SOCIEDAD › SUBASTA DE UN TALLER CON EL DUEÑO DESCOMPUESTO

Un remate a las escondidas

Rápidos como la verba del subastador acostumbrado a apurar las ventas; sigilosos como un grupo entrenado para caminar sobre vidrios molidos; efectivos como funcionarios del FMI cobrando intereses, los rematadores y la troupe de supuestos compradores que participan de los remates de bienes de personas fundidas ayer volvieron a cumplir con su cuerva misión. Esta vez fue en medio de un escándalo, denunciado por Fedecámaras: los rematadores procedieron a subastar el local de un taller mecánico fundido, a pesar de que su dueño se había descompuesto y era atendido por paramédicos de una ambulancia. Los hombres de trajes negros salieron por una escalera alternativa del edificio, obviando el escrache que había en la puerta, y a pesar del trance del hombre a punto de perderlo todo, denunciaron las organizaciones presentes.
Eran poco más de las ocho de la mañana cuando los comerciantes de la red de solidaridad con los que padecen la venta compulsiva de sus propiedades desplegaron banderas frente al edificio de la Corporación de Rematadores y Corredores inmobiliarios. Son alrededor de diez organizaciones que intentan impedir que la Justicia cumpla con los remates judiciales que quedaron atrapados entre el corralito y las deudas que la crisis les agigantó. Ayer eran unos cuarenta intentando impedir que a don Fernando Anselmi, de 68 años, quien sufre de mal de Parkinson, le remataran su taller mecánico de la calle Córdoba al 3000 por una deuda de 117 mil pesos. El presidente de Fedecámaras, Rubén Manusovich, y otros cuatro comerciantes entraron al edificio y llegaron al salón del tercer piso donde se iba a realizar el acto.
En general, tal como ocurrió el martes en Pergamino donde consiguieron frenar la subasta de la casa de una madre y su hija, los que salen al rescate de los fundidos cuando comienzan a ofertar precios, cantan el himno. Así hicieron también en este caso. Para continuar con el dictamen del juzgado en lo comercial número 5, los rematadores llamaron al secretario del juez.
cuando don Anselmi se sintió mal, debido a la tensión nerviosa. “Nosotros rodeábamos al hombre enfermo, y cuando nos dimos vuelta, ellos desaparecieron y se fueron al primer piso. Son todos cómplices, uno remata y los otros acuerdan el precio para comprar barato y aprovecharse de la situación de los deudores.” Les dicen “La Liga”, aseguró Manusovich a Página/12. Los comerciantes intentaron entrar al remate, que es supuestamente público, pero se los impidió la policía. Según el dirigente de Fedecámaras, cuando los miembros de La Liga salieron a la calle “sobradores y burlándose” anunciaron: “La propiedad igual fue rematada”.
El asunto terminó en escándalo: uno de los que participó del remate insultó a los de la red de solidaridad y éstos arremetieron. “La verdad es que estuvimos a punto de llegar a los puños”, reconoció Manusovich.

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