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Martes, 28 de julio de 2009

DANZA › MERCE CUNNINGHAM (1919-2009)

Un poeta del movimiento

El legendario coreógrafo estadounidense, uno de los más grandes de la danza contemporánea, falleció ayer en Nueva York, a los 90 años.

El coreógrafo estadounidense Merce Cunningham, considerado uno de los más grandes de la danza contemporánea, falleció ayer a los 90 años, en su casa de Nueva York. “Murió en paz en su domicilio, de muerte natural”, indicó su fundación en un comunicado, en el que también sintetizaba el valor del artista: “Merce revolucionó las artes visuales y del escenario, no por ser meramente iconoclasta, sino para alcanzar la belleza y el asombro de explorar nuevas posibilidades”.

Desde una silla de ruedas, el legendario coreógrafo siguió dirigiendo hasta sus últimos días en el West Village su propia compañía, fundada en 1953 como un laboratorio del movimiento, abierto a la innovación y la experimentación. Su última creación, presentada este año y titulada Casi noventa, fue un espectáculo de noventa minutos sobre música de guitarras eléctricas y ruido industrial, compuesta por una banda de rock integrada entre otros por el ex Led Zeppelin, John Paul Jones.

Nacido en 1919 en Centralia, en el estado de Washington, Cunningham estudió ballet en Seattle antes de ser solista en la compañía de la pionera norteamericana de la danza moderna Martha Graham, entre 1939 y 1945. En 1944 se produjo el encuentro que marcaría su vida personal y artística, cuando concretó su primer espectáculo individual con música del compositor John Cage, quien sería su pareja durante casi medio siglo, hasta su muerte en 1992.

Desde la fundación de la compañía de danza que lleva su nombre, Cunningham creó más de 200 coreografías, muchas de las cuales fueron presentadas en giras que lo hicieron famoso en todo el mundo. Considerado un anticonformista que revolucionó la danza moderna, logró mantenerse hasta su muerte a la vanguardia de la danza moderna y las artes de la escena. “Merce vio la belleza en lo cotidiano, y eso es lo que lo hizo extraordinario”, lo describió el director ejecutivo de la Fundación Cunningham, Trevor Carlson. “No dejó que las convenciones le dictaran el rumbo, pero fue un artista genuino, honesto y sincero en todo lo que hizo.”

La originalidad de Cunningham tenía que ver, básicamente, con que su danza no estaba atada a una narrativa, no expresaba explícitamente una situación concreta o un sentimiento, sino que perseguía ante todo la belleza del movimiento puro. “Merce era un anticonformista en el arte y el más amable de los genios”, dijo Judith Fishman, presidenta de su compañía. “Hemos perdido a un gran hombre y a un gran artista, pero celebramos su extraordinaria vida y su arte. Para homenajearlo vamos a compartir y preservar su legado, de tal modo que el público actual y las generaciones de mañana puedan acceder al arte de este artista legendario.”

“Mi idea siempre ha sido explorar el movimiento físico humano”, había dicho Cunningham el mes pasado, al anunciar un “plan de legado viviente” destinado a perpetuar su arte tras su desaparición física. El plan incluye una última gira mundial de dos años de la compañía de danza integrada por catorce bailarines, que será disuelta definitivamente una vez completada la gira. Este particular “plan de legado viviente” busca evitar que la obra de Cunningham corra la misma suerte de la compañía de Martha Graham, sumida en sórdidas batallas legales que opacaron la herencia artística de la coreógrafa tras su muerte, en 1991.

Dotado con ocho millones de dólares, el plan incluye programas de enseñanza y la creación de “cápsulas de danza” audiovisuales en soporte digital, con cada una de las creaciones importantes de Cunningham. Habrá un fondo que quedará exclusivamente a cargo de los derechos de autor y de la preservación del legado del coreógrafo, y facilitará su transmisión a otras compañías de danza y a las generaciones posteriores.

La gira mundial final de la compañía de Cunningham será una última oportunidad para ver representada la obra del coreógrafo, a cargo de los bailarines que él mismo formó. Antes de morir, Cunningham dejó fijado hasta el precio único que costarán las entradas para el espectáculo de despedida en Nueva York: apenas diez dólares.

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Cunningham en 1958. Su última creación, presentada este año y titulada Casi noventa, usó música de guitarras eléctricas y ruido industrial.
 
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