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Viernes, 19 de mayo de 2006

TEATRO › DIEGO KOGAN Y PATRICIA ZANGARO

“La comedia aporta al tema del sida”

El director y la dramaturga hablan de Una comedia bareback sobre el sida, una puesta que ensaya otro acercamiento a la manera de vivir con hiv.

Si bien existe hoy gran variedad de puntos de vista sobre el sida, todos responden al mismo patrón. Esto opina Diego Kogan, decidido a “desarmar el paradigma sida” a través de una comedia que refleja “vivencias y obsesiones” de este director que no vacila en relatar su experiencia: “Hace quince años los análisis me dieron positivo y los médicos me previnieron. Tenía poco tiempo de vida. Y aquí estoy”, dice ahora, disfrutando del estreno de Una comedia bareback sobre el sida, junto a Patricia Zangaro, a cargo de la dramaturgia. No es la primera vez que trabajan juntos: se los recuerda en Las razones del bosque, un montaje inspirado en las obras y la personalidad del escritor y dramaturgo ruso Anton Chéjov, y Secretos a cuatro voces, espectáculo protagonizado por la actriz y cantante Marikena Monti. La acción se desarrolla en “un pedacito” del Teatro Payró (San Martín 766, viernes y sábados a las 23) que ellos denominan bunker. En realidad, un espacio despojado de misterio: se trata, simplemente, de una habitación amplia, agradable, a ratos muy iluminada y en algunas secuencias en sombras. Allí se han refugiado mujeres y varones dispuestos a protestar en contra de un proyecto de ley que los discrimina y a una hora y día señalado por su “comandante”. Los espectadores son ubicados en ese mismo lugar, en sillas que bordean la escena. Todo muy cercano y en ningún momento agresivo.

“Diego reunió a los actores, y aquello que habíamos charlado en nuestros encuentros de café empezó a cobrar vida. Los dos somos cabeza dura, pero llegamos a un real intercambio”, apunta Zangaro. Los personajes de este bunker “luchan por la libertad y la felicidad”, como lo testimonia el elenco, integrado, entre otros, por Cristian Stevenot, Marcelo Balquinta, Silvina Alfie, Martín Papanicolau, Laura Fontenla y Constanza Viceconte. Omar Possemato se ocupa de las luces y Lucía Ruderman cumple la tarea de asistir en la dirección. La historia pide un ámbito pequeño, de modo que hubo que disminuir el número de asistentes a cada función: ingresan no más de cuarenta personas. Algunas se hallan cerca de un “revolucionario” que chatea y otras de un tío (el comandante) que dormita. “No hay protección”, resume Kogan, quien ha convertido a su hermana real en personaje: la doctora Kogan.

–¿Creen que el público intenta protegerse de lo que pasa en escena?

Diego Kogan: Sí, por eso esta comedia es bareback, que quiere decir “sin forro” en las prácticas sexuales. Tiene que ver con las conductas incorrectas, con el lenguaje directo y feroz con que se tratan algunos temas. Pero nuestra invitación al público sigue siendo amable: buscamos que se sienta cómodo.

Patricia Zangaro: Queremos decir que el sida es asunto de todos. Para alguna gente, bareback no es un término conocido. Nosotros lo tomamos aquí con sentido estético: significa sin barreras, sin protección entre espectadores y personajes.

–¿Esperan un público especialmente dispuesto?

D. K.: Uno desea siempre que haya voluntad de ver y escuchar y que las reacciones sean distintas. Un público homogéneo me haría sospechar de mi propio trabajo, de qué cosas estoy ofreciendo.

–¿Cómo es el paradigma sida?

D. K.: En el paradigma hay, ante todo, víctimas. Parece ser que no podemos pensarnos de otra manera. Se nos pide que nos pongamos en manos de los médicos –o de quienes creen ser dueños del saber– y despertemos compasión. Quise destruir esa imposición: imaginé que podía hacerlo desde el teatro. La tragedia no puede aportar nada al tema del sida, pero sí la comedia, porque los personajes no necesitan victimizarse ni utilizar un tono llorón o lastimero. Al contrario, están obligados a hacernos reír.

–¿Cuesta aceptar la comicidad en estos casos?

P. Z.: Es algo que discutimos mucho. Admito que a mí me costaba. Lo que Diego me iba contando no era cómico, pero me convenció. La comedia no tiene un final trágico y no es imprescindible que las historias terminen en muerte. El sida es tratado en los últimos años como una enfermedad crónica, y eso permite otro abordaje.

D. K.: He visto a gente que murió con buen humor.

P. Z.: El humor es una actitud vital y una salida... Los refugiados en este bunker no se desaniman: se preparan para dar pelea.

D. K.: Y sin bajar línea, porque no estamos dando respuestas ni vendiendo un “paquetito-sida”. Le dejamos al público la inquietud. Nuestra intención no es tranquilizar ni generar catarsis, ni que alguien, al término de la función, diga ¡pobrecitos!

–¿Es cuestión de pensar sólo en presente?

D. K.: No, porque el hombre o la mujer que no se proyecta al futuro se muere. Cuando los médicos nos hablan del tiempo que nos queda por delante, nos están diciendo que el futuro no existe. Hace quince años me dijeron “no te preocupes, hoy la sobrevida es de dos o tres años”. Si hubiera tomado eso como un mandato, seguramente ya me hubiese muerto, como se han muerto otros cuando les dijeron algo semejante. Vivir el presente sí, de acuerdo, pero vivirlo creando proyectos, yendo más allá de lo que nos permiten los que dicen saber.

–¿No es un exceso de voluntarismo?

D. K.: Una vida sin rebeldías, atada a las reglas que se le imponen desde afuera, es una vida chiquita. La vida es un exceso, y el cuerpo tiene que generar excesos para dominar las enfermedades.

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“No estamos dando respuestas ni vendiendo un paquetito-sida. Le dejamos al público la inquietud.”
Imagen: Jorge Larrosa
 
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