SOCIEDAD › DOS NOTAS ESCRITAS POR ALUMNOS SECUNDARIOS SOBRE EL TATUAJE, GANADORAS DE UN CERTAMEN PERIODISTICO

Imágenes a flor de piel

La Secretaría de Educación porteña organizó el Concurso Periodistas por un Día entre estudiantes de la ciudad. El premio es la publicación de sus trabajos. Aquí, dos de los textos ganadores, uno de una escuela de Villa del Parque y otro de Barrio Norte, que recorren la historia del tatuaje, las motivaciones de los adolescentes y la mirada de los adultos frente a esta práctica cada vez más extendida.

Por Gabriel Alazraqui,
Bárbara Boungiorno,
Sabrina Crescentini,
Damiana Daniele, Carolina Durán, David Fernández,
Leonel Jorge, Candela
Marsano, Noelia Ramírez
y Vanina Sticca *

¿Un arte? ¿Una moda? ¿Una muestra de rebeldía? ¿Modernos? ¿Antiguos? ¿Simbólicos? ¿Frívolos? “En cuanto convenza a mi mamá me lo hago.” “Yo me lo voy a hacer aunque no me den permiso, ya tengo la plata ahorrada.” “Mamá lo sabe y está de acuerdo, papá, no, pero no me interesa; al final es mi cuerpo.” “Yo, ni loco, duele un montón y además me puedo contagiar algo...” Frases como éstas se repiten a diario entre adolescentes. Si bien no hay cifras oficiales que den cuenta del aumento de la demanda de tatuajes, los tatuadores sostienen que creció hasta un 500 por ciento en los últimos años.
Muchas personas piensan que los tatuajes son un hecho reciente pero, en realidad, hace miles de años que se desarrolló este arte, aunque no se sabe exactamente cuándo ni cómo se descubrió el proceso. El origen de la palabra “tatuaje” es incierto, pero se cree que deriva de la palabra “ta” del polinesio golpear o de la antigua forma de crear un tatuaje por medio del golpeteo de un hueso contra la piel con el consiguiente sonido “tau tau”, bastante semejante al inglés “tatoo”.
Los ejemplos más antiguos son las momias tatuadas. En 1991 se encontró en un glaciar a un cazador de la era neolítica con la espalda y una rodilla tatuadas.
A lo largo de la historia la práctica de los tatuajes ha estado asociada a distintas motivaciones:
u En la página www.tournet com.ar se explica que el tatuaje egipcio estaba relacionado con el lado erótico, emocional y sensual de la vida y era utilizado casi exclusivamente por mujeres.
u El antropólogo Claude Lévi-Strauss en su libro Tristes trópicos escribe que los caduveos sostenían que había que estar pintado para ser hombre; el que permanecía al natural no se distinguía de los irracionales.
u Las antiguas poblaciones de las Islas Británicas los usaban para impresionar y asustar a los enemigos en el campo de batalla.
u En algunos pueblos primitivos era un rito de iniciación: el niño pasaba a ser un hombre cuando se realizaba un tatuaje.
¿Por qué ahora?
Actualmente las razones para tatuarse parecen ser un poco más frívolas. Explica Tamara, de 15 años: “Yo quería ser la primera de mi grupo de amigos que se hiciera uno”. Natalia, 17 años, comenta: “Me hice el tatuaje porque es un desafío. Tenés que estar muy segura de lo que te vas a hacer”. Sin embargo, para algunos adolescentes el tema alcanza visos más profundos. Cristian, de 16 años, dice: “Me hice un tatuaje porque un amigo se lo hizo, me gustó y tengo el mismo. Es como un símbolo de amistad”. En esa misma línea, Georgina comenta: “Lo decidimos con mi novio. Lo importante es que nosotros sepamos que está”.
La psicóloga Graciela Enríquez explica: “El adolescente se tatúa en general porque es una moda, en algunos casos porque los identifica y en otros, porque reemplaza el poder de la palabra”. El sociólogo Diego Raus, citado por la periodista Silvina Llamazares, interpreta: “Se podría pensar en una cierta relación directa entre el uso de los tatuajes y una crisis de identidad. Hay dos planos de análisis, el de las identidades sociales y el de las personales: por un lado, la gente tiene menos afiliaciones sociales, ya que las agrupaciones que generaban sensación de pertenencia se fueron perdiendo en los últimos años; y en cuanto al plano personal, la crisis de identidad aparece por la desarticulación del mercado de trabajo, del sistema educativo, de los proyectos personales. En ese sentido, el tatuaje viene a reforzar esa búsqueda de identidad”. Sin embargo, la gran mayoría de los adolescentes encuestados no se siente identificada con las imágenes que se han tatuado. Fabián, un tatuador de Villa del Parque, comenta: “Los tatuajes más pedidos son los tribales; los adolescentes no se identifican con ellos, simplemente les gustan”.
Estética
El tatuaje de la Polinesia fue el más artístico del mundo antiguo, estaba caracterizado por diseños geométricos elaborados que eran embellecidos y renovados durante toda la vida del individuo hasta que cubrían su cuerpo entero. Según Marco Polo, el respeto a una persona se medía por la cantidad de tatuajes que tuviera. Estos tatuajes maoríes son la base de lo que hoy llamamos tatuajes “tribales”, que son los más elegidos por los adolescentes. “Elegí un tatuaje tribal porque son los que más me gustan”, dice Santiago.
