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Martes, 2 de julio de 2013

TEATRO › EDUARDO “TATO” PAVLOVSKY Y ELVIRA ONETTO ESTRENAN ASUNTOS PENDIENTES

Una violencia que no reconoce leyes

La obra más reciente del notable dramaturgo se estrenará el 12 de julio. El autor y la directora hablan de la “monstruosidad generada por la violencia social”, un tópico que Pavlovsky ya había explorado en varios de sus trabajos.

 Por Hilda Cabrera

Imágenes de descalabro y crueldad social “acribillan” la mente de un personaje que no se despega de sus pesadillas. Sucede en Asuntos pendientes, la obra más reciente del premiado Eduardo “Tato” Pavlovsky, actor, director, médico psicoanalista y psicodramatista, que registra desde un primer monólogo la miseria social. Más allá del mal sueño del personaje que alucina, la obra descubre entrelíneas la visión política del autor: “Todos los personajes hablan por Pavlovsky, quien nos muestra lo ominoso bajo la forma de lo civilizado”, resume Elvira Onetto, directora de Asuntos pendientes, en entrevista con Página/12, junto al dramaturgo.

La obra, que irá el viernes 12 en la Sala Solidaridad del Centro Cultural de la Cooperación, se desarrolla en dieciocho escenas que sacuden al más indiferente. El que tan mal sueña es Aurelio, quien, a su manera, planta la idea de la existencia del crimen social, familiar y ético, como apunta Onetto, actriz en varias piezas de Pavlovsky (Rojos globos rojos; Poroto, “historia de una táctica” y Sólo brumas, entre otras) y directora de Largo encuentro y Pequeño detalle. El monólogo inicial de Asuntos..., con sus niños enfilados y clasificados por sus enfermedades, es el primer golpe a la conciencia. La obra no esconde situaciones en las que el incesto y el asesinato aparecen justificados, porque no hay culpa en este Aurelio alucinado. Sí, un poco de asco y pánico, pero no piedad, porque el hombre cómplice se transmuta. “Todo sucede en su cabeza, como en un devenir. No ha metabolizado lo que le pasó, y en alguna escena hasta parece un ideólogo”, sostiene Pavlovsky.

–¿Dice ideólogo por la mención del dato sobre el alto porcentaje de chicos anémicos en Argentina y la “construcción” del horror cotidiano?

Eduardo Pavlovsky: –Este Aurelio tiene alguna cultura, datos, y además pinta y cree ver colores en las personas. Ahí lo humanizo un poco, y hasta lo muestro enamorado.

–Existe al menos una mujer que lo acompaña en ese “devenir”, que desaparece y reaparece con diferentes nombres. La impresión es que cada escena desplaza a la anterior, aun cuando es posible relacionarlas. ¿Es así?

E. P.: –Asuntos... no tiene el armado de Potestad, donde mostré a un represor “al revés”, uno que llora porque le sacaron a la hija apropiada. Acá las imágenes brotan en forma desordenada, son caóticas y algunas, para mí, graciosas. Aurelio está impregnado de una violencia personal y social que no reconoce leyes. Vive en una villa, no tiene un peso y piensa que el incesto entre la mujer y el hijo adoptado es un favor que se hacen los dos, que le servirá al hijo y hasta le dará trabajo, porque el pibe, finalmente, se va a la provincia de Misiones, donde nació. Ese pibe pondrá allí un negocio y se dedicará a producir películas porno.

–¿Cómo trasladaron este “enredo” mental a la escena?

Elvira Onetto: –Buscando imágenes que dieran sentido a lo que sale de la cabeza de Aurelio a través de la escenografía, las luces y el sonido. Lo que a veces resulta gracioso es que a un texto durísimo, como el primer monólogo, le suceda una escena de armonía familiar. Esa “mezcla” nos recuerda la existencia de lo siniestro, de lo cotidiano que se vuelve extraño.

E. P.: –Esto pasa cuando las identidades no son claras, como no lo son los papeles de los personajes. En una escena, el hombre recibe un balazo en un oído, justo cuando acaba de contar a una mujer (¿su mujer, su hermana?) que mató a un chico. Ella lo trata de asesino, pero él no se molesta. Después cuenta (¿a su mujer?) cómo era la madre del chico que compró en Misiones por tres mil pesos: la madre se lo entregó con una violencia que casi lo desnuca. Por algunas acciones es un asesino y por otras, un detective. Es un asesino, pero, como cualquiera, puede hablar de cuestiones hogareñas.

–Estas mutaciones no son nuevas en sus personajes...

E. O.: –En una escena de Potestad, Tato golpea la pared, su personaje se transforma y crea otro estado.

E. P.: –Acá hay restos de mis obras, pero vistos desde otro lado, como ese monólogo ensordecedoramente soez del incesto de la mujer con el hijo adoptado.

–¿La alusión a la pintura del artista irlandés Francis Bacon es una forma de entender la monstruosidad generada por la violencia social?

E. O.: –Hay algo de eso. Lo mutante y desfigurado es evidente en la escena en que el pibe regresa con la cabeza vendada. Una imagen sangrienta que se modifica cuando el padre dice “¡qué linda familia hemos formado!”.

E. P.: –Eso es porque el chico regresa como un profesional del cine pornográfico y Aurelio quiere ser su representante comercial.

E. O.: –Llegar a este estreno significó de parte de todo el equipo mantener una gran fuerza interior. Tato había enfermado, y el proceso fue muy largo. Pero se recuperó y debíamos seguir. Yo dirijo, pero aportaron todos. Pedí a Tato que no le hablara al público, porque necesitaba remarcar lo onírico y el clima de pesadilla. El público debe ser “testigo” de lo que pasa por la cabeza de ese personaje para hacer aún más horrorosa la situación.

