SOCIEDAD

La familia en Avellaneda, muerta por las deudas que tenía el padre

Los investigadores ya están convencidos de que el cuádruple crimen fue una venganza por dinero. Un segundo sospechoso fue detenido ayer. Creen que son tres o cuatro los involucrados.

 Por Carlos Rodríguez

“Esto fue una venganza, una venganza de características terribles que denota la existencia de un odio irracional”. Fuentes de la investigación del cuádruple homicidio de Avellaneda confirmaron ayer la detención de un segundo hombre involucrado en el caso, un mecánico que tenía también una relación laboral con Miguel Angel Galván, el jefe de la familia asesinada. Los investigadores creen que todavía faltan “uno o dos responsables” y que el desencadenante de la tragedia tendría íntima relación “con la difícil situación económica por la que atravesaba Galván, que tenía deudas importantes, tal como él mismo había confiado a sus amistades”. Tanto el chofer del micro, detenido el jueves, como el mecánico, que cayó preso ayer, “habrían tenido algún tipo de participación en el crimen y por eso están detenidos”, confió la fuente, aunque se cree que todavía podría estar prófugo el autor ideológico de la masacre.
“Es prematuro descartar la posibilidad de que también haya habido un robo, ya que por el estado en que quedó la casa no estamos en condiciones de determinar si faltan dinero u objetos de valor, pero es evidente que, en todos los casos, el eje fue la venganza, que se tradujo en la violencia con la que actuaron los asesinos”, sostuvo el vocero consultado por Página/12. De acuerdo con el resultado de las pericias sobre los cuerpos de las víctimas, la muerte se habría producido “entre el lunes 20 y el martes 21”, una semana antes del incendio intencional que destruyó el interior de la casa y del hallazgo de los cuerpos.
El nuevo detenido fue identificado como Jorge Oscar Valdez, de 20 años, un mecánico que hizo trabajos de refacción en la línea de colectivos “truchos” y que tenía asidua relación tanto con Galván como con Claudio “Polaco” Zier, el chofer de uno de los ómnibus, quien está preso desde el jueves. La detención de Valdez fue posible a partir de algunos datos que aportó Zier. El joven mecánico fue encontrado en la casa de un familiar, en donde se había refugiado, en la madrugada de ayer. “Los dos son sospechosos como autores directos”, explicó la fuente. Trascendió que ambos, aunque todavía no fueron indagados por la jueza Liliana Natiello, ya habrían formulado manifestaciones que los señalan como involucrados.
“Los detenidos se quebraron”, precisó un vocero policial.
El ensañamiento con el que actuaron los asesinos quedó confirmado con la aparición de los restos de la mascota de la familia. La perra cocker, que era ciega, había sido decapitada. “Todo lo ocurrido parece un mensaje mafioso, un acto deliberado de violencia extrema”, dijeron las fuentes policiales. El jefe de familia, Miguel Angel Galván, fue asesinado de cuatro tiros en la cabeza efectuados desde corta distancia con una pistola calibre 22. Su esposa, Marina Moreira, recibió 19 puñaladas, todas por la espalda. La beba de tres meses murió asfixiada: tenía una toalla que le obstruía la cavidad bucal y la cabeza estaba cubierta por una bolsa de plástico. La otra hija, de seis años, había sido estrangulada. A todas las víctimas las golpearon con una maza.
“El móvil de los crímenes fue la venganza, porque hubo mucha saña”, señaló una fuente cercana a la investigación. Todo indica que Galván se había ganado algunos enemigos en sectores marginales de un negocio marginal, el de los micos truchos. “Al ‘Polaco’ Zier lo había despedido porque se rompió uno de los coches y porque le debía dinero, lo que era una peligrosa suma de hechos”, dijo un vocero policial. Los investigadores creen que los autores del crimen fueron cuatro. Fueron precisamente cuatro las personas que el martes pasado bajaron de un auto, en la puerta de la casa del Pasaje Virasoro 128, en Avellaneda, llevando bidones de combustible. Horas después estalló el incendio con el cual quisieron borrar las huellas del crimen.

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La casa de Virasoro 128, en Avellaneda, quemada torpemente para borrar las huellas del horror.
 
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