En 2008, cuando estalló la crisis, organismos multilaterales, como el FMI, y foros globales, como el G-20, destacaban el rol de las políticas activas de empleo. ¿Esas preocupaciones desaparecieron después de la agenda global?

–Cuando empezó la crisis sentíamos que no estábamos solos. En la declaración de la cumbre de Pittsburgh del G-20 parecía que el empleo era un elemento central de las políticas. Pero cuando comenzó a recuperarse el sistema financiero, observamos la retracción de las preocupaciones sociales en esas instancias internacionales y el retorno a las políticas neoliberales de recortes del gasto público y limitación de las políticas de empleo y protección social. En Argentina y muchos países de América latina, la apuesta está en la inclusión social con una heterogeneidad de estrategias: un rol más activo del Estado, la dinamización del mercado interno con un rol central del empleo para sostener la demanda, complementada con políticas de protección social sobre los sectores más vulnerables.

–La batalla cultural no está ganada. En la crisis europea (los sectores dominantes) van por el Estado de Bienestar. Seguramente van a surgir tensiones entre lo que pasa en Europa y Argentina, que trata de reconstruir un Estado de Bienestar con sus limitaciones. Ahora, aquí, tenemos un Estado que puede pensar, diseñar, analizar, fundamentar y evaluar políticas mucho mejor. Uno de nuestros planteos en 2004 fue que el Estado tuviera injerencia en el debate académico nacional e internacional y eso lo fuimos logrando. En materia laboral y de inclusión social, Argentina se transformó en una referencia en la región, pero también en el G-20. El Estado argentino tiene un discurso totalmente homogéneo en materia laboral que se observa en los distintos foros mundiales donde participamos. Y sorprende a más de uno.

–Desde 2003, la Subsecretaría tiene una doble dinámica. Por un lado, tenemos una demanda permanente de información de coyuntura de parte del ministro Tomada. Para responder esas consultas fue necesario armar un sistema de información permanente muy grande y actualizado sobre la demografía de empresas, costos, conflictividad, salarios, empleo registrado, entre otros temas. Por ejemplo, antes de cada Consejo de Salario hacemos análisis y estudios y comparamos con lo que pasó con el mínimo en otros países. Otro ejemplo es cómo cambió nuestra comprensión sobre las trayectorias de empleo. En el primer libro que hicimos aparecía la idea de una fuerte movilidad, que para nosotros era resultado de la crisis 2001-2002. Con nuevos trabajos aprendimos que la movilidad es una característica central del mercado de trabajo argentino. Eso nos lleva a repensar los programas y políticas.

–Sí. Empezamos haciendo muchos estudios sobre el Plan Jefes y Jefas de Hogar, el empleo no registrado y la negociación colectiva. Con el tiempo fuimos incorporando nuevos temas, como el rol del Estado, la distribución del ingreso, el comercio exterior y el empleo, la protección social, el papel de las Tecnologías de la Información y Comunicación o la dinámica de las multinacionales. Algunos estudios se hicieron en conjunto con organismos internacionales como PNUD, Cepal, OIT y el Banco Mundial, con los que también tuvimos que aprender a dialogar y negociar. Las publicaciones y los resultados tienen que ver con un Gobierno que le dio continuidad al análisis del tema y un ministro que nos dio autonomía y libertad. Empezamos siendo 20 y hoy hay más de 70 especialistas entre economistas, sociólogos, licenciados en relaciones del trabajo y también abogados, psicólogos y graduados de Filosofía y Letras. Todavía tenemos que trabajar más en el ámbito rural y servir más de fuente de información para el trabajo en distintas áreas del ministerio