SOCIEDAD › APENAS EL 2,3 POR CIENTO DE LAS ADOLESCENTES OPTARIA POR ESTUDIAR UNA CARRERA INFORMATICA

Ese mundo que es ajeno a las mujeres

En computación, la presencia femenina sólo llega al 11 por ciento. Una investigación del Ministerio de Ciencia indagó sobre esa realidad. Y encontró que las chicas no la sienten como una carrera apropiada y tienen más temor a experimentar con las computadoras.

Las mujeres están alejadas de la informática desde la adolescencia, ya que sólo el 2,3 por ciento de las estudiantes optaría por esta carrera, según reveló una investigación del Ministerio de Ciencia que indagó sobre las causas que generan que la presencia femenina en el sector sea hoy de sólo del 11 por ciento.

“Ellas rechazan la programación como una actividad laboral, tanto principal como secundaria, porque aspiran a ser mujeres que salen a trabajar fuera de su casa y relacionan este tipo de trabajo con quedarse en el hogar”, explicó Fernando Schapachnik, director de Vocaciones en Tics de la Fundación Sadosky.

La fundación, dependiente de la cartera de Ciencia, impulsó el estudio “Y las mujeres... ¿dónde están? Primer estudio sobre la baja presencia femenina en informática”. “Hay que recuperar a las mujeres en el mundo de la computación para terminar con la desigualdad, para no perdernos sus aportes”, señaló Santiago Ceria, director ejecutivo de la institución.

La investigación se hizo sobre la base de encuestas y grupos focales realizados entre 627 estudiantes de segundo y quinto año, de ocho escuelas públicas ubicadas en el primer y segundo cordón del conurbano, que son usuarios del plan Conectar Igualdad.

Algunos de los datos relevados indicaron que sólo el 2,3 por ciento de las entrevistadas estudiarían Informática, que no la sienten como una carrera apropiada, que tienen más temor que los varones a experimentar con las computadoras y que ellos las triplican cuando se trata de reconocerse con potenciales trabajadores para desarrollarse en este ámbito.

Este estudio pionero “nos permitirá diseñar políticas públicas para reformar esta realidad y, para eso, primero necesitamos entender qué está pasando”, destacó Ceria.

Otro dato que aportó el estudio es que el 35 por ciento de las adolescentes manifestó predisposición para trabajar con tecnologías digitales, pero no en informática. Cuando se les pidió a las jóvenes sus preferencias, el arte y el espectáculo ocuparon los primeros lugares, seguido de la asistencia a personas, la belleza y estética, la docencia.

Tanto en la encuesta como en los grupos focales emergió la idea de que los varones aceptan más riesgos en el uso de las computadoras, en tanto las mujeres son más temerosas: “La exploración, la aventura, el experimento, son vistos como aspectos característicos de los varones y ajenos a ellas”, completó el informe. Las jóvenes “tienen miedo de romper las computadoras y tener que llamar a un varón para arreglarlas”, dijo Schapachnik, quien reconoció que de los grupos salió la idea de que, socialmente, está aceptado que ellos sí pueden romper mientras experimentan.

También destacó que en las mujeres “hay una mayor aceptación del desconocimiento, son más naturales cuando dicen que no saben”.

Otra conclusión de la prueba es que las y los estudiantes “sienten que quienes son programadores no son como ellos”, ya que los estereotipan como “inteligentes, trabajadores, jóvenes, en su mayoría varones, de tez blanca, con anteojos, que no son buenos en las conquistas amorosas”. Este imaginario “no es despectivo, muestra la distancia que sienten”, explicó Schapachnik, quien aportó algunas ideas a futuro para seguir indagando, teniendo en cuenta qué pasa en la escuela primaria con esta temática, en los videos, en los juegos y juguetes y en las representaciones de los medios masivos.

Para el especialista, “más información sobre el mundo de la informática, de los numerosos planes oficiales y políticas empresarias que tiendan a fomentar la incorporación de mujeres son algunos de los aspectos que colaborarían a cambiar los bajos porcentajes femeninos del sector”.

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La investigación de la Fundación Sadosky se llama “Y las mujeres... ¿dónde están?”
 
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