SOCIEDAD › ESCáNDALO EN CAROLINA DEL SUR CON SU GOBERNADOR

Una “aventura” porteña

No fue su innata afición al montañismo y al turismo aventura lo que terminó por sellar a fuego y lacre la carrera política del gobernador republicano del conservador estado de Carolina del Sur, Marshall Clement Sanford, cariñosamente conocido como Gov. Mark, sino su falta de información más allá de las fronteras. Durante cinco días, Gov. Mark estuvo ausente sin aviso de su sillón, de su partido, de su casa, de su familia y amigos, sin dejar reemplazo, dejando al garete al Estado y a los casi 10 millones de preocupados carolinos que empezaban a ver detrás de su ausencia una alarmante mano negra (Carolina del Norte no puede arrancar de su pasado su papel de secesionista y racista) o la sombra de Bin Laden.

Primero se dijo que, experto montañista, había pasado unos días en los montes Apalaches. Después, se supo, él mismo explicó que había elegido un “destino más exótico, Buenos Aires”. Ayer, de regreso, describió a una periodista que lo encontró en el aeropuerto, “enjoyable city, like a mountain”, y explicó que como cura al estrés había alquilado un auto y paseado kilómetros y kilómetros por las “costas” de Buenos Aires. A partir de ese momento, todo fue un trastabillar de imprecisiones y balbuceos que se complicaban en cada pregunta, hasta que Gov. Mark reconoció que lo más alto que había llegado era a un cuarto piso frente a un little park (el Zoológico), en casa de una dear, dear friend, con quien mantuvo una relación más que cercana. Después pidió disculpas a Jenny, su esposa, y a sus cuatro hijos, Marshall, Landon, Bolton, Blake, a quienes no quiso mencionar para “salvar su intimidad”.

Los carolinos, tan formales y ultraconservadores, empezaron a pensar en un día aciago cuando notaron que Gov. Mark no había aparecido por el Father’s Day ni se había mostrado en las fotos familiares a las que resultó tan afecto durante sus dos campañas anteriores, que lo llevaron a la reelección en el sillón del Estado desde 2002. El martes pasado, cuando la inquietud empezaba a trepar por las paredes de la gobernación, los voceros de Gov. Mark filtraron la información de que se encontraba en los Montes Apalaches, sin su celular, buscando perder algo del endemoniado estrés que había sufrido durante la última extensa jornada de la Legislatura, donde intentó evitar una ayuda que Mr. President Obama enviaba al Estado y que votaban los demócratas. “Perdió la sesión, salió extenuado, hizo unas pocas valijas y partió hacia los Apalaches. El miércoles estará de vuelta”, dijeron los voceros desde la gobernación el martes mismo. “Estoy feliz de oír que finalmente Governor Sanford se contactó con su oficina después de haber desaparecido de su Estado durante cinco días”, dijo el senador Jake Knotts. “Entiendo lo de las vacaciones, pero las próximas que tome espero que lleve su celular.” A esa altura, todavía no se sabía lo de la dear, dear friend. Ni siquiera que Buenos Aires tenía kilómetros y kilómetros de costas.

El lunes, Jenny ya había sido consultada y explicó al periodismo que Mark había salido varios días, no había estado con ellos el día del padre, y que no sabía dónde estaba, pero que había ido a “desarrollar un proyecto literario”.

Knotts había comentado, como gracia y perdón, que Gov. Mark acostumbraba eludir a sus custodios y desaparecer por algunas horas sin dejar rastros. El regreso de Mark fue anunciado para ayer, pero en lugar de regresar por el aeropuerto principal lo hizo por uno secundario. “No entiendo por qué hicieron tanto problema”, dijo a una periodista del periódico The State, la única que lo esperaba. Ahí largó lo de Buenos Aires y sus hermosas playas. Después rodó por el barranco y reconoció que su dear dear friend era una mujer de 46 años, de la zona de Palermo. Los datos empezaron a saltar por doquier. En Buenos Aires, en República de la India al 3100, se reunió una multitud de corresponsales estadounidenses aguardando ver el rostro de la dear dear friend.

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Marshall Sanford y familia, antes de su escapada con la amante.
 
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