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Martes, 6 de marzo de 2007

TEATRO › LA ESCUELA DE CIRCO DE GERARDO HOCHMAN

“Para transmitir sensaciones usamos nuestros cuerpos”

El grupo Rancho Aparte estrenó la obra Milagro, en el C. C. de la Cooperación. La importancia de lo teatral en el “nuevo circo”.

 Por Cecilia Hopkins

Creada por Gerardo Hochman hace doce años, la Escuela de Circo La Arena ha logrado diversificar sus actividades en torno de la formación de artistas del género. Porque además de las clases regulares, un programa de formación profesional prepara a los jóvenes artistas para realizar sus primeras apariciones en público. Precisamente, los egresados de la última camada, conformados en el grupo Rancho Aparte, acaban de estrenar en el Centro Cultural de la Cooperación el espectáculo Milagro –difícil de explicar–, bajo la dirección general del mismo Hochman –más aportes creativos de los maestros Luciana Mosca, Matías Plaul, Carolina Della Negra y Mariano Carneiro–, música de Santiago Vázquez, diseño de iluminación a cargo de Gonzalo Córdova, vestuario de Laura Molina y escenografía de Duilio della Pittima. Los trece intérpretes tienen de 18 a 23 años y dominan diversas especialidades: acrobacia de suelo, tanto en dúos como grupal o ejecutada dentro de una rueda de dos metros de diámetro, cuerda floja, mástil chino, trapecio, telas y aros aéreos.

Si al finalizar el primer año Rancho Aparte realizó 40 funciones de El casamiento, espectáculo inspirado en una boda campesina, esta vez la apuesta es más ambiciosa: el grupo hará funciones de jueves a domingo en plena calle Corrientes, hasta fines de abril, al menos, para comenzar. Ya están teniendo la satisfacción de agotar localidades cada fin de semana. Es que, en verdad, el espectáculo presenta una serie de atractivos que corren paralelamente al despliegue de habilidades circenses, ya que un hilo conductor temático vertebra las escenas al tiempo que la banda sonora propone una alternancia de ritmos que las singulariza.

Gabriela Parigi es una de las destacadas intérpretes del grupo: desde los 4 años se ejercita en gimnasia artística y, desde los 13 hasta los 19, integró la selección argentina de su especialidad. Y aunque tenía por delante una carrera exitosa, ella considera que no tenía sangre fría como para competir. “También me faltaba disfrutar –explica en una entrevista con Página/12–, transmitir sensaciones y encontrar la individualidad en una forma propia de expresarme. El deporte exige un sacrificio enorme que, si bien uno lo hace porque alguna retribución consigue, ésta no llega nunca al nivel de lo que significa expresarse uno mismo con un color determinado.” Una de sus maestras, Luciana Mosca, también presente en la conversación, se formó inicialmente en danza contemporánea pero ve el fenómeno del Nuevo Circo como más abarcador y, especialmente, con mayores posibilidades de movilizar afectivamente al espectador: “Nosotros no usamos palabras para transmitir sensaciones y emociones, sino nuestros cuerpos en combinación con la música. En lo que hacemos, no habrá dos personas que vean lo mismo. En cambio, me parece que la danza contemporánea perdió el poder de generar emoción, por este motivo quedó medio lavada”.

“Que el circo sea un arte que le interese a la gente cada vez más”, ése es el objetivo de Matías Plaul, otro de los integrantes del equipo creativo que asistió a Hochman en el desarrollo de los números y escenas de este Milagro: “El circo tiene la potencia que le da la dificultad, la presencia de lo físico y, a la vez, es un lenguaje puro porque establece un contacto inmediato con el público. El Nuevo Circo es algo muy conocido en otras partes del mundo, pero acá recién se está asentando, aunque cada vez hay más interés por adquirir esa formación, para obtener la posibilidad de dominar diferentes técnicas”.

Como la actriz y bailarina española Sol Picó –que mostró hace 4 años su espectáculo Bésame el cactus en el Festival Internacional de Buenos Aires–, también Gabriela Parigi realiza sus evoluciones acrobáticas entre macetas de cactus como si sus espinas no le ofrecieran peligro alguno y, en su caso, emprende con sus plantas un viaje acrobático que concluye en un acto de ofrenda: “Esa propuesta me implicó un gran desafío, porque tuve que moverme de mi lugar de comodidad, que es el trabajar con un gran despliegue de energía. En esa escena no tomo los objetos con las manos, como en la vida cotidiana, sino que trato de dar una imagen diferente a algo que uno puede hacer todos los días”, explica. Uno de los nexos de conexión entre los segmentos del espectáculo es, precisamente, el costado milagroso que pueden presentar los actos de la vida: “Como una pareja que recién se conoce o cualquier encuentro fortuito: la idea es apelar a un modo poético de ver lo cotidiano. Entonces un hombre y una mujer pueden remitir a la primera pareja humana o un personaje aéreo puede ser la representación de un dios”, define Plaul.

La inclusión de lo teatral en los nuevos espectáculos circenses aporta un mayor desarrollo en las situaciones y conflictos de orden físico que proponen los intérpretes. Y a veces, estos comportamientos asumen una dimensión metafórica. Los tres artistas coinciden en el poder multievocador de una pirueta circense pero, a la vez, no dejan de definirla como a una prueba en sí misma: “En el Nuevo Circo siempre se trabaja desde una poética determinada. El resultado puede ser metafórico pero quien lo quiera puede disfrutar de un salto mortal sin buscarle ninguna interpretación”.

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Matías Plaul, Gabriela Parigi y Luciana Mosca, integrantes del grupo Rancho Aparte.
 
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