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Martes, 2 de septiembre de 2014

TEATRO › CARLOS IANNI ESTRENó DONDE EL VIENTO HACE BUñUELOS, DE ARíSTIDES VARGAS

El deseo de mitigar la ausencia

El director ya había presentado en 2004 una primera versión de esta obra atravesada por temas como la pertenencia y la memoria. “Puse en crisis todo lo hecho diez años atrás –dice Ianni–. La historia sigue siendo la misma, pero está mucho menos apoyada en la nostalgia.”

 Por Hilda Cabrera

La memoria, el exilio y el olvido, como deseo de reescribir la propia historia o mitigar la ausencia, retornan una y otra vez al teatro para ofrecer nuevas miradas sobre temas que han trastrocado vidas. Uno de estos trabajos es Donde el viento hace buñuelos, del actor, dramaturgo y director cordobés Arístides Vargas, educado de niño y adolescente en Mendoza, donde estudió teatro en la Universidad de Cuyo e integró elencos conducidos por grandes maestros. Desde allí partió al exilio en 1976, primero a Perú y luego a Ecuador, donde reside y conformó el Grupo Malayerba en la década del ’80, con el que ha llevado a escena obras que cruzan realidad y mito, como Pluma, Nuestra Señora de las Nubes, La edad de la ciruela, Instrucciones para abrazar el aire y La razón blindada, basada en los viajes que realizó su padre al penal de Rawson para ver a Chicho, hermano de Arístides, preso por su militancia política en 1975.

Esta vez quien redescubre nuevas imágenes en la intensa y poética prosa de Vargas es el director y docente Carlos Ianni, realizador, entre otras puestas, de Viaje a la penumbra, de Jorge Díaz; Antígona, de José Watanabe; Terror y miseria en el primer franquismo, de José Sanchís Sinisterra; La complicidad de la inocencia, de Adriana Genta y Patricia Zangaro; y de una primera versión de Donde el viento..., estrenada en 2004. Ianni recuerda hoy aquel estreno y algunas “raras coincidencias”. Ahora, en la nueva versión que presenta los sábados a las 21, en el Teatro Celcit (Moreno 431), cuenta cómo fue aquel primer contacto con el autor y esta obra, “un trabajo creado a partir de improvisaciones de Vargas con Charo Frances y Rosa Luisa Márquez”, cuyo texto fuera inicialmente publicado por Casa América, de Madrid. “A medida que yo avanzaba en la obra, iba confrontando con Arístides. Y estrenamos con un mes de diferencia. El en Puerto Rico y yo en Buenos Aires. Entonces nos fue bien –señala Ianni, director y productor del Celcit local–, hicimos un año de funciones, una gira bastante larga, y fuimos invitados, en representación de Argentina, a participar en el Festival Internacional de las Artes de Mérida, en México.”

–¿A qué califica de “raras coincidencias” con la puesta de Arístides Vargas?

–A situaciones cercanas al realismo mágico. Quizá por haber llegado al teatro desde las artes plásticas, establezco a nivel inconsciente asociaciones con obras pictóricas o con el particular mundo de sus creadores. Mientras trabajábamos en Donde el viento... me venían imágenes de las pinturas surrealistas de Remedios Varo, que nació en España, pero vivió en México. Sus trabajos se habían convertido en una obsesión. Decidí investigar y, efectivamente, era posible establecer una muy clara relación entre su pintura y el teatro que propone Vargas. Y eso, creo, está en mi puesta. En 2009, cuando Arístides trajo La razón blindada a uno de los ciclos internacionales del Celcit, me preguntó cómo había elaborado la puesta, y le hablé de esa asociación. Puso cara de haber visto a un fantasma... Confesó que él había hecho la reescritura final de la obra observando las pinturas de Varo. Cómo pasó esto, no lo sé. Pienso que es parte de la magia del teatro, porque no hay en el texto algo que sugiera esa relación.

–¿Qué quiso modificar en esta puesta? ¿Coloca el acento en el rescate de los afectos? Vargas se refiere a los afectos como a una entrega: “Acompañar al otro en su acto de vivir-morir”.