–¿O sea, subrayar la pasividad o impotencia del testigo?

E. P.: –En ese aspecto, lo más parecido a los testigos de Asuntos... es el personaje de Sara, en El señor Galíndez. Sara va y viene por la escena, y cuando están torturando, mira.

–¿Cómo calificarían a esa indiferencia?

E. O.: –Complicidad, que en Asuntos... es complicidad civil.

–¿Por qué se acepta la acción del que somete?

E. P.: –El victimario se coloca a veces en situación de víctima. Es lo que hace Aurelio. En esto se parece al apropiador de Potestad, que sufre cuando le quieren sacar a la niña apropiada (a la que él quiso salvar del “mundo rojo”). Aurelio delata y a la vez protesta, asesina niños y denuncia su abandono.

–¿Imaginan cómo reaccionará el público?

E. O.: –No sabemos qué pasará con el público nuevo ni con el que conoce las obras de Tato. Es una obra dura, aunque nosotros, a veces, nos reímos a carcajadas de cosas que no son para reír.

E. P.: –Nos reímos de una escena muda, donde mi personaje intenta tener relaciones amorosas con su mujer, pero el cuerpo no le da y cualquier movimiento le produce un gran dolor. A esa situación, digamos, graciosa, le sucede otra trágica.

E. O.: –Es como una vuelta de página, y así con todas las escenas, una más contundente que la otra, al punto de que se olvida la anterior.

–¿Piensan en reestrenos?

E. P.: –Yo no tengo ganas de hacer teatro para una mostración. Ni siquiera Variaciones Meyerhold, que llevamos en gira por Francia, ni La muerte de Marguerite Duras, que un elenco francés está ofreciendo en París (hasta el próximo jueves) y ha sido invitada al Festival de Avignon. Lo que me gusta del teatro que escribo hace años es que está en una franja dramática, y no pienso salir con un esquema de comedia. En Asuntos... está condensado, y muy bruscamente, lo que no se dice a nivel personal y social, pero que todos sabemos que se ha instalado entre nosotros.

–Nuevamente, como en Sólo brumas, el abandono que se hace de los niños ocupa un lugar central...

E. O.: –En toda la obra, y sobre todo en el primer monólogo, donde los chicos anémicos, chagásicos, hidrocefálicos, raquíticos y enfermos de sida son llevados a la Costanera y obligados a tirarse al agua. Estos pibes parecen felices, como si ese final fuera el mejor destino.

–Un final semejante al de los niños víctimas de la venganza del flautista de Hamelin...

E. P.: –Pero acá el sonido que los arrastra y la música que los une es el Himno Nacional, como nos une a nosotros y cantamos todos con unción: los reprimidos y los represores, y esos tipos que gritan muera tal o cual. Esa, aunque no lo parezca, es una escena de “jolgorio”. La última, porque al final de todo las penas se pierden y regresan al silencio.

E. O.: –Trabajamos mucho con Susy Evans, Paula Marrón y Eduado Misch. A veces nos desalentábamos, pero Tato se recuperó de su enfermedad y salimos adelante. La gente de la Cooperación nos esperó y entendemos que la Sala Solidaridad resulta ideal para esta puesta, donde sólo hay movimiento de sillas. Esta sencillez ayuda a dar idea del extrañamiento que produce el delirio. No utilizamos elementos figurativos: sólo están los personajes entrando y saliendo de la escena como si ingresaran o abandonaran la conciencia.

Contacto en Francia

Artista homenajeado a nivel nacional e internacional, invitado a festivales, coloquios y seminarios, Eduardo “Tato” Pavlovsky es admirado en Francia, donde se han publicado varias de sus obras, entre otras Potestad y La muerte de Marguerite Duras. El reconocimiento a su trayectoria incluye representaciones hechas por elencos franceses en París y otras ciudades, así como años atrás sucedió con Telarañas, en el Théâtre des Racines Nées y en el Théâtre du Sablier, ofrecida en el marco del prestigioso Festival de Avignon. La lista de estrenos es larga, y entre los más recientes se encuentra La muerte de Marguerite Duras, en La Manufacture des Abbesses, y el reestreno, por la misma compañía, en el Teatro Lucernaire, también en París. Después de la última función, este jueves, la obra seguirá en el Festival de Avignon, desde el sábado próximo hasta el 31 de julio. También en estos días, el actor Dominique Pinon realizó una lectura de Potestad, en la Casa de América Latina, y se esperan más propuestas de estrenos. La traductora e investigadora Thanas adelanta que es probable que las elegidas sean El señor Galíndez e Imperceptibles, y acaso Sólo brumas, que Pavlovsky presentó temporadas atrás en el Festival Dijon en Mayo.

Detalles de la puesta

Asuntos pendientes, de Eduardo “Tato” Pavlovsky. Elenco: Susy Evans, Paula Marrón, Eduardo Misch y Tato Pavlovsky. Iluminación: Pedro Zambrelli y Eduardo Misch. Música original y diseño
sonoro: Manuel Llosa. Voz
en off: Mirta Bogdasarian.
Fotografía: Andrés Barragán. Realización escenográfica: Cecilia Fontnine. Asistente
de dirección: Paula Marrón. Dirección: Elvira Onetto. Gestión y producción escénica: salvavidasteatral.blogspot.com. Lugar: Centro Cultural de la Cooperación, Sala Solidaridad, Av. Corrientes 1543, los viernes a las 20.

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“Todos los personajes hablan por Pavlovsky, quien nos muestra lo ominoso bajo la forma de lo civilizado.”
Imagen: Rafael Yohai
 
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