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Miércoles, 31 de julio de 2013

TEATRO › VALE TODO, DIRIGIDA POR ALEJANDRO TANTANIAN EN EL NACIONAL

El barco llega a buen puerto

Florencia Peña, Enrique Pinti y Diego Ramos encabezan una puesta que deslumbra en lo formal pero, sobre todo, cumple en su función de divertir. Y actualiza ajustadamente un texto clásico que encuentra los necesarios guiños de color local.

 Por Emanuel Respighi

“El mundo, hoy, enloqueció/ todo se volvió una diversión, una conmoción/ El pecar ya no es original/ el pecar ya no es infernal/ si de repente vale todo/ lo juego de cualquier modo/ y no está mal: todo da igual”. La canción, cantada y bailada por los 24 bailarines en escena, no sólo condensa el sentido de la obra, en una coreografía precisa y deslumbrante. También es, probablemente, uno de los puntos más altos de Vale todo, la comedia musical que se presenta en el Teatro Nacional (Corrientes 960), de miércoles a domingo. Adaptación del clásico Anything goes, de Cole Porter, el musical apuesta fundamentalmente a la producción, con un nivel coreográfico, escenográfico y de vestuario pocas veces visto en la cartelera porteña. Una propuesta que, sin desentonar con la espectacularidad propia de la comedia musical, está plagada de guiños locales capaces de hacer reír a aquellos espectadores que no son habitués de un género que desde hace un tiempo pisa fuerte en la calle Corrientes. Y que Vale todo realza, aun con el esquematismo tradicional de una obra concebida ocho décadas atrás.

En la difícil tarea de adaptar el popular clásico del siglo XX, la producción del espectáculo protagonizado por Florencia Peña, Diego Ramos y Enrique Pinti no se anduvo con vueltas. En un escenario que invita a la magnificencia, el espectador se sorprende ante el gran casco del S. S. American, el transatlántico de lujo que une las ciudades de Nueva York y Londres, en el que se desarrolla una historia de amor, engaño y valores trastrocados. Ambientada en la década del ’30, Vale todo invita a los espectadores a un viaje en el tiempo, artificial, pero no por ello inverosímil. En este punto, la puesta también parece querer rescatar el atractivo visual de los musicales de antaño, con un gran despliegue, sin perder vigencia a los ojos de quienes la ven. Bienvenido sea el riesgo que asume la producción de Javier Faroni.

Claro que, como una manera de no limitarse a plasmar de manera impecable una puesta añosa, Vale todo tiene la virtud de haber sabido conjugar la recreación de época con ciertas licencias respecto al texto original que la vuelven cercana al sentir argentino. En clave de comedia de enredos, la obra rompe cierta solemnidad a partir de chistes y guiños autóctonos, que a lo largo de la trama se cuelan en distintos pasajes pero sin llegar a abrumar ni a romper la estructura propia del musical. Tampoco ese toque humorístico, que sobrevuela la obra, alcanza el absurdo de opacar el brillo que la historia amerita. En ese punto, el glamour de la puesta descansa en la veintena de logrados cuadros musicales, variados, que van de grandes coreografías a otras más íntimas, con igual gracia y sentido dramático. En ese equilibrio entre texto, humor y canciones se ve la mano de Alejandro Tantanian, en su faceta de director, y la de Mariano Otero, encargado de los arreglos musicales.

Hay algo en Vale todo que no se puede soslayar: la obra tiene, además del fastuoso vestuario y las celebradas coreografías, una alta dosis de humor. La historia de amor, entre polizones, trepadoras y mafiosos, es fértil para el delirio. En este sentido, puede tratarse de una entretenida salida para aquellos que suelen esquivarle al musical, ya sea por el tedio que les produce el recurso de lo cantado o por las más de dos horas de duración que exige el género (¿acaso es pecado un musical que no se extienda más allá de los cien minutos?). Si la producción no ahorró dinero en vestuario y escenografía, tampoco lo hizo a la hora de formar un grupo de humoristas de peso, con cierta experiencia en el arte del baile y del canto.

En este punto, Vale todo vuelve a poner arriba del escenario a la mejor Florencia Peña, aquella que incluye a la capocómica pero que la trasciende. Sin perder su estilo humorístico, que puede gustar más o menos, la actriz demuestra todo su talento en el arte del baile, sin desentonar tampoco a la hora de cantar (un rubro en el que ya había dado señales positivas en Sweet Charity). Incluso, Enrique Pinti, en la piel de un querible mafioso de cuarta, se las rebusca para hacerle lugar a su incontrolable verborragia. Y el macoco Martín Salazar desparrama su habitual gracia, histriónica y desconcertante, encarnando a un adinerado extrovertido. En medio de ellos, Roberto Catarineu y Noralih Gago acompañan la diversión, al igual que el siempre ajustado Diego Ramos.

Tal vez el punto débil de la propuesta es que ninguno de ellos supo/ pudo/ quiso componer personajes que hagan olvidar a los intérpretes: Peña, Pinti, Ramos y Salazar son fácilmente reconocibles para el público en sus mohínes y salidas. Algo que, de cualquier manera, para muchos puede tratarse de un acierto. Como lo es, indudablemente, la participación de Josefina Scaglione, la actriz que con elegancia para caminar el escenario y un hermoso registro de voz se lleva los mayores aplausos de una propuesta que atrae desde lo visual y también desde la comedia.

7-VALE TODO (ANYTHING GOES)

De Cole Porter.

Elenco: Florencia Peña, Diego Ramos, Enrique Pinti, Josefina Scaglione, Martín Salazar, Sofía Pachano, Roberto Catarineu y Noralih Gago.

Dirección: Alejandro Tantanian.

Adaptación: Fernando Masllorens y Federico González del Pino.

Arreglos musicales: Mariano Otero.

Producción: Javier Faroni.

Teatro Nacional, miércoles a domingos.

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Ambientada en la década del ’30, Vale todo invita a los espectadores a un viaje en el tiempo.
 
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