–Diez años no pasan en vano para nadie, y hubo cambios. En el elenco quedó Teresita Galimany y se incorporó Adriana Genta, quien, como toda actriz, parte de sí misma para llegar al personaje. No es obligación que lo interprete como la actriz anterior (Beatriz Dellacasa). Puse en crisis todo lo hecho diez años atrás, para modificarlo o mantenerlo, como es el caso del perro Buñuelo, representado por la figura de un títere y no por una transformación de la actriz que personifica a Miranda. En esto de poner todo en crisis, ensayamos tanto las escenas utilizadas antes como las que habían quedado afuera. Ni Arístides ni yo escenificamos el texto completo. La historia sigue siendo la misma, pero está mucho menos apoyada en la nostalgia.

–¿Será por el paso del tiempo? En la obra, los personajes de Catalina y Miranda son los de dos exiliadas.

–¿El tiempo? Es posible. También las actrices son exiliadas. Lo evidente es que la obra, al mostrarse menos nostálgica, balancea más claramente el humor. Así y todo, mi tesis de puesta es que la patria son los afectos. Arístides lo dice muy bonito, y yo, seguramente, lo voy a citar mal: cuando uno tiene una patria y una bandera, echa raíces; pero cuando no las tiene, busca el corazón de una persona y ahí echa raíces. Me siento identificado con este pensamiento, porque creo que el lugar de pertenencia lo dan las relaciones afectivas, el amor, la amistad...

–¿Por qué es tan necesario el sentimiento de pertenencia? ¿Será el temor a morir lejos del propio país?

–La pregunta, creo, es qué nos da sentido de pertenencia, si el lugar, la historia compartida o qué. Esto sigue siendo un interrogante.

–¿Su conocimiento de las artes plásticas influye en sus puestas?

–Imagino que sí. El teatro acepta todas las artes. Mis padres detectaron en mí esa vocación. De chico fui a talleres, y a los dieciocho años ingresé a Bellas Artes. Fue una catástrofe familiar, porque mis padres veían en ese estudio un entretenimiento y no una profesión. Mi madre, de ascendencia húngara, y mi padre, inmigrante italiano que había pasado privaciones, querían otro futuro para sus hijos. Mi abuelo materno intervino a mi favor con la promesa de que siguiera una carrera universitaria que me asegurara un bienestar económico. Así fue hasta que me pasé al teatro y todo lo otro quedó atrás. Me anoté en los cursos que en 1972 daban Jaime Kogan, Ricardo Monti y David Di Napoli, en el Teatro Payró. Pero mi verdadero maestro ha sido el actor, director y dramaturgo Juan Carlos Gené, que regresó definitivamente de su exilio en Venezuela en 1993. Gené había partido en 1976.

–Arístides Vargas y su grupo presentarán nuevamente Instrucciones para abrazar el aire (obra ofrecida en 2013 en el Celcit, y que se verá el próximo domingo 7 en el Teatro Nacional Cervantes). ¿Habrá otras coincidencias con el autor?

–Sí. Planeamos invitarlo, junto a Charo Frances y Rosa Luisa Márquez, a presentar Donde el viento hace buñuelos en simultáneo con nuestra puesta. Es parte del festejo por los cuarenta años de la fundación del Celcit en Caracas, Venezuela. Se tomará aquel año, 1975, como festejo para las dos sedes que posee el Centro, una en España y otra en nuestro país, donde la actividad comenzó en 1979. Para esa fecha, Gené, que fue presidente de la sede argentina, se encontraba exiliado en Caracas, donde en 1983 fundó el Grupo Actoral 80. Estamos convencidos de que la proyección del teatro latinoamericano sería muy distinta si el Celcit no hubiera existido. Internet ha facilitado enormemente su difusión. Además iniciamos una convocatoria para la presentación de textos y ensayos sobre teatro, que cerrará el 15 de enero de 2015; y otra, que haremos pública a partir de noviembre, sobre fotografías de teatro. Todo este material será presentado en el segundo semestre de 2015. La diferencia con otras convocatorias es que los textos deben responder a un eje temático (“El teatro dentro del teatro”). El autor (latinoamericano o español o portugués con residencia de cinco años en alguno de los países americanos) tendrá que escribir especialmente para el concurso. Vamos a producir seis espectáculos con el auspicio de distintas entidades. Las obras serán editadas digitalmente por nosotros, y en soporte papel por la revista Paso de Gato, de México. Las sorpresas las daremos a conocer de a poco, así como los nombres de los invitados de presencia internacional.

Informes en el sitio web del Celcit: http://celcit.org.ar/concurso/textos.php

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Ianni, director y docente. La obra de Vargas se puede ver los sábados en el Teatro Celcit.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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