Así como cabe preguntarse qué siente el escritor frente a la hoja en blanco o el pintor ante el caballete con una tela vacía, lo mismo se corresponde con el tatuador ante la piel humana. Se halla ante una tela que vive, que sangra, que experimenta dolor. Un tatuador cubano revela: “Recibo buen pago por mi trabajo, pero cuando lo hago me siento como un pintor frente a un lienzo. Soy un artista”. Lucas, un tatuador de 26 años, lo dice a su manera: “Siempre me gustó el dibujo y todo lo relacionado con el arte. No hice ningún curso, simplemente me pasaba el tiempo haciendo dibujitos y así llegué a esta profesión”.
A pesar de que el aspecto estético parece ser el más importante a la hora de hacerse un tatuaje, los adolescentes encuestados coinciden en que no les importa que esté a la vista. “Es una cosa personal, el tatuaje es de uno mismo”, dice Julián. “Lo importante es saber que está, no me interesa que se vea”, destaca Sol. Es posible que los adolescentes estén influidos por el problema que se presenta al buscar trabajo si una persona está tatuada. Susana, de 32 años, comenta: “Cuando era chica sí me importaba que la gente lo viera, pero ahora trato de ocultarlo por razones laborales”. Sin embargo, otros chicos reconocen que les gusta que estén a la vista. Natalia, que tiene tatuado un sol en la panza, dice: “Es importante que la gente te diga qué bueno que está, te sentís bien.” Valeria –tiene 17 años y tres tatuajes– acota: “No es importante, pero que se vea también es lindo. A mí me gusta.”
La aplicación de un tatuaje es una técnica dolorosa ya que se logra la decoración de la piel mediante la inserción de sustancias colorantes bajo la epidermis. La piel se perfora con un instrumento punzante, a menudo una aguja eléctrica. Susana, de 32 años, confiesa: “Me hice un tatuaje por diversión, éramos chicas y no sabíamos lo que hacíamos. No me haría otro porque fue una experiencia muy dolorosa”. A pesar de esto, la psicóloga Enríquez dice que el dolor no es un freno a la hora de hacerse el tatuaje porque “produce una satisfacción estética que lo supera”. Belén, de 19 años, también comenta: “No es una autoagresión, es una cuestión estética”.
Los adultos
frente al tatuaje
Explica Tamara: “Para lograr la autorización de mi papá tuve que llorar un poco, pero, bueno, él también tiene uno así que no se pudo negar. Mi mamá me dio permiso sin problemas”. El papá de Tamara, Carlos, comenta: “Yo me hice un tatuaje por rebeldía aunque mis padres se oponían, por eso prometí que si mis hijos querían tatuarse yo los iba a dejar. Cuando mi hija lo decidió me costó cumplir con mi palabra y entendí la posición de mis padres”. Miguel, de 29 años, tiene tatuados los nombres de sus hijas, pero no sabe qué actitud tomar si ellas le piden autorización para hacerse un tatuaje. La psicóloga Enríquez sostiene que los adultos se tatúan por identificación con los adolescentes. Lo mismo opina Lucas, de 26 años, tatuador: “Los adultos lo hacen porque quieren parecer chicos”. Cristian, de 16 años, cuenta: “Mis padres son liberales, así que me apoyaron desde el principio. Mi mamá me llevó al doctor y él le recomendó que no me lo dejara hacer, pero finalmente ella dijo que sí”.
Graciela Fernández Blanco, jefa del Servicio de Dermatología del Hospital Tornú, aconseja realizar una visita al dermatólogo antes de hacerse un tatuaje porque el médico puede explicar los inconvenientes que trae la aplicación. “Mucha gente consulta arrepentida de habérselo hecho, incluso a la semana siguiente de la visita al tatuador”, dice y agrega: “No es fácil removerlos. El mejor tratamiento es con un láser especial, pero se necesitan muchas sesiones y cada sesión es muy cara”. Si una persona decide realizarse un tatuaje, debe cuidar que el material esté esterilizado porque si no corre el riesgo de contraer el virus del sida, hepatitis B, hepatitis C o psoriasis.
Todos los adolescentes y los adultos entrevistados dicen haber tomado precauciones antes de hacerse un tatuaje. Todos manifestaron que se aseguraron de que las agujas fueran descartables y que las tintas fueran de la mejor calidad. Dice Mariela, de 25 años: “Por supuesto que tomé precauciones, consulté a especialistas, controlé que el material fuera descartable y verifiqué la calidad de las pinturas”.
Comenzó teniendo significados profundos, después fue el distintivo de grupos con características particulares, hoy tiene una difusión que alcanza a todos los sectores. Como dice la periodista cubana Ernestina Rosell: “Tal vez, para muchos, su propio cuerpo sea el espacio que les queda para expresarse”.

* Alumnos de 2º 4ª de la Escuela Técnica Nº 24, de Villa del Parque.

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