SOCIEDAD › OPINIóN

Una Justicia con Sordera

 Por Horacio Cecchi

En el caso de Hugo Sosa, habrá que esperar los fundamentos. Habrá que esperar si el fallo fue unánime o si hubo diversidad de criterios. Confieso que a esta altura no estoy convencido de la unanimidad, pero el detalle recién se conocerá esta semana. Para el caso, esta columna de opinión está dirigida al voto mayoritario, al que decidió la condena. Por mínima que sea la pena, si es que fuera mínima, hay algo que está trunco. Sin ser médico, con ojo clínico me animo a decir que en buena parte el mal de la Justicia, con mayúscula, es la Hipoacusia, también con mayúscula porque la Justicia padece de una mayúscula sordera. Además de ser ciega, virtud que pongo en duda, la Justicia es sorda. Y es curioso lo paradójico del caso, ya que donde más sorda se la nota es en el caso del proceso a un sordomudo. No me refiero sólo al Tribunal Oral en lo Criminal 2 de San Martín, ya que le tocó la parte de dictar el moño. El paquete fue iniciado mucho antes, y le cupo la tarea a todo el andamiaje: jueces, pero también fiscales, defensores, policías y traductores. No es mi pretensión analizar si Hugo Sosa fue o no culpable. Eso lo debería determinar la Justicia en un proceso cabal, equilibrado y en el que los derechos de todas las partes (la víctima, el interés público, pero también el acusado) funcionen normalmente. Y, desde el principio, no ocurrió así. A Sosa lo persiguió la policía, y supongamos que realmente cometió el delito del que lo acusan (que no lo sé). Le gritaron: “¡Alto policía!”, y como no respondió, lo atraparon entre 9. Lo golpearon porque no quería hablar. Y después, maltrecho, lo llevaron a la comisaría. Allí le leyeron sus derechos, en voz alta y clara, para que entienda y se los hicieron leer, para que sepa. Ocurre que Sosa no sabe leer, y no puede escuchar. No tuvo intérprete, aunque a un chino se lo hubieran buscado (no por justos sino porque en qué cabeza cabe que el chino entienda) y estuvo detenido sin abogado durante un día y medio.

El acto es nulo. El defensor oficial Marcelo Varvello lo atendió 15 minutos, no se sabe cómo, y no asistió a la extensa indagatoria de cuatro horas. El acto es nulo. El fiscal Marcelo Segarra le tomó indagatoria asistido por la intérprete amiga de la fiscalía y sin título oficial, Flavia Barrita. El acto es nulo. ¿Dónde estaba el juez de garantías, que convalidó la acción? El acto es nulo. La indagatoria, finalmente, fue anulada por los jueces del Tribunal No 2. Pero admitieron la segunda indagatoria, que no hubiera existido de no ser por todo lo que la antecedió. Durante 50 minutos, los jueces intentaron entender al acusado a través, ahora sí, de una perito oficial de la Suprema Corte y sin embargo no lo lograron. Recién pudieron entender y hacerse entender cuando cambiaron por la experta Mabel Remón, que no estuvo presente en ninguno de los pasos previos. Sin la experta, en cada uno de los pasos del proceso me pregunto quién de todos entendió y se hizo entender. ¿La policía? ¿El defensor ausente Varvello? ¿El fiscal Segarra, asistido por una intérprete sin título oficial? ¿La intérprete Barrita, que firmó dando fe de que lo que dijo Sosa es lo que quiso decir (me pregunto por qué no llamaron a un careo entre Barrita y Sosa durante el juicio)? Nadie. Culpable o inocente, Hugo Sosa estaba condenado de antemano: pobre y sordomudo, ¿a quién le iría a reclamar?

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