SOCIEDAD › TEXTO DIGITAL, TEXTO IMPRESO

Cómo se lee ahora

 Por Sonia Santoro

“La lectura digital no sustituye a la lectura impresa” es una de las conclusiones del libro Leer/navegar en Internet. Las formas de lectura en la computadora, de Francisco Albarello (Editorial La Crujía), que se presentó en la Feria del Libro. Lo interesante es que lo dice en base a una compleja investigación sobre el uso de la computadora que hacen chicos y docentes, tanto varones como mujeres, de escuelas públicas y privadas de la ciudad de Buenos Aires, encuestados pero también entrevistados en profundidad para lo que en principio fue una tesis de doctorado.

“La pantalla y el impreso como dispositivos de lectura establecen relaciones diferentes con los lectores e invitan a leer de distinto modo, aunque estas maneras no se oponen sino que se complementan”, dice Albarello entre las conclusiones. Y establece un cuadro donde compara los dos soportes. Mientras la pantalla permite una “lectura superficial”, da una “mayor gratificación sensorial” pero al mismo tiempo “se lee apurado”, en el impreso la lectura es “profunda”, hay “mayor implicación de la imaginación” y “se lee tranquilo”. Además, mientras la pantalla permite una “lectura abierta” (hipertexto) y “entrecortada” (enlaces), en el impreso la lectura es “limitada” y “continuada”.

“La pantalla te hace por ahí acelerar la lectura, no leés por ahí tan profundo, a mí me dan algo para leer en una hoja y lo leo detallado, en una pantalla por ahí lo leés todo apurado, lo leés sin pensar mucho, sin carburar mucho”, dice Alejo, de 17 años, uno de los encuestados.

La investigación incluyó 37 entrevistas en profundidad a chicos que van a la escuela y tienen entre 14 y 18 años, y a docentes de más de 27 años, de la ciudad de Buenos Aires. También se basó en una encuesta a una muestra representativa de 330 jóvenes de escuelas privadas y públicas y de diferentes niveles socioeconómicos de la ciudad. Y por último se analizaron las sesiones de Internet de los entrevistados.

Un 77,6 por ciento de los estudiantes encuestados prefiere leer en pantalla por la posibilidad de hacer varias cosas a la vez, principalmente chatear. Y el 44,8 por ciento dice que no lee porque “se duermen o se aburren”. Los diversos estímulos que ofrece la pantalla son los que atraen a los jóvenes, mientras que para los adultos muchas veces es una molestia. Sin embargo, para los jóvenes también es contradictorio lo que genera, ya que reconocen que esa gran cantidad de estímulos son los que también les hacen perderse o dejar de leer, como dice Mariano, de 16 años: “Con todas esas cosas que están alrededor tuyo, estás escuchando música o te están hablando, capaz que ibas por una línea, y por ahí te olvidaste y tenés que ir buscando”.

Otra de las conclusiones es que los modos de lectura de la pantalla dependen de la edad. Durante las sesiones de Internet, Albarello observó que mientras los jóvenes prefieren el chat, los adultos eligen el correo electrónico. “Mientras que el ritual del chat pasa por ver quién está conectado, saber quién está hablando, decidir si se va a hablar o no con ese contacto y mantener varias conversaciones a la vez; el ritual del e-mail consiste en mantener limpia la casilla de correo, decidir responder o no teniendo en cuenta el criterio temporal (los mensajes de mayor o menor antigüedad), discriminar el tipo de correo y –en algunos casos, gestionar las dos o más cuentas que tiene el usuario–”, explica Albarello.

La investigación plantea además que Internet desplazó a la TV como actividad principal. En eso coincidieron un 58,5 por ciento de los adultos y un 51,5 por ciento de los jóvenes. “La tele básicamente la uso... es el medio que menos me informa, si bien miro algún programa periodístico, algún noticiero, creo que la tele es el que menos, menos me enriquece formativamente hablando, en ese sentido me parece que Internet, al ser yo el editor o al ser yo el actor principal sobre el medio, elijo”, dice Marcelo, de 39 años.

Paradójicamente, mirar televisión es lo que más se hace mientras se usa Internet, sobre todo en el caso de los jóvenes (un 79,7 por ciento).

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