SOCIEDAD › HUBO NEGOCIACIONES PERO NO APARECIO JUAN PABLO

Espera eterna en Don Bosco

Fue un día de insoportable tensión en el conurbano. Jorge Milito, padre de los jugadores Gabriel y Diego, fue secuestrado en Bernal y pidieron 200.000 dólares de rescate. Mientras tanto, en Ramos Mejía, la familia Ansechi seguía negociando por su hijo Juan Pablo, de 15 años, que aún no apareció. Las claves sobre los secuestros que conmueven a Buenos Aires.

 Por Horacio Cecchi

El barrio Don Bosco, de Ramos Mejía, ayer aparecía visiblemente separado en dos fronteras: hacia dentro de la casona de la calle Avellaneda –en la que vive Juan Pablo, el chico de 15 años hijo de un importante empresario secuestrado el miércoles por la tarde en un cibercafé–, donde las negociaciones con los secuestradores avanzan lenta y silenciosamente, encerradas entre las paredes de ladrillo. Tanto las autoridades del colegio Don Bosco, donde asiste Juan Pablo, como sus compañeros, hicieron un pacto de fidelidad y se abroquelaron detrás del mutismo. Incluso la policía se mantiene hermética y sigue asegurando que no interviene en las negociaciones y que ni siquiera recibió denuncia. Del otro lado, hacia afuera, el vecindario, la gente, teje versiones, se apiada, especula, y reza. El caso sigue siendo confuso: algunas fuentes señalan que la familia logró reunir 100 mil dólares y que los secuestradores a última hora, en el décimo contacto, habían acordado esa cifra y negociaban el lugar de pago.
Según fuentes relacionadas con el caso, la familia Anceschi había recibido un total de diez llamadas como parte de las negociaciones por la devolución de Juan Pablo. En las primeras surgió el monto inicial exigido como rescate del chico: 500 mil dólares. Recién en la última, realizada durante la noche al celular de un familiar, los secuestradores habrían acordado el pago de 100 mil dólares y habrían permitido que Juan Pablo se comunicara con su familia como prueba de vida. “Ellos son de pocas palabras, los contactos son muy breves, pero siempre repiten ‘pórtense bien’ –describió ayer, por la tarde, el padre Pedro Stupiñac, párroco del Don Bosco y consejero espiritual de la familia Anceschi, después de salir de la casona de Avellaneda–. No interviene la policía.”
Entretanto, en la comisaría 2ª de Ramos Mejía niegan que exista intervención policial. “No es que no demos información –aseguró el subcomisario Catalano–. Es que no la tenemos. Lo que sé del caso lo sé por leerlo en los diarios y verlo en la televisión. Ni siquiera tenemos una denuncia.” Pese a la afirmación y cara de póker, todo indica que los investigadores siguen el caso muy cautelosamente, sin interferir. Anoche, el propio jefe de la Brigada Antisecuestros, Angel Casafuz, dijo a este diario: “No puedo hablar, estamos en definiciones”, dando a entender la proximidad de un desenlace y de que la policía seguía de muy cerca el caso.
A pocas cuadras de la 2ª, en el cibercafé Mac-Rock donde fue secuestrado Juan Pablo, los encargados de caja del lugar insisten en un silencio particular: “Acá no hubo nada de eso (por el secuestro) –dijo uno de ellos–. Pasadas las tres, vinieron dos tipos, encañonaron a los cajeros y se llevaron 200 pesos”. La versión difiere de lo relatado por un compañero de Juan Pablo que se encontraba en el lugar cuando ocurrió todo. “El jugaba a espaldas de Juan Pablo. Estaban en una de las computadoras del extremo –relató otro amigo–. Dos tipos entraron, les apuntaron a los cajeros y les dijeron: ‘Tranquilos, no pasa nada’. Después, preguntaron por Juan Pablo y miraban una foto. Juan Pablo se dio vuelta y uno lo agarró por atrás, alrededor del cuello, y le apuntó a la cabeza. Y se lo llevaron.”
Ayer, por la mañana, el Polimodal del Don Bosco no tuvo clases, aunque los alumnos asistieron. La decisión fue lógica: demasiada tensión en el ambiente. El director del colegio, Jorge Alfaro, recorrió aula por aula, repitiendo las mismas palabras: “Les pedí que fueran lo más cuidadosos posible, que no dijeran nada, que evitaran retransmitir para no interferir –confió a este diario el propio Alfaro–, para no invadir la intimidad familiar y para preservar el bien supremo que es la vida. También les pedí que rezaran”. A las 10.30, los alumnos del Polimodal, donde Juan Pablo cursa en el 9ºE, se reunieron a orar. Después, tomaron sus mochilas y se retiraron. La misma salida que encontraron los padres de la comunidad de Don Bosco, después de proponer a los Anceschi organizar una marcha de reclamo, idea rechazada por el padre de Juan Pablo. Se armó entonces una Red Solidaria, en turnos. “A cada uno le toca una hora para rezar en familia”, dijo a Página/12 uno de los padres. Lo mismo hizo el barrio Don Bosco, que rezó plegarias, pero también curioseó frente a la casona de la calle Avellaneda al 1900, donde se desarrollaba el nervio central de las negociaciones. “¿Apareció el chico?”, preguntaban los automovilistas que pasaban por la puerta de calle, mientras ciclistas, peatones, vecinos, pasaban por delante de la verja, miraban, señalaban y murmuraban hipótesis, versiones y destinos.
A última hora, un alumno del colegio destacó un dato: “Hay chicos que vieron ese día a un tipo raro dando vueltas por la puerta del colegio”. La versión no fue confirmada, pero destaca el clima que se vive puertas adentro de la institución. Los padres de los 1800 alumnos desde hace un tiempo se mostraban preocupados y analizaban diferentes soluciones a partir de un hecho que desencadenó miedos: Anceschi padre habría recibido amenazas y hasta un intento de secuestro hace varios meses. Fue entonces que decidió vender su parte de la empresa Klaukol y Cintoplom, y mudarse al exterior.

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La familia Anseschi negoció puertas adentro y no quiso hablar con los periodistas.
 
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