SOCIEDAD › ADELANTO EXCLUSIVO DEL NUEVO LIBRO DE JOSé PABLO FEINMANN Y HORACIO GONZáLEZ

Historia y pasión

Durante más de veinte horas, José Pablo Feinmann y Horacio González se sumergieron en un diálogo que recorrió la historia argentina contemporánea corporizada en sus propias vidas, las de sus amigos y enemigos y cada uno de los momentos que les tocó protagonizar o interpretar. Peronismo, setentismo, kirchnerismo son apenas algunos de los rótulos que encuentran sus raíces en una historia tan nacional como personal. El fruto del esfuerzo quedó plasmado en el libro Historia y pasión. La voluntad de pensarlo todo, recogido por Héctor Pavón, testigo y organizador de la aventura, que presenta esta semana la Editorial Planeta. Los siguientes diálogos son apenas una muestra de su sorprendente riqueza.

La guerrilla y los símbolos políticos

Horacio González: La idea de que un hombre es un símbolo, una idea muy extrema, está en la lógica de Pierce, ¿no? Pero también estaba en la lógica de la guerrilla. No se mata a un hombre, como ni siquiera se mata un libro, se mata un símbolo de un poder antagónico. Una idea muy deshumanizada.

José Pablo Feinmann: Muy deshumanizada. Ahí es cuando Firmenich da la orden de matar policías y salen a matar policías, a cualquier policía. Los mataban porque era un símbolo.

HG: Por eso yo dudo de la frase “el hombre es un símbolo”, porque permite pasar por alto ciertas cuestiones intransferibles que es la vida individual. Pero es difícil que la política no piense a los hombres como símbolos.

JPF: Muy fuerte, porque la política debería tender a pensar a los hombres como hombres; si un hombre es un símbolo, salís a matar a mucha gente. En esa época, matar a los policías era todo un símbolo. Una vez Diego Curubeto, un crítico de cine mucho más joven que yo, me pregunta con gran curiosidad: “Por qué creían ustedes que matando policías iban a hacer la revolución”. Y yo sentí que me iba a costar mucho trabajo explicarle que un policía era un símbolo del sistema y que lo representaba y que matarlo era herir al sistema y eran muchas palabras para explicar por qué se mata a una persona. Y cuando entendí que la nueva generación no lo podía entender, me di cuenta de que yo tampoco lo podía entender...

HG: Sí, porque es difícil sacarse una idea, no sé si es hegeliana, que hay arquetipos que transmutan arquetipos contrarios que engloban la vida de los hombres que están dentro de ellos. Bueno, Rodolfo Walsh en sus últimos escritos critica eso de Montoneros.

JPF: Y sí, dice unas cuantas cosas sensatas.

HG: Dice que hay una deficiencia de historicidad en el grupo, está diciendo que un hombre es un hombre.

JPF: Bueno, eso yo lo puse en Timote, le dicen a Fernando Abal: “No hables más con Aramburu, porque para vos tiene que ser una ideología, es el tipo que mató a Valle, no puede ser otra cosa, cuanto más hables con él más lo vas a conocer y menos lo vas a poder matar”. Es así, pero creo que Camus en Los justos, un tipo tiene que tirar una bomba al ministro y ve a los nenes desde la terraza y no la tira. Hay otra cosa más sutil que le dice: es posible que veas una herida pequeña en la cara del Zar que se hizo esa mañana al afeitarse, fijate vos, y te vas a dar cuenta de que es un hombre que se afeita y hasta que se produjo la pequeña herida, y ahí te vas a dar cuenta de que es un hombre, no vas a matar al sistema zarista.

HG: Bueno, dicho esto hay que explicar cómo la bajada del cuadro de Videla en el Colegio Militar tiene este simbolismo y sin embargo se constituyó en un pasaje de época.

JPF: Pero eso no es matarlo a Videla.

HG: Es una suerte de aplicación del símbolo a un ejercicio que ejerce una presión, una fuerza casi de ensueño contra un hombre.

JPF: Es un sueño.

HG: Un acto nominalista que constituye una época.

