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Sábado, 28 de septiembre de 2013

TEATRO › SIPITA JULICHA, ESPECTACULO DE CHARO MORENO BASADO EN LA SEÑORITA JULIA

Un clásico teatral a ritmo de chacarera

La actriz y directora trasladó la acción de la pieza de August Strindberg a Santiago del Estero. Moreno dice que le interesaba hacer una buena versión para que la vieran los que no conocen la obra. “Quería llegar a un público nuevo”, destaca.

 Por Paula Sabatés

Charo Moreno presenta Sipita Julicha los domingos en El Popular.
Imagen: Carolina Camps.

Quien haya leído La señorita Julia, el clásico del gran dramaturgo sueco August Strindberg, podrá reconocer su estructura, su trama y el conflicto de sus personajes en Sipita Julicha, espectáculo de Charo Moreno basado en esa obra. Lo que no encontrará es su contexto, porque la actriz y directora trasladó la acción a Santiago del Estero. En lugar de la fiesta de San Juan, el marco de la historia es la de San Esteban, celebración cristiana muy practicada en esa provincia. Como en el drama de Strindberg, durante esa noche tres personajes que pertenecen a rangos y clases sociales distintas revelarán sus angustias más profundas, sus amores y odios y su búsqueda de verdad y sentido. En ese lugar de tradición caudillista pero también de simbiosis entre tradiciones europeas y mitos regionales sus diferencias se intensifican, haciendo que el drama gane una fuerza distinta.

Para meterse en ese mundo, antes de comenzar la función los espectadores viven un verdadero ritual: en la antesala son convidados con un vaso de vino y alimentos regionales mientras una chacarera tiñe todo el ambiente. En la entrevista con Página/12, la directora cuenta que eso surgió con la idea de “enfiestar” al público. “La historia transcurre mientras hay una fiesta y es difícil que el espectador esté ahí sin ese preámbulo. De esta forma, cuando empieza la obra ya es parte del clima”, asegura Moreno. Luego de esa previa el público ingresa a la sala, que está ambientada como si fuera la cocina de una estancia. Allí se encuentra con los protagonistas: Sipita Julicha (nombre quechua), Esteban, y Cristina, hija del patrón, encargado y cocinera, respectivamente.

Cuenta Moreno que para hacer esta obra comenzó buscando un texto que estuviera bien escrito y que le diera múltiples posibilidades para la puesta en escena. “Inevitablemente caí en un clásico, en uno de Strindberg, que es quien más me conmueve y con quien más me identifico por ser tan pasional”, dice. De La señorita Julia en particular le atrajo su complejidad, su concepción humana y el tratamiento psicológico de los personajes, además de la cuestión de clases, tema de la obra. Pero asegura que le interesaba hacer una buena versión para que la vieran los que no conocen la obra. “Quería llegar a un público nuevo”, asegura.

–¿Por eso decidió adaptarlo al momento actual?

–Sí. Creo que ninguna obra de otro tiempo tiene sentido en la actualidad sin ser adaptada, porque lo que decía en su momento ahora no lo dice, por lo menos no con la misma fuerza. No sé cuánto puede importar lo que se escribió en Suecia en el 1800. De hecho creo que eso aleja al espectador. En cambio, tomar esas líneas para hablar de la realidad lo acerca, lo hace interesante.

–Hace dos años hubo un caso parecido a éste, el de Salomé de Chacra, la obra de Mauricio Kartun que trasladaba una leyenda bíblica a la pampa argentina. Pareciera que hay una necesidad de hablar de lo nuestro...

–Es que si no, no sé para qué hacemos teatro. Creo que tiene que haber un compromiso con el tiempo de uno. Claro que es toda una discusión y no sé si es políticamente correcto, pero no me interesa mucho venerar a los grandes autores clásicos en estos casos. Hay directores que hasta les tienen temor. Yo no digo hacer cualquier cosa pero si se puede hay que intentar decir algo sobre el hoy, sobre la realidad del público.

–Pero ustedes le hablan al público de Buenos Aires sobre algo que ocurre en Santiago del Estero. Esa tampoco es su realidad...

–Es cierto, pero cuando digo “nuestra realidad” parto de la base de que nuestra realidad es la argentina. Me parece que a los que vivimos en esta urbe nos hace bien ver que la realidad nos excede y que es mucho más de lo que pasa acá. La mayor parte de lo que pasa de hecho está afuera, en las provincias, que tienen un peso sustancial en la conformación del país.

–¿Por qué eligió Santiago entre todas?

–Porque es fundacional de la Argentina, de hecho fue la primera ciudad que se fundó. Además es una provincia muy rica en todo sentido, musicalmente, históricamente. Me daba mucho material para trabajar y hoy en día cada vez estoy más convencida de que era el lugar perfecto para darle marco a la obra. Por otro lado, la fiesta de San Esteban es simbólica para el teatro, porque es, según algunos historiadores, el último vestigio que existe de ciertas manifestaciones teatrales precolombinas. Y eso nos pareció importantísimo. Por último, en Santiago se ve una simbiosis entre lo europeo y lo regional, que complica mucho más todo lo que tiene que ver con las clases sociales que tomé de Strindberg. Eso es lo que más me interesaba.

–En el prólogo de La señorita Julia, un paratexto muy estudiado, Strindberg manifiesta una preocupación por lograr una ilusión realista. Dice, entre otras cosas, que se deben evitar los saludos a los amigos, la ruptura de la cuarta pared y el trabajo para el aplauso. ¿Coincide?

–Coincido en algunas cosas, pero en mi caso no fue una preocupación. Por supuesto tampoco vengo de un teatro de estrellas contra el que hay que luchar, como Strindberg. El escribió eso en otra época. Pero sí lucho contra los aplausos, por lo menos en esta obra. Para mí es sustancial que el espectador tenga un espacio de reflexión luego de lo que ve. No que aplauda porque terminó y que se vaya a la otra cuadra a comer una pizza. Que vaya a comer, pero que hable de lo que vio. Por lo menos yo quiero armar un trabajo que genere eso. Por eso antes de que termine esta obra dejamos un momento en el que no se sabe si la obra terminó o no, un espacio como de limbo, de amanecer. Luego sí, vuelve la chacarera del principio y ahí recién los intérpretes saludan, pero de una manera muy solemne.

* Sipita Julicha se presenta los domingos a las 16.30 en Teatro El Popular (Chile 2076).

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