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Jueves, 25 de febrero de 2010

TEATRO › EDUARDO MISCH MONTó DIRECCIóN CONTRARIA, BASADO EN UNA NOVELA DE TATO PAVLOVSKY

La huida como acto de preservación

Al frente de su grupo El Soporte, el director imaginó la puesta que tiene como objeto de estudio a Poroto, un personaje habituado a fugas intempestivas. “Su filosofía es ponerle un tiempo al encuentro con el otro”, dice Misch.

 Por Hilda Cabrera

En el material filmado que el intérprete, autor y director Eduardo Misch introduce en Dirección contraria, los encuentros de Poroto con su madre y padre –por separado–, su novia y la prostituta amiga se desarrollan en tiempos en pugna, “tóxicos o atóxicos”. Así lo imaginó para el montaje que con su grupo El Soporte viene presentando los sábados en El Camarín de las Musas, inspirado en la novela homónima del actor, dramaturgo y director Eduardo “Tato” Pavlovsky, con quien trabaja desde hace años. La atracción por ese personaje se inicia con la lectura de Poroto, texto literario editado en 1996 por Búsqueda de Ayllu, fortalecida por la puesta de 1998, en Calibán, donde Pavlovsky era Willy, mozo de café y narrador; Susy Evans personificaba a Poroto; Elvira Onetto a Leo (el amigo y ex compañero de militancia exiliado que regresa) y Norman Briski –a cargo de la puesta– componía a un parroquiano de café. Desde aquel estreno, el autor de El señor Galíndez, Potestad, Variaciones Meyerhold y Sólo brumas fue incorporando más situaciones al primer Poroto hasta conformar la novela Dirección contraria, publicada por Atuel en 1997. De modo tal que el huidizo personaje que había sorprendido a los espectadores de la hoy lejana première seguía viajando en el papel sin perder su condición de sujeto inasible. A Poroto se lo conoce por sus intempestivas fugas, acaso estrategias para sobrevivir, juegos para torcer el comportamiento de un interlocutor o bien –como escribió Briski a propósito de la edición de 2000 de Atuel– porque “no hay hogar que no le parezca un espacio perverso ni mitología que ampare su existencia”. Según Misch, “la filosofía de Poroto es ponerle un tiempo al encuentro con el otro; tiempo que limita cuando se vuelve tóxico”.

–Es fácil identificarse con esa actitud. ¿La asocia con el miedo a ser invadido?

–Poroto no es un fóbico, simplemente destina un tiempo a cada encuentro. ¿Cuántas veces nos preguntamos “qué hago acá”? El no espera respuestas, sino que elabora rápidamente una táctica, maniobra y desaparece. La puesta de Norman me fascinó; la vi diez o quince veces y me di cuenta de que no se trataba sólo de huidas. Me disparaba ideas, a las que después de mucho tiempo pude darle forma y convertirlas en pieza teatral.

–¿Le sirvió haber trabajado sobre otros textos de Pavlovsky?

–Sí, uno de mis trabajos más completos fue Locuración, en 2006, y después Balbuceantes. Hice varias asistencias y también actué. Participé en La muerte de Marguerite Duras, donde el intérprete era Tato, dirigido por Daniel Veronese; La gran marcha, una puesta de Norman; Sólo brumas y otras. En realidad, supe cómo trasladar la novela mientras improvisaba con el grupo.

–¿Qué le atrajo en particular?

–Las situaciones que se narran en los diferentes encuentros son muy divertidas. Con el actor y asistente Javier Medina improvisamos sobre los textos que nos gustaban y podían sostenerse teatralmente. Recién en ese período surgió la idea de enmarcar la obra dentro de un documental que realizaría un grupo de estudiantes de Groenlandia, Portugal y la Argentina, becado para investigar conductas alternativas. Esto me permitía incluir otro material, como la publicación de un artículo firmado por Willy, personaje ficticio amigo de Poroto.

–A su vez, con opinión formada...

–Sí, para él la huida es un acto de preservación. Además, tuve en cuenta un artículo de Tato sobre la huida como acto terapéutico. Con esto y otras ocurrencias mías armé un rompecabezas sin desmarcarme del documental.

–¿Qué quiere decir con preservarse?

–Cuando uno supera la capacidad de estar frente a otro siente ansiedad y sufre. Desaparecer nos rescata de esa angustia. En la puesta de Norman sobre el encuentro de Leo y Poroto, éste –que ya tenía todo diagramado para el escape– es descubierto por su amigo en otro lugar...

–Y se confunde.

–Sí, pero igual reprograma la huida. Sensibiliza a Leo diciéndole cuánto lo necesita y Leo se emociona; llora tomándose la cabeza con las manos y Poroto aprovecha para escapar. Aquella puesta me pegó fuerte. Estaba cursando materias en el Conservatorio Nacional de Arte Dramático, de donde egresé en 1999, cuando se aprobó el Estatuto del Instituto Universitario Nacional de las Artes (IUNA). Esta obra me dio otra visión del teatro, y dije “¡basta!”.

