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Jueves, 10 de junio de 2010

DANZA › RECORRIDO POR ESTRENOS RECIENTES EN LA DANZA CONTEMPORáNEA

Una temporada en movimiento

Cariño, 4 sustancias, Venecia sin ti, Objetos, Criollo, Serán otros los ruidos y Linde son sólo algunas de las heterogéneas propuestas que enriquecen la cartelera porteña. Aquí va una guía para no perderse en el laberinto de un género en constante crecimiento.

 Por Alina Mazzaferro

Como todos los años, con la llegada del frío no sólo se multiplican las gripes sino también las propuestas de danza contemporánea. Los grupos que a principios de año iniciaron sus ensayos ya tienen sus productos cocinados y listos para ser servidos en la abultada cartelera teatral porteña. Los recorridos del espectador adepto son casi siempre los mismos, aunque este año hay algunas bifurcaciones novedosas, lo que significa que han aparecido algunos nuevos espacios para la danza contemporánea. Los nombres de los creadores son parte de un repertorio ya conocido en la ciudad: Mayra Bonard, Teresa Duggan, Diana Szeinblum, Ana Garat, Inés Armas, Vivian Luz, Gerardo Litvak, Emanuel Ludueña, Mónica Fracchia, Roxana Grinstein o Gabriela Prado. Jóvenes o no tan jóvenes, todos han tenido en los últimos años una prolífica actividad dentro del género. A ellos se suman unos poquísimos nombres nuevos, de jóvenes que se inician en la tarea de la coreografía.

Un espectador poco adiestrado no sabría por dónde iniciar el recorrido cuando hay una docena de propuestas de danza de lo más heterogéneas dispersas por la ciudad. Lo mejor es empezar por el espacio que ha sido un referente del baile contemporáneo al menos durante el último lustro: el Centro Cultural Rojas (ver direcciones y horarios aparte). Allí puede verse en cartel la recién estrenada Cariño, de Mayra Bonard, una ex miembro de uno de los grupos de danza-teatro que hizo historia a nivel local: El Descueve. Como en los espectáculos de este mítico grupo, la obra de Bonard mezcla el movimiento con la palabra y el canto, el humor con el momento poético. Su modus operandi no ha cambiado: “Mis primeras motivaciones para empezar a armar una obra son las imágenes”, explica. “A partir de ahí improviso, trabajo a partir de intuiciones. Me gusta ir hacia lo desconocido. En esta oportunidad tenía la imagen de una mujer fuerte y carnosa que, con un cierto aire bucólico y en medio de la naturaleza, contaba un cuento a dos hombres bien distintos: uno más angelical y aniñado y el otro más agresivo y masculino.”

Bajo ese planteo inicial –una mujer fuerte y dos hombres, ambos muy buenos bailarines–, Cariño se establece como un juego en el que se prueban todas las posibles relaciones entre los personajes (ella con uno, con el otro, con los dos o inclusive ellos dos solos). Todo es posible cuando el movimiento hace a un lado los pruritos y deja que emerja, en términos de Bonard, “una fuerza primaria, un volcán, sin filtros ni pudores”. La pieza se interroga sobre los roles de género, sacando a relucir los aspectos masculinos de la mujer y el lado femenino de los hombres: “Siempre me interesó trabajar con la sexualidad, inclusive cuando estaba en El Descueve, donde siempre interpretaba personajes fuertes, muy sexuales. Haber elegido a esa actriz tan contundente con su presencia tiene que ver con mi personalidad. Al mismo tiempo, me agrada descubrir lo sensible, lo sutil y lo femenino de los varones. Mi propuesta no baja línea y sin embargo abre un lugar de libertad, subvierte la mirada y plantea preguntas”, asegura la directora.

La segunda parada obligada, luego del Rojas, es un espacio nuevo para el género: el Teatro del Pueblo. Desde que inició este año su ciclo de danza contemporánea, ha tenido buena repercusión. Se trata del Teatro del Pueblo, que en junio y julio presentará, cada jueves, dos obras de Teresa Duggan y Mónica Fracchia respectivamente. Si hay un requisito para ser seleccionado por Ana María Stekelman para este ciclo es sin duda el de ser un coreógrafo que defienda la danza en su estado más puro, sin fusiones ni contaminaciones de otras disciplinas. En esta oportunidad, Duggan presenta 4 sustancias, la pieza que ya había mostrado como work in progress el año pasado durante los festejos de sus veinticinco años con la danza. “Para mí fue un honor que Stekelman me seleccionara”, dice Duggan con la humildad que la caracteriza. “Tengo un abanico de propuestas y elegí un trabajo que me pareció que le iba a interesar porque tiene un formato más puro, lo que es bastante excepcional hoy en día, en que todo el mundo mezcla e incorpora elementos de otras disciplinas.” El dúo de catorce minutos inspirado en ideas humanitarias y de tolerancia que Duggan creó hace varios años fue revisitado una vez más por la coreógrafa, hasta ser convertido en algo nuevo: “Inserté coreografía y música, traduje el texto en inglés con el que veníamos trabajando, elegí palabras sueltas y las sobreimprimí sobre los cuerpos, haciendo que la figura se transformara en fondo”, anticipa.

