa mucho. Creo que es sencillamente porque somos un mercado en expansión que despierta interés en inversores del mundo que tienen mejor financiamiento. Hay apoyos crediticios que no tenemos y debemos tratar de conseguir.

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