SOCIEDAD

ONG debaten si se puede producir soja sin agredir al medio ambiente

Mientras los productores y algunos grupos ambientalistas discutieron sobre la producción responsable de soja, organizaciones campesinas condenaron el uso de agroquímicos y la tala de montes.

Por Silvia Marchant
Desde Foz de Iguazú

La polémica por la producción extensiva de soja en el Cono Sur llegó a las ONG. Un grupo de organizaciones ambientalistas participó días atrás, junto a empresas y grandes productores, de un encuentro en la ciudad brasileña de Foz de Iguazú, para debatir sobre la planificación responsable del cultivo de soja: que no produzca perjuicios ambientales, económicos o sociales. Por otro lado, las organizaciones campesinas y urbanas de los países del Mercosur que se oponen a la producción de soja transgénica hicieron un encuentro paralelo, en la misma ciudad, en un predio de 1100 hectáreas recuperadas por el Movimiento Sin Tierra (MST) de Brasil.
El Primer Encuentro sobre Soja Sustentable fue organizado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en inglés). Una de las organizaciones ambientalistas que participó, por la Argentina, fue la Fundación Vida Silvestre (FVSA). Su director ejecutivo, Javier Corcuera, explicó que “no se trata de eliminar la soja sin darles respuesta a los productores sino de que el manejo de la soja pueda ser llamado responsable desde el punto de vista social y ambiental”.
En el Contraencuentro, en tanto, se reunieron 600 integrantes de organizaciones rurales y urbanas de la Argentina, Uruguay, Paraguay y Brasil. “Esta etapa es tan perversa que pensamos que las multinacionales van a tener, además de áreas de tecnología transgénica y de agrotóxicos, áreas de agroecología”, advirtió el presidente del Grupo de Reflexión Rural (GRR), Jorge Rulli. “Están cooptando nuestros discursos sociales y ambientales –señaló– y los utilizan para establecer mercados calificados para sus nuevas certificaciones de calidad.” El reclamo de las organizaciones fue coronado por una marcha hacia el hotel donde se debatía la sustentabilidad ambiental.
El Contraencuentro, organizado por el Grupo de Reflexión Rural (GRR) y el Movimiento de Campesinos de Santiago del Estero (Mocase), se efectuó en el Instituto Tecnológico Educativo por la Reforma Agraria (Itepa) del MST. Allí convivieron durante dos días, el 17 y 18 de marzo, más de 600 representantes de organizaciones campesinas, indígenas y ambientalistas, para debatir sobre semillas nativas, biodiversidad, reforma agraria, monocultivos, soberanía alimentaria y agroecología, entre otros.
El MST denunció el avance de las plantaciones de soja sobre la Amazonia. Por su parte, integrantes de pueblos originarios aseguran que fueron desplazados de sus tierras. Por otra parte, especialistas en temas rurales advierten que la fertilidad de la tierra declina por la falta de rotación de cultivos y que los campos, el agua y las poblaciones son contaminados por las fumigaciones.
Los números grafican la cuestión en la Argentina. Según el presidente de la Asociación Cadena de Soja Argentina (Acsoja), Rodolfo Rossi, la agricultura ocupa en el país 28 millones de hectáreas, de las que la mitad está ocupada por la soja. Y por año se producen 39 millones de toneladas. Manifestó Adolfo Boy –ex agrónomo del INTA– que “este modelo expulsó del campo a miles de productores. La Argentina era el país de América latina más importante en la producción de legumbres. Lo mismo pasa con la leche y con la carne, que ahora se produce en corrales de engorde porque no hay lugar en el campo para las vacas por el avance de la soja”.
En cambio, para uno de los fundadores de la Asociación Argentina de Productores de Siembra Directa (Aapresid), Roberto Peiretti, las críticas a la planificación del cultivo de soja “no son fundamentadas sino que responden a ideologías y a otro tipo de intenciones que tienen que ver más con lo político”. “La soja es sustentable para los bolsillos de algunos y de todas aquellas ONG que se prenden a las empresas y no para el bienestar del campesinado”, replicó Mirta Quiroga, integrante del Mocase. En diciembre, una avioneta que fumigaba plantaciones de soja cercanas a la casa de una familia, en la comunidad santiagueña de Hornos Colorados, sobrevoló a tan sólo dos metros por encima de la vivienda rociando agrotóxicos. El resultado: cuadros de diarreas con hilos de sangre, hipotensión, cefaleas, palidez y vómitos en los integrantes de la familia, denunció Quiroga.
Tragedias como éstas se repiten en diferentes sitios donde existen plantaciones de soja. En Itapúa, Paraguay, según contó Petrona Villaboa, integrante de la Coordinadora Nacional de Mujeres Trabajadoras Rurales e Indígenas de ese país, su hijo Silvino, de 11 años, murió en enero pasado al ser alcanzado en dos ocasiones por fumigaciones de glifosato realizadas por productores vecinos de soja.
La soja transgénica está diseñada para resistir a los herbicidas, con que fumigan los productores para destruir las malezas que crecen alrededor del cultivo. “El nivel de toxicidad del glifosato es muy bajo, fácilmente biodegradable, no deja residuos en la tierra”, explicó Peiretti. Pero para la bióloga molecular Lilian Joensen, el glifosato “es un veneno perjudicial para la vida. En la Argentina, las investigaciones científicas se han volcado exclusivamente a investigar lo que les importa a las trasnacionales”.
Mientras las asociaciones que participaron del primer encuentro decidieron continuar con el debate para “fortalecer la cadena productiva de soja responsable”, en el Contraencuentro, las ONG concluyeron en oponerse, con luchas, movilizaciones, articulaciones nacionales e internacionales, al “actual modelo que agrede con monocultivos al medio ambiente y a los campesinos”.

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Representantes de organizaciones campesinas protestaron por el avance de las plantaciones de soja.
 
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