SOCIEDAD › UN IMPORTANTE AVANCE DE CIENTIFICOS ARGENTINOS PERMITIRIA PERFECCIONAR ENSAYOS TERAPEUTICOS

Dilemas de la célula frente al cáncer

Investigadores del Conicet descubrieron que una proteína tiene la función de que la célula resuelva cuáles mutaciones debe corregir en el momento de reproducirse. El hallazgo podría contribuir a nuevos tratamientos contra el cáncer.

 Por Pedro Lipcovich

“Estoy horrible –dijo la célula–: me llené de mutaciones y ahora no sé qué hacer.” La duda de esta célula coqueta no es banal: ella podría arreglar cuidadosamente sus lesiones (que son miles por día) hasta verse preciosa en el espejo, pero eso traería dos problemas: uno, tardaría tanto en hacerlo que el tiempo no le alcanzaría para reproducirse, moriría y el organismo al que pertenece se quedaría sin ella. El otro problema es para la especie: si el ADN se hubiera replicado sin errores desde el comienzo de la vida, no habría existido evolución. “Bueno, entonces, tiro la chancleta y me reproduzco a la bartola”, podría decir la célula, pero esta actitud, además de afectar su reputación en el vecindario, multiplicaría las mutaciones y el riesgo de enfermedades como el cáncer. Un equipo de investigadores del Conicet, en el Instituto Leloir, logró un avance importante para entender cómo logran las células el equilibrio que les permite corregir algunas lesiones y dejar pasar otras. Estos científicos descubrieron una nueva función para una proteína llamada Chk1, gracias a la cual la célula, luego de esa desesperación inicial ante el espejo, sabe muy bien qué defectos puede corregir y cuáles deberá disimular. El hallazgo podría contribuir a nuevos tratamientos contra el cáncer.

El estudio se publicó en la prestigiosa revista Proceedings of the National Academy of Sciences, firmado por Juliana Speroni, María Belén Federico, Sabrina Mansilla, Gastón Soria y Vanesa Gottifredi, del laboratorio de Ciclo Celular y Estabilidad Genómica de la Fundación Instituto Leloir-Conicet-UBA. Los investigadores reexaminaron las funciones de la proteína Chk1, que interviene en la reproducción celular. “Hasta ahora, se sabía que era ‘conservadora’, con la función de cuidar que, cuando la célula se divide, no se trasmitan mutaciones –explicó a este diario Gottifredi, jefa del equipo–: pero encontramos que la misma proteína permite mutaciones en otros lugares del mismo ADN.”

Las mutaciones no son pocas: “Cada célula humana acumula diez mil o más lesiones por día, sólo como efectos colaterales de su propio metabolismo –señaló la investigadora–. La célula dispone de mecanismos para, cuando le llega el momento de dividirse, corregir esos errores y así evitar que se trasmitan a las células hijas. Pero si se pusiera demasiado conservadora, si pretendiera corregirlos todos, la división tardaría demasiado, no llegaría a concretarse y la célula moriría sin descendencia”. Además, recordó Gottifredi, “las mutaciones son necesarias para la evolución: si en la historia de los seres vivos la copia del ADN hubiera sido perfecta, no habría habido evolución de las especies”.

Entonces, hay que lograr un equilibrio. Y aquí interviene otro factor: “Gran parte del genoma es lo que llamamos ‘ADN basura’, que no tiene función, es como una página en blanco. Las mutaciones que afecten esos sectores del ADN no traen mayores problemas”, señaló la científica. Entonces, una solución sería: que la célula sea tolerante con las mutaciones que peguen en el ADN basura –y así gane tiempo para reproducirse– pero estricta con las mutaciones que dañen genes en actividad, y así reduzca el riesgo de enfermedades como el cáncer. “Según nuestra investigación, la proteína Chk1 estaría a cargo de determinar qué mutaciones pueden admitirse y cuáles no”, concluyó Gottifredi.

La proteína Chk1 no está ausente en las células cancerosas: “En rigor, la célula tumoral la usa más, ya que se reproduce más seguido –observó Gottifredi–: esto hace que esta proteína sea un buen target en la búsqueda de tratamientos, y ya se prueban terapias para inhibir su actividad en las células de tumores; a partir de nuestro trabajo, que está en el orden de la investigación básica, tal vez se pueda perfeccionar o reformular esos ensayos terapéuticos”.

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Las investigadoras Juliana Speroni y Vanesa Gottifredi, del Conicet, en el Instituto Leloir.
 
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