SOCIEDAD

“La culpabilización es inevitable en un caso así”

Rick Kaufman es el líder del equipo de crisis que funcionó en el Columbine tras la masacre de 1999. Aquí explica cómo volvió a funcionar el colegio. Y qué hacen para evitar una repetición.

 Por Andrea Ferrari

Llegó a Columbine poco después de que empezaran los tiros, aquel 20 de abril. Tuvo a su cargo una de las tareas más duras: tratar con las familias y con los centenares de medios que querían tener el último dato de la masacre que conmovía al mundo. Cinco años después de que Eric Harris y Dylan Klebold abrieran fuego a mansalva y mataran a trece estudiantes y a un profesor antes de suicidarse, Rick Kaufman, el vocero del distrito escolar y líder del equipo de crisis que funcionó allí, dice que la gente que vivió la tragedia quiere seguir adelante con sus vidas y no tener constantes recordatorios de lo que sucedió, pero que nunca van a poder olvidar. Aquí explica a Página/12 cómo Columbine volvió a funcionar tras la masacre y cómo trabajan para evitar que vuelva a suceder.
–¿Llevó mucho tiempo retomar las clases en Columbine después de la tragedia?
–Se retomaron dos semanas después, pero se hizo en una escuela vecina, porque el edificio de Columbine estaba muy dañado. Ya estábamos cerca del fin de curso, entonces los estudiantes terminaron el ciclo lectivo en esa escuela.
–¿Recibían ayuda psicológica?
–Sí, se brindó ayuda psicológica a los chicos aun antes de que volvieran al colegio. En esas dos semanas tuvimos reuniones con psicólogos y les dimos a los chicos y al cuerpo docente la oportunidad de que fueran y se encontraran en pequeños grupos antes de volver al colegio.
–¿La mayoría de los chicos volvió a Columbine o prefirieron cambiarse?
–La mayoría volvió. Por supuesto, estaban los heridos graves a los que les llevó meses recuperarse. Y hubo algunos que no se sentían bien con la idea de volver y les brindamos otras posibilidades. También se fueron dos profesores. Cuando tras el verano los chicos volvieron, habíamos hecho una enorme renovación del colegio por los daños sufridos.
–¿Esa reconstrucción del colegio también buscó cambios para evitar el recuerdo?
–Sí, hubo cambios drásticos. Teníamos que hacerlos para no retraumatizar a las víctimas que volvían al lugar. La biblioteca, donde fueron asesinados la mayor parte de los estudiantes, se tiró abajo. Y posteriormente, aunque no de inmediato, se construyó otra biblioteca. También hicimos otros grandes cambios en el edificio, teniendo en cuenta detalles como para evitar que la gente recordara cómo estaban las cosas ese día.
–Aquí mucha gente se pregunta cómo fue posible que nadie se diera cuenta de lo que estaba pasando con el chico responsable de las muertes en Carmen de Patagones. ¿Cómo se respondieron ustedes esa pregunta?
–Es una gran pregunta, sí, y es algo que nos seguiremos preguntando durante años, a medida que investigamos nuestra tragedia. Es difícil responder en nuestro caso porque los dos chicos se suicidaron, entonces nos quedó apenas la posibilidad de hacer conjeturas a través de algunos diarios que dejaron, tanto por escrito como en videos. En el caso de la tragedia que ustedes enfrentan tienen el asesino, que está vivo y tal vez él pueda dar alguna idea de por qué hizo lo que hizo. Luego es importante para la escuela, como hicimos nosotros, desarrollar programas que identifiquen chicos que están en problemas y ver por qué deciden volcarse hacia la violencia. Necesitamos encontrar formas de llegar a ellos antes de que cometan un hecho violento.
–¿Cómo identifican a esos chicos?
–Tenemos lo que llamamos un equipo de evaluación de situaciones amenazantes. Si sabemos que un chico se está peleando mucho en el colegio, o tiene problemas personales, entonces puede haber indicadores de una situación problemática. Puede ser que un estudiante esté faltando mucho, o metiéndose en peleas, o su personalidad está cambiando de una manera llamativa. Entonces convocamos a un equipo de profesionales, psicólogos, a veces trabajadores sociales, o sus profesores para encontrar los motivos del cambio. Luego ofrecemos a estos estudiantes y sus familias programas con profesionales especializados para poder enfrentar estos problemas.
