espectaculos

Miércoles, 15 de julio de 2009

TEATRO › CRISTINA BANEGAS Y LA PUESTA DE LOS MANSILLA

El velorio demencial de una familia

La actriz y directora supervisó el trabajo de Luciano Borges y Juan Manuel Correa, entre otros actores, inspirado en textos de José González Castillo. “Trabajamos las escenas como si fueran estallidos”, asegura Banegas.

 Por Hilda Cabrera

Una decadente familia de la burguesía patricia en una noche de catarsis, sobre el fondo social de la Semana Trágica, es materia de creación artística para el elenco que bajo la supervisión de la actriz y directora Cristina Banegas viene ofreciendo Los Mansilla en El Excéntrico de la 18º. Esta dramaturgia surgió de un taller que Banegas –fundadora de esa sala– condujo en colaboración con la bailarina Rhea Volij, formada en danza butoh en Francia con el maestro Sumako Koseki. De ahí el cruce de esta poética con textos del dramaturgo, poeta, músico y periodista rosarino José González Castillo (1885-1937), quien adhirió al anarquismo y de quien Banegas protagonizó en otro tiempo Los invertidos, pieza teatral sobre la homosexualidad, prohibida en 1914 y llevada a escena en 1989 por el director Alberto Ure. Los Mansilla supone una amalgama de elementos “sólo en apariencia no conjugables”, como apunta la directora en diálogo con Página/12, junto a los actores Luciano Borges y Juan Manuel Correa, en la ficción los hijos de Alfredo Mansilla, el padre de patricia prosapia que acaba de fallecer en aquella semana de protesta obrera y feroz represión policial. Semana de “escarmiento” –como declaró entonces el general Luis Dellepiane– a la que sumó fuerzas la Liga Patriótica Argentina, agrupación fascista que atacó a sindicatos y agrupaciones de izquierda, a judíos y anarquistas.

El montaje de Los Mansilla demandó dos años de trabajo y se hizo público en ensayos abiertos anteriores al estreno. “Fue una tarea minuciosa, compleja y muy peleada, sostenida con mucho estoicismo por el grupo”, resume Banegas. “Nos incentivaba la potencia de los textos y la complejidad del tiempo histórico. Necesitábamos seguir, insistir y articular a pesar de las dificultades y del plus que significaba ajustarse a la estética butoh”, apuntan Borges y Correa, entusiasmados con una investigación que fue más allá de los textos de González Castillo: “Estudiábamos a otros autores, como Raúl Scalabrini Ortiz, y rescatábamos imágenes y fotos de esos años”, cuentan.

–¿Qué textos de González Castillo seleccionaron?

Cristina Banegas: –Básicamente el sainete Pocas ganas (que González Castillo escribió en colaboración con Francisco Collazo), Los invertidos; Los dientes del perro (con Alberto E. Weisbach) y La noche de la revolución.

–¿Qué opinan de estos autores, tan directos y consustanciados con la poesía popular?

Luciano Borges: –Eran artistas que tenían contacto con la realidad social de su época y se animaban a crear un teatro de urgencia.

–Un teatro que entonces era un imperativo...

C. B.: –González Castillo era anarquista, y eso se ve en los textos que tomamos para mostrar este “velorio demencial” de una familia que va camino de la disolución. Un tema que ahora está tratando la joven dramaturgia. Parece que en este momento es necesario repensar los vínculos.

–Las familias disfuncionales se han puesto de moda, pero tienen poco que ver con ésta de Los Mansilla...

C. B.: –No, claro. Las obras de González Castillo no eran psicologistas. Todo lo contrario. Por eso nosotros trabajamos las escenas como si fueran estallidos.

L. B.: –Esta gente es parte de una aristocracia que pierde las formas y se expresa de manera visceral. Que esos estallidos se produzcan además mientras afuera se reprime nos parece obsceno. Esta gente es capaz de devorarse entre sí. ¿Qué pasaría si hiciéramos un paralelo con el país?

–Se cumpliría aquello de que la Argentina no sólo devora a sus mejores hijos. Pero estos Mansilla no son tontos...

L. B.: –No, y por eso se abroquelan cuando ingresa Vita, la sirvienta, personaje que sumamos a la obra.

Juan Manuel Correa: –Con sus entradas y salidas, esta mucama pone en evidencia lo que sucede en la mansión. Es interesante comprobar que a pesar del desprecio que esa gente siente por los que están en un bajo nivel social los introduce en sus casas. Sus sirvientes son en realidad sus enemigos.

–Contradicción que se resuelve con humor. Con la actitud de Vita, por ejemplo. Cuando en la calle se convoca a la huelga y abandona la mansión, utiliza uno de los lemas de las mujeres anarquistas: Ni dios ni patrón ni marido. Otra es la secuencia de las cachetadas, de la que participa la prostituta Angélica, novia del hijo borrachín y jugador.

C. B.: –Esas escenas nacieron en las improvisaciones y otras en los cinco ensayos públicos del año pasado.

–¿A la manera de los que organizaba el director Alberto Ure?

C. B.: –Exactamente, porque ésa era una técnica suya de improvisación. Dirigía al actor hablándole a veces al oído o acompañándolo en una escena como si fuera un “yo auxiliar”.

–¿Como el director polaco Tadeusz Kantor?

C. B.: –Ure lo hizo por su lado y sin haber conocido antes a Kantor; no aplicaba técnicas de marioneta como este director. Tenía otra estética, pero en algún sentido seguía una línea paralela. Además, Kantor permanecía en escena y Ure no. En mi caso, dejo al elenco en libertad.

J. M. C.: –De esos ensayos rescato principalmente el impulso que recibíamos de los textos y la posibilidad de nuevos hallazgos.

–¿Se llevaron sorpresas?

L. B.: –En la investigación sobre la época descubrimos cosas que muchos de nosotros no conocíamos, como que en La Boca se habían instalado, además de prostíbulos, ciento cincuenta fumaderos de opio. La escena en que la familia parece estar bajo los efectos del opio es delirante pero pudo ser real.

C. B.: –Ahí decidimos trabajar sobre el “aspecto demencial” de la realidad. Los Mansilla se relaciona con el butoh y con modelos de actuación criolla.

L. B.: –Que producen identificaciones en el público. Alguna gente reacciona riendo, y eso nos extraña, porque el trasfondo de la obra es una represión que dejó muertos y heridos (según los datos de la época, 700 muertos y 3000 heridos, entre el 7 y 11 de enero de 1919).

C. B.: –Alberto Ure define a nuestro oficio de manera graciosa y exacta. Dice que hacer bien una obra es como organizar un asalto a un banco, que hay que armar una buena banda y tener un buen plan. En este sentido, también yo creo que somos un poco delincuentes.

Compartir: 

Twitter

Luciano Borges, Cristina Banegas y Juan Manuel Correa investigaron el género del sainete.
Imagen: Pablo Piovano
 
CULTURA Y ESPECTáCULOS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.