Mientras Duggan se propuso hacer un tratado danzado sobre la humanidad y no reparó en las diferencias de género, su compañera del ciclo, Mónica Fracchia, hizo todo lo contrario. Venecia sin ti es una bellísima pieza llena de momentos poéticos y gran despliegue coreográfico pensada para danzar las voces operísticas de Les noces, de Stravinsky. Fracchia reconstruyó el ritual del casamiento ruso a su manera y puso a una joven a ser manipulada por un grupo de hombres al momento de iniciarse en el amor. Como siempre, el humor se cuela en la poética de Fracchia. En esta oportunidad hay algunas sorpresas que incluyen un abrupto cambio de tono –se infiltran las lentejuelas, los tacos, el galán de etiqueta, el hit romántico y todo el glamour de la época dorada de Hollywood–, con algunos guiños que hacen recordar a la producción de la fallecida Pina Bausch. En ese momento, el espectador que se preguntaba “¿por qué Venecia sin ti?”, de golpe lo comprende todo y sonríe con complicidad.

El recorrido no podría estar completo sin acudir a las salas que se esparcen por Almagro y la zona del Abasto y que ya tienen una pequeña tradición en danza contemporánea. El espacio que más propuestas ofrece es El Portón de Sánchez, que dirige Roxana Grinstein. Allí pueden verse actualmente tres excelentes piezas: Criollo, de Gerardo Litvak, es un ensayo contemporáneo sobre el repertorio de símbolos nacionales. Objetos, de Inés Armas, indaga acerca de la relación del ser humano con los objetos en la vida cotidiana; así el trapo, el cuchillo, la brocha de maquillaje, el trípode, la escoba, la percha y el elástico se convierten en los disparadores del movimiento. Mientras tanto, la misma Grinstein sigue presentando Al Ras o de nada sirve que corras cuando el incendio va contigo, un trío femenino con mucho trabajo de piso motivado por los condicionamientos de un espacio poblado por bombitas de luz que se van aproximando al suelo, encerrando a las protagonistas. El estreno más reciente de El Portón fue Serán otros los ruidos, de Vivian Luz, tres historias de amor situadas en las décadas del ’40, el ’70 y en algún momento del siglo XXI. Luz hace tiempo que trabaja en danza-teatro y en esta oportunidad ha invitado al director Daniel Marcove y a la dramaturga Laura Ferrari a participar de este proyecto.

Para los amantes de la fusión de disciplinas, un imperdible es Gemma Suns, el espectáculo de Cecilia Hopkins y León Iskovich, inspirado en el cuento de Jorge Luis Borges “Emma Zunz”. El Camarín de las Musas, otro espacio icónico de la escena alternativa, también tiene una propuesta de danza-teatro: se trata de La novia, un solo con dramaturgia e interpretación de Deby Wachtel que fue dirigido por la coreógrafa Gabriela Prado. También en ese centro cultural puede verse el nuevo dúo de Ana Garat, Jujuy, a cargo de dos buenos bailarines (Rosaura García y Emanuel Ludueña). Yendo hacia el Abasto el espectador se encontrará con la reposición de una de las obras más famosas de Diana Szeinblum, al menos después de Secreto y Malibú. Se trata de Alaska, la obra premiada por el Konex en 2007, que visitó en los últimos dos años festivales de Estados Unidos, España y Chile, y que ahora ofrece sus últimas funciones en el Espacio Callejón. Por esa misma zona, en un pequeño pasaje llamado Zelaya, se encuentra El Cubo, un moderno teatro en el que la compañía Pies desnudos, de Laura Roatta, presentará, a partir de este sábado, cuatro únicas funciones de Deliciosas criaturas perfumadas y Quanta Munani, un espectáculo con un aire de tango y con Cecilia Figaredo a la cabeza del elenco.

El recorrido no podría estar completo sin mencionar otro espacio ubicado sobre ese mismo pasaje, inaugurado por la coreógrafa María José Goldín. Se trata de Pata de Ganso, una pequeña sala por la que pasan muchos jóvenes coreógrafos que estrenan sus primeras producciones. Actualmente puede verse Linde, de Andrea Saltiel, una obra en la que el movimiento está inspirado en las reflexiones acerca de la fotografía que realizó Roland Barthes. También allí puede verse Breve deslizamiento, la pieza de danza Butoh de Rhea Volij, referente en el género a nivel local. Un último destino: para quienes quieran extender el tour coreográfico por fuera de los límites de la ciudad porteña, sin duda un imperdible del conurbano es el estreno de Tríada, de Emanuel Ludueña (excelente bailarín y un joven coreógrafo muy prometedor, varias veces convocado por el Rojas), junto a la reposición de Proyecto vacío, de Silvina Linzuain, este sábado en el Banfield Teatro Ensamble.

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Criollo, un ensayo sobre el repertorio de símbolos nacionales.
 
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