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Viernes, 17 de agosto de 2012

CHICOS › EL RATóN DEL INVIERNO, POR EL GRUPO DE TEATRO CATALINAS SUR

El valor de la imaginación y la creatividad

 Por Emilia Erbetta

“Nosotros no creemos en esa cosa elitista de que el artista es alguien que fue tocado por una varita mágica. Todos tenemos derecho a la cultura, porque si a un pibe no le presentás determinadas herramientas, no solamente no se va a dedicar a eso, sino que tampoco va a desarrollar una sensibilidad, porque no lo conoce.” Cuando dice “nosotros”, Ximena Bianchi se refiere al Grupo de Teatro Catalinas Sur, que todos los domingos a las 16.30 presenta la obra de títeres El ratón del invierno, que ella dirige en el Galpón de Catalinas (Benito Pérez Galdós 93, entradas $35). Lo que empezó como el primer capítulo de una trilogía sobre el arte, la libertad y el individuo creció tanto que terminó incluyendo todo en una misma fábula: la de Floreal y su familia de ratones de campo, que se preparan para encarar un invierno que promete ser muy frío, muy gris y sobre todo muy largo. Mientras los otros ratones buscan leña y comida, Floreal junta algo que a ningún otro ratón le parece útil: rayos de sol, colores y olores del verano. Y cuando el invierno finalmente llega y la vida en la cueva se pone difícil y escasean la comida y el calor, las cosas que recogió Floreal (imprescindibles para recordarles cómo se sienten el verano y la primavera cuando aprieta el invierno) resultan ser más importantes de lo que imaginaban: “Con El ratón del invierno estamos hablando del valor del arte como un derecho, no de sentir al artista como un iluminado, sino como un emergente que hace otra cosa que también se necesita: el valor de la imaginación, de la creatividad y el rol del artista en la sociedad”, explica la directora.

Para contar la historia de Floreal, el Taller de Títeres se basó en el cuento “De Frederick”, del italiano Leo Lionni: “Leímos el cuento y fuimos trabajando sobre su significado con improvisaciones, ideas de escena, con objetos, charlando sobre cómo iban a ser los títeres”, cuenta Bianchi. A partir de esa labor colectiva se delineó una dramaturgia y una música, que compusieron especialmente para la obra Gonzalo Domínguez y Gilda Arteta, de la Orquesta Atípica Catalinas. Justamente ahí, en el trabajo colectivo, en lo poderoso que resulta que un grupo de personas salga de su casa para reunirse con otras en pos de un objetivo en común, Bianchi identifica la fuerza transformadora del arte, porque “uno se vuelve protagonista de su cultura, se para en otro lugar porque tiene algo para decir”. La historia del Catalinas arrancó con esa misma búsqueda, en 1983, con el fin de la dictadura y la decisión de un grupo de vecinos de La Boca que “se atrevió a ponerse del otro lado, a tener algo para decir y comunicárselo a otros”. Empezaron haciendo teatro en las plazas y fueron copando la calle después de siete años de quedarse adentro. Desde ese momento, trabajan en el barrio “desde un lugar amateur, en el buen sentido de la palabra: somos gente que ama lo que hace”, aclara Bianchi.

Ni ésta ni las otras propuestas del Grupo de Teatro son “para chicos”, la apuesta es por obras para toda la familia que en lugar de vender una canción o una cara de moda (Bianchi encuentra “mucha histeria y estereotipos: todos rubios y bonitos” en algunas opciones teatrales) inviten a los chicos y a los grandes a jugar, a pensar, a imaginar. “El títere potencia el mensaje, porque tiene una llegada al interior que toca una fibra que no puede tocar un actor. Ese es su principal potencial, pero también es una contra –advierte la actriz y directora–. Porque hay quienes porque es un muñequito se quedan ahí y no profundizan ni en el mensaje ni en la técnica.”

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