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Domingo, 19 de febrero de 2012

TEATRO › HERMINIA JENSEZIAN HABLA DE LOS QUINCE AÑOS DEL TEATRO TADRON

Motivos para festejar sobre las tablas

La actriz es la propietaria de este espacio palermitano en el que se respira cultura armenia, aunque se monten obras de todo tipo. La celebración comienza hoy con la reposición de Volvió una noche, la puesta con la que se inaugurara la sala.

 Por Carolina Prieto

En la esquina de Niceto Vega y Armenia funciona desde fines del ‘96 Tadrón Teatro. Entrar a esa casona de Palermo, construida en 1912, es suspender por un rato el ruido y el ritmo de la gran ciudad y sentirse en algún lugar íntimo, colorido y apacible de Oriente. La actriz y directora Herminia Jensezian es la dueña y la directora artística de la sala independiente que desde su creación combina producciones propias (muchas de dramaturgos armenios), obras gestadas por otros teatristas (algunas verdaderas gemas del circuito alternativo como Nada del amor me produce envidia, de Santiago Loza, con la actuación de María Merlino) y ciclos especiales como Teatro por la Justicia, además de talleres, seminarios, charlas y un puñado de mesas que invitan a saborear exquisiteces orientales. Antes de entrar o al salir de la sala donde caben no más de cien personas, los espectadores pueden sentarse en un living que respira texturas, colores y objetos de distintos países de Oriente. Allí, Jensezian y su hijo ofrecen la posibilidad de descubrir la cocina armenia, un elemento central de esa cultura que hace del encuentro, los manjares y la bebida una celebración de la vida.

Los festejos por los quince años comenzarán hoy a las 20 con el estreno de una nueva versión de Volvió una noche, de Eduardo Rovner, con la que se inauguró el espacio. En esa primera versión, la comedia sobre el regreso de una madre muerta para conocer a su nuera y palpar la vida de su hijo fue presentada en armenio. Esta nueva puesta dirigida por Jensezian –que encarna al personaje de la madre– es en castellano, cuenta con música en vivo a cargo de un cuarteto de tango y con varios guiños a la comunidad armenia.

–¿Por qué retomar esa obra para iniciar los festejos?

–Es una de esas grandes obras a las que siempre quiero volver. Tenía muchas ganas de hacer una comedia y Volver... es muy sólida desde su estructura dramática y también muy desopilante. El tema de la madre que vuelve de su tumba para conocer a la mujer de su hijo, ver cómo están viviendo y encontrarse con que nada es como ella soñó es algo muy común entre las madres, sean armenias, judías, argentinas o italianas. La dificultad de aceptar que los hijos no les pertenecen y que ellas son un medio para traerlos al mundo es universal, como lo es el amor de ese vínculo. En Praga la obra lleva diez años en cartel.

–¿Cómo aparece la cultura armenia en este montaje?

–Al ser madre e hijo armenios, hay rasgos de esa cultura que se cuelan, como las comidas, pero son detalles que no alteran la esencia. Hay un único personaje que modificamos. Reemplazamos a Chirino, el Sargento de Juan Moreira –que en la obra ayuda a la madre en su intento de encauzar al hijo– por un personaje de la mitología armenia. Me interesó que la historia suceda en el marco de una familia de origen oriental como nota de color.

–¿Qué motivó la creación de Teatro Tadrón?

–Hace 27 años creamos con mi marido el grupo de teatro George Sarkissian: al comienzo hacíamos obras en idioma armenio en todo tipo de espacios. Actuábamos en salas, sótanos, patios e iglesias. Llegó un momento en que queríamos tener nuestro propio espacio de trabajo. Así llegamos a esta esquina, que antes fue una panadería, y decidimos comprarla. Mantuvimos todo lo que pudimos de la construcción original –la puerta, el piso, las vigas– y modificamos el interior para poder tener una sala lo más amplia posible.

–¿Cómo caracteriza la actividad de la sala en estos años?

–Empezamos tímidamente haciendo obras en armenio con traducción en sala al español, a través de un sistema con auriculares. Así llegábamos a un público amplio. Inauguramos en noviembre del ’96 con Volvió una noche, yo actuaba y mi marido dirigía. No nos interesó encerrarnos en nuestra cultura. De hecho, en el ’99 llevamos La Nona, de Tito Cossa, a Armenia. Buscamos articular las dos culturas, para enriquecernos y abrirnos. Además el idioma armenio se fue perdiendo. Queríamos integrar el bagaje cultural que traíamos con el lugar donde uno se crió y formó. Estudié dirección con Juan Carlos Gené y escenografía con Gastón Breyer, a quienes admiro y quiero profundamente. Fueron maestros mucho más allá de lo artístico.

–¿Cómo surgió Teatro por la Justicia?

–Cuando gestamos el ciclo en el 2006 había cinco obras en cartel sobre el genocidio armenio, muchas de autores argentinos. Estaba instalada la necesidad de abordar el tema. En el ciclo queríamos reunir obras que traten distintas formas de abuso y de violación de derechos humanos. Y no es una elección casual: soy hija de sobrevivientes del genocidio cometido por los turcos y creo que hay algo de eso que todavía no está totalmente elaborado. No es casual el camino que uno elige. El ciclo propone temáticas duras, nada amables, pero la gente sale agradecida de ver las obras, de haberse enterado, de saber algo más. Y para nosotros ayudar a tomar conciencia justifica el esfuerzo de sostener esta movida, a veces con subsidio y otras sin. El año pasado, Boulogne, con Malena Solda, Martín Slipak y Noemí Morelli, fue un boom: hacíamos dos funciones seguidas.

–¿Cómo serán los festejos?

–Seguimos con nuestra programación anual que incluye obras nuestras, otras que nos proponen, el ciclo Teatro por la Justicia los jueves desde el 26 de abril. Reponemos Como arena entre las manos, con Ana María Cores; estrenamos Encuentro en Roma, de Jorge Palant; Hrant Dink, de Pablo Mascareño, y Señor Garbis, de Vahe Berberian. Habrá novedades como la creación del Archivo Gastón Breyer, que fue padrino de Tadrón. Junto a otras alumnas suyas y a su hija, decidimos reunir el legado de años de trabajo escenográfico, de puesta y también heurístico, y armar un archivo de documentación en soporte físico y virtual para que todos puedan consultarlo. También habrá una serie de homenajes a quince personalidades notables que nos acompañaron en todo este tiempo, como Roberto Cossa, Onofre Lovero y Olga Cosentino. Y una serie de entrevistas abiertas a quince teatristas, a quienes invitaremos a charlar con el público y tomar café oriental. Además se viene un ciclo de narración y cena que funcionará en el living desde abril: Cuentos y Sabores de Oriente. Será una fusión entre los relatos y los platos más tradicionales, simples y sabrosos de la cocina armenia. La idea es desempolvar esas recetas típicas para disfrutar de la comida y de los cuentos.

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“Queríamos integrar el bagaje cultural que traíamos con el lugar donde uno se crió y formó”, dice Jensezian.
 
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