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Sábado, 23 de junio de 2007

TEATRO › ENTREVISTA AL DRAMATURGO Y DIRECTOR HECTOR LEVY-DANIEL

¿Cómo es que alguien se hace nazi?

El autor de Melodía para seis sombras estrenará Las mujeres de los nazis, un ciclo de tres obras sobre Magda Goebbels, Irene Mengele y Karin Goering. “Me provocan fascinación”, confiesa.

 Por Cecilia Hopkins

En Melodía para seis sombras, Héctor Levy-Daniel elabora un entramado de relaciones del que participan tres hermanas, una media hermana, una enfermera y la mucama de la residencia donde toma lugar la acción de la obra. Fantasmas condenados a la repetición de un círculo vicioso, los personajes esperan a quien pueda liberarlas del ciclo tan temido. Estrenada el año pasado y aún en funciones en Patio de Actores (Lerma 568), la pieza fue escrita en base a las improvisaciones que las seis actrices (María Eugenia Alvarez, Sandra Barbale, Sonia Boll, Graciela Clusó, Patricia Durán y Malala González) realizaron sobre cuadros del expresionista Edvard Munich. Con la colaboración de Clara Pando, el dramaturgo y director trabajó durante un año en el proyecto: “Aunque detesto las explicaciones psicoanalíticas, sobre todo las muy pobres –aclara Levy-Daniel en una entrevista con Página/12–, creo que jugando un poco con dos frases de Lacan puede uno aproximarse a Melodía...”. Las frases a las que hace alusión son, precisamente, “La mujer no existe” y “La mujer es un síntoma del hombre”. Así, el autor sostiene que en la pieza “el hombre es un síntoma de las mujeres, ya que permanentemente ellas se refieren a ellos con actitudes y palabras. Y el hombre no existe, en el sentido literal de la frase, puesto que, aunque ellas hablan como si ellos estuvieran presentes, su ausencia es ostensible, ya que sus cuerpos no están en escena”.

El mundo de lo femenino es uno de los temas preferidos por el dramaturgo, sin distinción de ideologías. En breve se estrenará Las mujeres de los nazis, un ciclo conformado por tres obras del cual él mismo es inspirador: desde la perspectiva de las mujeres de algunos de los principales jerarcas nazis, el período de ascenso y decadencia del régimen que rigió los destinos de Alemania entre 1933 y 1945. Aparte de La caída, escrita por el propio Levy-Daniel sobre Magda Goebbels, esposa del ministro de Propaganda nazi, Josef Goebbels, la trilogía se completará con textos escritos especialmente para la ocasión por Patricia Suárez (autora de El tapadito y Las polacas, ya una especialista sobre el tema, quien tomó el personaje de Irene Mengele, mujer del médico nazi Josef Mengele) y Adriana Tursi, que se abocó al retrato de Karin Goering, primera mujer del jefe de la Wehrmacht, Hermann Goering. Quienes se harán cargo de la dirección de las obras serán Corina Fiorillo, Clara Pando y el propio Levy-Daniel, las tres a representarse durante la misma jornada, también en El Patio de Actores.

–¿Qué particularidades encontró en la personalidad de Magda Goebbels para hacerla protagonista de su obra? ¿Qué otras mujeres de nazis quedaron desplazadas por ésta?

–Hay un libro de Anna Sigmund que se llama precisamente Las mujeres de los nazis, que trata sobre la vida de un grupo de mujeres relacionadas con nazis prominentes, no sólo como esposas, como es el caso de Geli Raubal, la sobrina de Hitler. Una vez convocadas las autoras y decididos los personajes, a los tres meses ya teníamos escritas las obras. En mi caso, más allá de lo que uno conoce de Magda Goebbels a través de La caída –el asesinato de sus seis hijos o su fanatismo rabioso–, lo que me decidió a tomarla como protagonista fue el conocer datos acerca de su vida antes de conocer al que fue ministro de Propaganda de Hitler (ver recuadro). Pero, más allá de la fascinación que me provoca esta historia, creo que la verdadera razón por la que elegí a Magda Goebbels es esta pregunta: ¿cómo es que alguien se vuelve nazi, cómo es el camino que lleva al nazismo? Porque, cuando los rusos entran en Berlín y ella decide matar a sus seis hijos y suicidarse, dice esta frase: “No vale la pena vivir en un mundo en el que ya no exista el Tercer Reich”. ¿Cómo se llega a esto, luego de tener un amante judío, además de un padrastro que muere en un campo de concentración, a quien Magda adoraba y sin embargo no ayudó a salvar?

–¿Se trata de un personaje sólo basado en datos reales?

–Podría decir que los datos son reales y que con ellos fui construyendo un personaje de ficción, porque no me interesa hacer un teatro documental. Además, el escenario es de por sí un dispositivo ficcional y por lo tanto todo lo que aparece en escena pertenece a esa área. Yo diría que se trata de un reencuentro mítico (el de Magda con su amor judío), pero sobre bases reales. Y este encuentro ficcional habla, sobre todo, del nazismo.

–¿Por qué cree que el nazismo es un tema que sigue atrayendo a tantos dramaturgos?

–En mi caso, el exterminio es un tema que me obsesiona desde chico. ¿Cómo es que ciertas personas deciden aniquilar a otras? Por otro lado, por mi condición de judío tuve numerosas ocasiones de sufrir en carne propia el antisemitismo. De hecho hice el servicio militar durante la dictadura de Videla y pude comprobar que el nazismo no era una mera actitud, sino algo que muchos militares llevaban en la sangre. Las frases que recuerdo son infinitas, pero podría mencionar: “Yo acá soy dueño y señor de ustedes” o “Venga judío”, “Hitler tenía razón”, frases que ahora parecen inconcebibles.

–¿Por qué dice “ahora”?

–Hay una realidad que se construye a partir de la restauración de la democracia con Alfonsín, asentada sobre miles de cadáveres. Y a estos cadáveres no les han correspondido los ritos y las ceremonias que tienen un sentido profundo de asunción de la muerte. Y por esta razón no han sido integrados al orden simbólico que funcionan como base de la sociedad y la cultura. Estos cadáveres se presentan una y otra vez como fantasmas que buscan que se les dé una respuesta. Será por esto que hoy muchos dramaturgos sienten el llamado de esos fantasmas y escriben historias, personajes, situaciones vinculadas con el nazismo. Allí, el nazismo no es tomado como hecho histórico, sino como metáfora de la realidad que nos rodea, realidad que no ha hecho un corte con lo que ha sucedido, ya que los desaparecidos forman parte de su materia y de su estructura.

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“No me interesa hacer un teatro documental”, afirma Levy-Daniel.
 
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