SOCIEDAD › DOS EX POLICIAS PRESOS POR EXTORSION A UN COMERCIANTE

Un apriete que no quedó pesificado

El veterinario, además de dedicarse a su tarea específica, esto es, la atención sanitaria de animales, y al entrenamiento de equinos, rellenaba sus ingresos como importador. De enero a esta parte, esta última actividad cayó en el más bajo de los fondos por razones públicamente conocidas. El veterinario canceló una importación de cigarrillos de Brasil por 60 mil dólares. Pero dos hombres, aparentemente enviados por el exportador, visitaron al médico y le pidieron 4 mil dólares para no denunciarlo por contrabando. El veterinario presentó el caso ante la Justicia. Durante un mes y medio, la policía realizó seguimientos. El caso terminó con la entrega del dinero, en una estación de servicio. Los dos chantajistas no sabían que eran filmados por dos brigadas de Defraudaciones y Estafas. Apenas guardaron los verdes, fueron detenidos. Resultaron ser dos ex policías, exonerados en el ‘92 por robo.
Con la convertibilidad, la actividad como veterinario no era la más rentable. En aquella Argentina, el negocio redituable era la importación. Testigo de ello fue la invasión de autos franceses, remeras taiwanesas, sedas italianas y placas de rayos x, entre otros. En esa vertiente fue que se introdujo el mentado veterinario, hoy doble víctima de chantajes públicos (devaluación) y privados (el caso de que trata esta nota).
Cuando todavía el dólar era lo que era, el médico en cuestión cerró trato para realizar una importación de cigarrillos desde Brasil por valor de 60 mil dólares. Devaluación mediante, el negocio terminó en catástrofe. Por ese motivo, el veterinario canceló la operación. La decisión no cayó bien al exportador. Según los investigadores, el brasileño tomó contacto con dos personajes locales para amedrentar al veterinario. “Los chantajistas no matan”, dijo en 1932 el novelista Raymond Chandler. Será cierto, porque los dos desconocidos visitaron una y otra vez al médico ex importador a su propia casa, con la intención de señalarle lo conveniente que sería que les abonara unos 10 mil dólares para evitar que lo denunciaran por contrabando ante la Justicia.
Lejos de amedrentarse o, tal vez, atemorizado, el veterinario dio aviso a la policía. Se abrió una causa en el Juzgado 48, de Alicia Iermini. Y comenzaron las tareas de seguimiento que se prolongaron durante un mes y medio, mientras el veterinario negociaba la reducción del abono. Entre tira y afloje, llegaron a acordar la suma de 4 mil verdes, no pesificados y fuera de todo corralito. El encuentro fue fijado para el 5 de marzo pasado, a las 13, en el bar de la estación de servicio YPF ubicada en el predio de Wal Mart, a dos cuadras de Constituyentes y General Paz.
Allí estuvo el veterinario, los dos chantajistas –uno de ellos en el bar, el otro aguardando en el playón–, los 4 mil no pesificados pero marcados, y dos brigadas de Defraudaciones y Estafas transmutadas en parroquianos. El médico llevaba un micrófono pegoteado con cinta a su pecho, las escenas eran filmadas por los transmutados. Cuando el último de los verdes fue entregado, los parroquianos se retransmutaron en brigadas y se abalanzaron sobre los chantajistas, que inexplicablemente no utilizaron lo que usualmente se conoce como experiencia estratégica, teniendo en cuenta que los dos eran ex uniformados. Uno de ellos, el que se encontraba en el bar, Adrián Castagnino, de 35 años, ex oficial ayudante de la Federal. En la playa, su cómplice, Claudio Velazco, de 32, ex agente de la misma fuerza. Ambos, según informaron fuentes policiales a Página/12, habían sido exonerados en 1992, por robo.

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