JPF: Bueno, primero hay algo extraordinario, que nadie mató a nadie después de la dictadura, es insólito, algo se hizo bien en el campo de los derechos humanos en la Argentina y que la derecha debería reconocer, no se mató a nadie, se los juzga, se los pone presos, pero nadie mata a nadie. Y la bajada del cuadro tiene un simbolismo enorme, no es la muerte, es la democracia que destituye a un dictador sanguinario, podríamos verlo así.

HG: Sí, porque anunció también el modo en que se está haciendo política. Incluso en cómo se está tratando la cuestión de los medios. Con fuertes intervenciones simbólicas, virulentas en gran medida pero el símbolo está en el lugar del cuerpo real de los hombres. Esa es una ventaja para el tipo de confrontación de la Argentina, en otros países se hace con un coche bomba.

JPF: Sí, hasta ahora vamos bien. Para mí, la bajada del cuadro fue un momento muy emocionante. Y que lo bajara Bendini, un tipo de las Fuerzas Armadas que baja ese cuadro por orden de un civil. Esa foto es una gloria, hay fotos que te marcan. Me quedé horas mirando una foto donde dos tipos que son dos canas lo llevan a Videla que va trastabillando y no podía creer esa foto, este tipo que mató tanta gente que se creyó el dueño de todo, ahí va, llevado por la policía que él dominó, hizo matar, arrojó sobre la población, ahora a él lo llevan y hasta trastabilló, lo tuvieron que sostener. Impresionante.

HG: Son grandes fuerzas de la educación moral. Un hombre de gran poder que ordenó en abstracto la muerte de mucha gente.

JPF: Sí, matar, no importaba nada al que había que matar...

HG: Sí, esa reducción a lo humano no deja de demostrar digamos que lo humano sin más tiene ese poder irónico.

JPF: Lo humano...

HG: Sin más, despojado de sus poderes, muestra lo irónico de ese tipo de humanidad despojada porque es una forma sutil de castigo, aunque haber perdido sus atributos y quedar reducido a su forma humana tampoco habla muy bien de la forma humana.

JPF: No. A mí eso me fascina, no decir que Videla es un monstruo, de ninguna manera, es un ser humano y no es un ser humano inhumano, es inhumano porque es humano. El hombre es inhumano. No hay que discutir demasiado.

HG: Carga una forma fallida de la humanidad.

JPF: Una forma, la peor, es la que más se ha explicitado en la historia, en última instancia.

HG: Además, con la cuestión religiosa, se necesitaba de un santoral para matar así. Muertes abstractas para él.

JPF: Pero él mata con la Iglesia también.

HG: Lo que Marx considera al analizar el concepto de fetichismo en El fetichismo de la mercancía acerca de la religión es que es abstracta como la mercancía; por lo tanto, es posible devocionar a Dios y a los hombres en abstracto y es posible matar a los hombres en concreto en nombre del hombre abstracto.

JPF: Ahí la tarea de la Iglesia es la de llevar la paz a las almas de los asesinos.

HG: Es una gran tarea, una tarea dostoievskiana, no es una tarea menor.

JPF: Sostener todo el régimen.

HG: Una tarea de carácter así, de una turbiedad casi magnífica, pero los secretos religiosos anidan también, son liberadores y también muy ligados a las formas más oscuras de la conciencia.

JPF: Imaginemos la escena, baja el tipo del avión, tiraron 35 cadáveres al río. Un tipo baja y hay tres curas y uno lo ve muy mal al ejecutor. El cura se acerca al tipo y le dice lo que tiene que decirle: hijo mío, has cumplido con una tarea santa, sagrada, una tarea por la que Dios te va a agradecer, la Iglesia, Dios y la Nación te lo agradecen, no sufras, has hecho una tarea santa y necesaria, vas a lograr no sólo el perdón de Dios, sino el aprecio, la comprensión, el cariño, el amor de los humanos de la patria.

HG: El Cristo, o la religión... son capaces de justificar ese tipo de reacciones, es una fórmula de las más oscuras.

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