SOCIEDAD › MARIAGRAZIA TARULLI.

“Al tercero ya no pude ir a despedirlo”

Primero se fue Florencia, a Estados Unidos, tres años atrás. Ella tiene 31, es diseñadora de indumentaria y se casó con el director de Arte de MTV en Miami, también argentino. Luego fue el turno de Patricio, con sus 30 años y su aspiración de hacer carrera como productor de medios con el grupo Dogma en Dinamarca. Allí no se adaptó y recaló en Barcelona. Quedaba Juan, de 24, también vinculado al trabajo en medios, en una productora que le debía unos cuantos meses. “En diciembre, vino un lunes y me dijo que al lunes siguiente se casaba. Y a la semana siguiente me dijo que se iban a Madrid. Yo siempre fui fuerte, soy de ir a Ezeiza en cada partida. Pero a Juan ya no lo pude ir a despedir”, confiesa ahora Mariagrazia Tarulli, sentada junto a otras madres desarraigo.
Mariagrazia es psicóloga y trabaja con personas marginadas en el sur del Conurbano. Desde que se fue Juan, su fortaleza tuvo algunos quiebres. Como el día que estaba en un hipermercado y al verse juntando mandarinas recordó que se trataba de su fruta favorita. “Y ahí me puse a llorar”, cuenta. Y reconoce que a veces le da por una fantasía que reprime convenientemente. “Empezaría a romper todas las cosas, todos los muebles”, cuenta y se ríe de sí misma.
Broncas y angustias no bajaron luego de haber viajado. Con ella, la teoría de conocer el lugar para apaciguar el duelo no funcionó: “Fui a verlo a Patricio a Barcelona. Cuando se fue era el hijo que conocía. Cuando llegué allá, me encontré con un hombre de 30 años con una vida armada, que él la hace, me guste a mí o no. Y caminando por las calles de Barcelona, yo me preguntaba ‘¿y por qué miércoles este tipo está viviendo acá?’”.
Con Florencia fue igual: “La vi bien, absolutamente integrada a una cultura que me es ajena. Alguien la saludó en la calle. Entonces me dije, esto es para siempre”.
Mariagrazia cuenta que hay quienes le dicen que se quede tranquila, que ya les va a ir mal y van a volver. “Pero yo no quiero eso. Quiero que les vaya bien, que sean felices. Eso sí: yo llené toda mi casa con fotos de ellos. Y nunca me acuesto sin antes mandarle un mail a cada uno.”

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