SOCIEDAD › ERAN CUATRO LAS VICTIMAS. LOS DETALLES DESCONOCIDOS

La última noche de Ezequiel

Por primera vez se revelan los detalles minuciosos de los hechos del Riachuelo. El testimonio paso a paso de los dos sobrevivientes. Cómo buscaron a Ezequiel una vez que pudieron salir del agua. El terror de los días posteriores. La cuarta víctima, que recién ahora se animó a declarar ante la jueza.

 Por Carlos Rodríguez

Antes de ser obligado a tirarse al agua, Ezequiel Demonty, de 19 años, fue el más golpeado por los policías. Esto se debió a dos razones: era el más fornido de los tres amigos y, además, como tenía una disminución en su capacidad auditiva, no escuchaba bien las órdenes de los uniformados, que se ponían cada vez más violentos con él. “Estaban re-duros y uno de los que pegaban tenía ‘baranda’ a alcohol”, dijo uno de los sobrevivientes, según el relato de los hechos que pudo reconstruir Página/12. Este diario también determinó que hubo una cuarta víctima, hasta ahora desconocida, que ayer declaró en la causa bajo identidad reservada y que ratificó la denuncia (ver nota aparte). Los dos chicos que sobrevivieron al Riachuelo son huérfanos y vivían con sus tíos o abuelos en la villa conocida como Ciudad Oculta, en Mataderos. Allí estuvieron escondidos una semana, en distintas casas, porque los andaba buscando personal de civil de la brigada de la comisaría 34ª. Desoyendo el consejo de algunos funcionarios que querían protegerlos, los dos chicos concurrieron el sábado, a escondidas, con los rostros semiocultos, al velatorio de Ezequiel. Nadie los descubrió.
De las cuatro víctimas de la historia, sólo tres fueron obligadas a tirarse al agua. La otra persona sufrió los apremios ilegales previos, pero no fue llevada hasta la orilla del río porque la dejaron bajar del patrullero en el que iba, al lado de Ezequiel. “Después de lo que vivieron en el Riachuelo, los dos sobrevivientes estaban muy asustados y cambiaban de casa en forma permanente”, dijo una fuente allegada a las familias. En ese marco de terror fueron llevados a declarar por primera vez ante el fiscal Marcelo Romá, el lunes 16, dos días después de la tragedia. Un detalle incomprensible por la situación vivida es que a sus casas los fueron a buscar efectivos de la Federal de la División Asuntos Internos.
Después de prestar declaración, los dos chicos, de 14 y 18 años, regresaron a la villa, donde permanecieron hasta el sábado pasado. Fueron cambiando de casa porque en el barrio corrió la voz de que los buscaba “personal de civil de la brigada de la 34ª”. A pesar del miedo que tenían y de los consejos que les dieron sus familiares y algunos funcionarios que querían protegerlos, los dos chicos fueron al velatorio de su amigo Ezequiel, en Eva Perón y Guardia Nacional. “Se fueron con gorras y ropas que les cambiaban la fisonomía y así pudieron escaparle a Crónica TV y a otros canales que los estuvieron buscando toda la noche.”
En su relato sobre lo ocurrido en el Riachuelo, el menor de los chicos explicó la forma curiosa en la que había descubierto que los policías eran de la seccional 34ª: “Me hicieron arrodillar y mantener la cabeza gacha, pero por entre los pelos pude ver el número sobre la puerta del patrullero”. Durante la detención y posterior paliza en la esquina de La Constancia y Avenida Cruz, el más perjudicado fue Ezequiel. “Como era hipoacúsico, no escuchaba bien las órdenes que le daban. También le pegaban porque era el más grande de todos y la policía se ensañó con él.”
De todos modos, los golpes fueron para todos, incluso para la cuarta víctima. Al chico de 18 lo golpearon en la espalda, todavía tiene una herida abierta y profunda en el labio y traumatismos en la cabeza y en el cuerpo. Lo mismo le pasó al pibe de 14, que para colmo es “bajito y menudito, al punto que parece más chico”. Los pibes recuerdan haber visto armas en las manos de varios de los policías. La autopsia confirmó que Ezequiel fue golpeado en la cabeza y en el rostro “con un objeto duro y romo”, que podría ser la culata de un arma.
Las cuatro víctimas fueron subidas a los tres patrulleros y cuando tres de ellas llegaron a la orilla del Riachuelo, en el lugar donde desemboca la calle Agustín de Vedia, volvieron los golpes y los insultos. Después los empujaron de a uno: primero Ezequiel, luego el chico de 14 y después el de 18. En el lugar hay una barranca, después una playa y un solitario árbol propio del Riachuelo: raquítico, sin vida. Hay quienes afirman queEzequiel “no sabía nadar”. Sin embargo, el menor de sus amigos dijo en la causa que lo vio nadar “hasta la mitad del Riachuelo y después comenzó a desviarse hacia la izquierda, en dirección al Puente Alsina”, cuyo nombre oficial es Puente Uriburu.
El tercer chico, que le tiene pánico al agua, se sumergió pero bien a la orilla y quedó prendido a los juncos que caen sobre el agua. Se salvó porque los policías, cuando cayó el último, pegaron media vuelta y se fueron. Antes de llegar a la otra orilla, con las ropas infectas de barro, el chico de 14 años trató de orientar a Ezequiel: “Seguí derecho, seguí derecho”, alcanzó a gritarle mientras el lodo le llenaba la boca. Ezequiel parecía no poder escuchar nada. Cuando salió a la superficie, el pibe de 14 buscó a su amigo, colgado en la otra punta del río. Los dos caminaron por la orilla, gritando el nombre de su amigo Ezequiel, a quien habían perdido de vista en medio de la noche y el agua oscuras. El más chico, que estaba del lado de la provincia, caminó más de dos cuadras hacia Valentín Alsina y subió al puente, para retornar hacia la Capital.
Los dos, llenos de barro, se reencontraron en territorio porteño y fueron hasta un bar en la esquina de Mom y la avenida Sáenz Oeste, frente al puente. Le preguntaron a uno de los dueños si habían visto pasar a un chico que, como ellos, estaba lleno de lodo. El hombre dijo que iba a averiguar y después les cerró la puerta en la cara. Fueron a otro restaurante que está en Echauri y Sáenz. Allí alguien les mintió o se equivocó: “Sí, lo vi pasar para el lado de avenida Roca”, fue la respuesta. Por eso, tanto ellos como la familia alentaron la esperanza de que Ezequiel siguiera vivo. “Todos querían pensar que, como era medio sordo, se había aturdido por los golpes y estaba extraviado.”

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El barrio de Ezequiel. Los otros dos sobrevivientes fueron al velatorio, escondidos.
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