–¿A lo que había aprendido?

–Fue una época de asambleas; los estudiantes tuvimos que hacer también allí un trabajo de preservación.

–Pasado el tiempo, ¿entendió al personaje?

–No totalmente, porque sigue escapándose. De hecho, en Dirección contraria no lo proponemos como persona, sino como “función Poroto”. Es como decir “me hago el Poroto” y me voy.

–O sea, tomar posición, como el escribiente Bartleby, de Herman Melville, con su frase “preferiría no hacerlo”. ¿Por qué incluyó a un becado de Groenlandia?

–Poroto envía una carta desde allí diciendo que en Groenlandia se vive mejor porque no hay sillas y al estar obligado a mantenerse de pie es fácil escurrirse sin que nadie lo note ni tenga que dar explicaciones.

–¿A qué se debe el gusto por la fragmentación, tanto en este montaje como en Locuración y Balbuceantes?

–Es parte de mi interés por lo abstracto, por el armado de dispositivos donde los cuerpos de los actores se vean fraccionados o metidos en trajes insólitos, como los dos penes gigantes que imaginé para el encuentro de Poroto con su padre. El mío es un teatro de reciclados, se puede decir pobre, porque nos ingeniamos para hacer tanto la escenografía como diseñar la iluminación y ocuparnos de la producción. Los subsidios llegan, pero con gran retraso, con demoras de seis o siete meses después de solicitados, cuando uno ya puso el dinero y estrenó. Ese es el plus de lo que se sigue llamando teatro independiente.

–¿Continúa activo en la docencia?

–Doy clases en El Camarín de las Musas y en mi casa. El 2009 fue muy importante para mí. El viaje con Sólo brumas a Francia y ahora la invitación para el Festival de Porto Alegre, en septiembre. Este año estamos programando un homenaje a Tato, junto a Jorge Dubatti y Juano Villafañe, por sus más de cincuenta años con el teatro, contados desde el estreno de La espera trágica, una obra de 1962. Se va a hacer en el Centro Cultural de la Cooperación, donde ya tenemos fecha para el Festival Pavlovsky (desde el jueves 24 hasta el domingo 27 de junio). Junto con esto se va a reeditar la novela Dirección contraria, porque la publicada por Ayllu está agotada. Trabajar con Tato, sus obras y los directores que las dirigieron –como Briski, Veronese y Elvira Onetto– significó para mí hacer un posgrado.

–¿Sólo brumas, de Pavlovsky, sensibilizó a algún funcionario?

–La experiencia nos dice que si alguno va al teatro es para decir que estuvo ahí, nada más. El drama de los chicos que mueren de hambre y de los bebés que no sobreviven a la miseria no es prioridad. Los funcionarios dicen haber reducido la mortalidad infantil y esconden lo que realmente sucede. Sólo brumas habla del destino reservado a los bebés nacidos vivos con un peso inferior a 500 gramos que siguen sin entrar en las estadísticas de mortalidad porque la orden es registrarlos como “defunciones fetales” o “egresos por aborto”.

–¿Qué le queda entonces al artista que expresa su disconformidad desde lo que sabe hacer?

–Juntarse, armar grupos y exigir. Pensemos cuántos tienen las riendas del país. Son pocos comparados con los que no acordamos con ellos. Tenemos que hablar de lo que sabemos, aunque no se publique. Cuando el “boca a boca” está bien sostenido no hay quien lo detenga.

–¿Se logra algo semejante con la información que circula por Internet?

–La creación de un blog nos permite expresarnos más ampliamente, y en cuanto a nuestro trabajo específico, armar una especie de backstage. En la traslación de Dirección contraria se nos ocurrieron escenas que no podían sostenerse como teatro pero iban muy bien como filmaciones. Decidimos subirlas a nuestro blog como material complementario, y ahí se puede escuchar a Tato en el papel del padre de Poroto, a Mirta Bogdasarian como Serafina, a una chica francesa admiradora del personaje Poroto, a Fernando Llosa haciendo de Willy, el doctor amigo, y hasta un reportaje a Alsacia, la prostituta a la que Poroto visitaba todos los jueves. Lo incorporamos como una forma de colaborar con la instalación de un mundo alternativo.

* Dirección contraria (artesanía teatral), obra de Eduardo Misch inspirada en la novela homónima de Eduardo “Tato” Pavlovsky. Por el Grupo El Soporte, integrado por Lucrecia Oviedo, Daniela Volpe, Pablo Misch, Javier Medina y Eduardo Misch. Dirección general: Eduardo Misch. En El Camarín de las Musas, Mario Bravo 960. Reservas: 4862-0655. Material complementario en http://direccioncontraria-artesaniateatral.blogspot.com

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Antes de Dirección contraria, Misch trabajó en varias puestas basadas en textos de Pavlovsky.
Imagen: Sandra Cartasso
 
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