–La gente después de una tragedia así habitualmente necesita encontrar un culpable: la familia, la escuela. ¿A quién se culpó allí?
–Bueno, sin duda al Colegio Columbine, y buena parte de su equipo docente, incluyendo al director, y el distrito escolar, recibieron bastantes acusaciones por no identificar los signos alarmantes que los dos asesinos habían exhibido. Y también los padres de estos chicos fueron acusados de no saber lo que estaban haciendo, ya que lo planearon durante mucho tiempo y había señales muy evidentes. La culpabilización es inevitable, pero creo que lo más importante que tiene que hacer la comunidad es ayudar a la escuela, a los estudiantes y a los profesores a unirse. Siempre va a haber gente que levante un dedo acusador. Pero para recuperarse hay que permitir que la comunidad escolar suelte su dolor, se una y se enfoque en lo bueno y no en lo malo.
–Hubo dos películas sobre la tragedia: Bowling for Columbine y Elephant. ¿Cómo reaccionó la comunidad escolar a ellas?
–La comunidad reaccionó de forma negativa porque creemos que esas películas y otras que se hicieron son simplemente una explotación del ataque. Lo valioso es poder discutir con otras comunidades, estados o incluso países sobre cómo llegar hoy a los chicos, en una sociedad violenta. Una película que tiene sólo el punto de vista de una persona, o que dramatiza el asesinato de los estudiantes no es algo positivo, sino simplemente una explotación de lo sucedido. Y especialmente en el caso de Elephant, que estaba bien actuada y probablemente tenía buenas intenciones, es una película que hace más daño que otra cosa, al mostrar a la gente, especialmente a los jóvenes, cómo atacar una escuela.
–Bowling for Columbine acentúa lo sencillo que es conseguir un arma en Estados Unidos, lo cual facilita este tipo de tragedias. ¿Qué piensan de esa perspectiva?
–No hay duda de que los norteamericanos están muy apegados a la segunda enmienda, el derecho a armarse. Nosotros estamos muy preocupados por la proliferación de armas y la posibilidad de que la gente joven tenga un acceso fácil a ellas. Creo que eso es un problema. Pero también es un problema que tengamos chicos con tan poco respeto por la vida, propia y ajena, que se vuelquen a la violencia para resolver una cuestión.
–¿Los chicos vieron las películas?
–No creo que muchos lo hayan hecho. De todas formas, ya todos los chicos que iban a la escuela en ese momento se han graduado. Creo que la mayoría de los estudiantes y de los profesores quieren que sus vidas sigan adelante, entonces tener constantes recordatorios del ataque no es algo que quieran experimentar.
–¿Usted estuvo en la escuela durante el ataque?
–Yo llegué inmediatamente después de que empezara el ataque. Era director de comunicaciones del distrito escolar y uno de los líderes de los equipos de respuesta ante una crisis. Fui el encargado de trabajar con las familias y con la prensa.
–Debe haber sido difícil manejar la relación con los medios.
–Hubo un interés tremendo, tuvimos a 750 medios de aquí y del mundo. Había muchos más reporteros, productores, y gente de la TV de la que yo hubiera podido atender. Teníamos unos mil llamados diarios para pedir información. Fue verdaderamente una tarea inmensa, que espero no tener que vivir nunca más.
–¿Cómo se sienten cinco años después quienes vivieron la masacre de cerca? ¿Se puede olvidar?
–Yo no sólo trabajo para la escuela sino que vivo en esta comunidad y veo los cambios. Creo que lo que pasó siempre estará ahí. Perdimos vidas preciosas. Que doce estudiantes, donde futuros brillantes, y un profesor sean asesinados sin sentido es algo que uno nunca olvida. Incidentes como el que ustedes están viviendo son un trágico recordatorio de una violencia continua. Por eso estoy muy triste por lo que sucedió en la Argentina.

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