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Sábado, 18 de octubre de 2014

DANZA › LA COMPAÑIA DE BRENDA ANGIEL CELEBRA SUS VEINTE AÑOS CON PASO VOLANDO

El continuo desarrollo de la danza aérea

La coreógrafa inventó este tipo de danza, para la que diseña arneses y sogas, y recorre el mundo junto a sus bailarines. Su nuevo espectáculo es una retrospectiva, que estrenó en el espacio que acaba de inaugurar, Aérea Teatro.

 Por Paula Sabatés

Veinte años pasaron desde que, probando formas para armar una coreografía, Brenda Angiel inventó la danza aérea. Y aunque eso de “inventar” a la artista le dé algo de vergüenza, lo cierto es que, desde entonces, la suya es la única compañía en el mundo que realiza esta disciplina de naturaleza tan diferente de la de la danza contemporánea “tradicional”, arte en el que se formó. En sus espectáculos, los intérpretes bailan, pero no sólo en el piso, sino también suspendidos en el aire con sogas y arneses, algunos de los cuales diseñó la misma coreógrafa. Con esa estética recorren el mundo. Y ahora también inauguraron una sala teatral en Buenos Aires, donde celebran sus primeras dos décadas con el espectáculo Pasó volando, que muestra en retrospectiva todo el trabajo de estos años.

“En estos veinte años hubo un crecimiento tanto artístico, de nuestro grupo, como de las posibilidades y condiciones que se nos dan para el trabajo. Pude ir profundizando en el lenguaje de este tipo de danza, y si bien se perdió un poco la frescura y la novedad de los primeros años, se ganó en madurez y en sofisticación”, cuenta a Página/12 la bailarina y coreógrafa, que además fue coordinadora del área de danza del Centro Cultural Rojas y hoy es directora artística del festival Ciudanza. Para ella, la danza aérea propone “una nueva naturaleza coreográfica” e implica “nuevas reglas para componer”. “Es un lenguaje que conlleva una nueva relación con el movimiento, con el espacio, con el otro. Incluye bailar sobre paredes, con sogas elásticas, saltar más alto... volar”, sostiene.

Con el objetivo de ampliar todo ese potencial y poder mostrarlo en Buenos Aires, Angiel inauguró Aérea Teatro, un espacio que reúne las condiciones que necesita el desarrollo de la disciplina y que funcionó los últimos diez años como la primera y única escuela de danza aérea, además de lugar de ensayo de la compañía. Ubicada en Bartolomé Mitre 4272, la sala tiene capacidad para 110 personas y un espacio escénico especialmente diseñado para colgar a los intérpretes. “Hace mucho tiempo que tenía ganas de abrir este teatro. Fundamentalmente por la imposibilidad de encontrar espacios en Buenos Aires que puedan albergar mis espectáculos. También por la necesidad de poder montarlos por temporadas y no sólo por pocas funciones”, explica la coreógrafa.

Para su inauguración, la compañía presentó Pasó volando, un espectáculo que reúne un video documental sobre el recorrido de la compañía con fragmentos en vivo de las primeras obras, piezas de su repertorio actual y material inédito. Esta retrospectiva, que por momentos cuenta con la participación en escena de la misma Angiel y que recibió un subsidio del Instituto para el Fomento de la Actividad de la Danza no Oficial del Ministerio de Cultura porteño, se presentará todos los sábados y domingos de octubre y noviembre a las 20.30. “El espectáculo es el resultado de las diferentes reformulaciones que implicó esta disciplina en relación con el tiempo, el espacio, el orden y la naturaleza de los movimientos como también de la técnica interpretativa. Muestra el camino de una estética muy personal e intuitiva, de la cual el placer visual y el kinético fueron y son partes fundamentales”, dice la directora.

–La obra combina fragmentos de espectáculos actuales con otros que tienen más de quince años. Viéndolos juntos y en retrospectiva, ¿cree que mantuvo una estética?

–Creo que sí. Claro que los materiales que hacemos hoy difieren mucho de los primeros. Por ejemplo, estamos haciendo fragmentos del espectáculo Otras partes, que estrenamos en el ’97 en el Rojas. Hoy lo bailo y no lo siento vigente, porque de ese tiempo a esta parte hice una evolución en el lenguaje. Pero ese trabajo tiene algo en común con el actual, que es que en su momento fue algo nuevo. No es una obra que hoy seguiría bailando, pero tiene el valor de lo que fue en su momento.

–En estos años siempre buscó perfeccionar las herramientas de trabajo que necesitan sus bailarines, tales como arneses o sogas. ¿Qué tiene en cuenta cuando las diseña?

–Que tengan la función de sostener a alguien mientras baila, requisito que no cumplen los arneses tradicionales. Lo que hago es buscar la mayor posibilidad de movimiento, por un lado, y la comodidad, por otro, porque después de un rato de estar colgado, la interacción de la soga con el cuerpo molesta y empieza a doler. Agarré algunos arneses convencionales, por ejemplo, como los que sujetan la cintura de los escaladores, pero los hice más chiquitos, más blandos, con otras cintas. También fui investigando en otras sujeciones para arriba de la espalda. En ese sentido, hago una investigación para cuidar el cuerpo, para que no moleste ni se dañe. Trabajamos con especialistas y vamos adaptando ciertos modelos de arneses existentes a los que necesitamos para esta disciplina.

–Cuando empezó, muchas veces le preguntaron si encontraba vinculación entre su trabajo y el de grupos como De la Guarda o Fuerza Bruta o disciplinas como la acrobacia o el circo. Siempre dijo que no, que lo suyo es danza. ¿Sigue sosteniéndolo?

–Sí. Con esas experiencias solamente compartimos el hecho de usar el espacio aéreo y algunos elementos. Pero yo los tomo por un lado y ellos por otro. Yo hago danza, no quiero hacer otra cosa. Coreografío como si estuviera haciéndolo en el piso, sólo que con una naturaleza distinta. Pero lo mío es danza, los míos son bailarines y yo soy coreógrafa.

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“El espectáculo muestra el camino de una estética muy personal e intuitiva”, afirma Angiel.
Imagen: Guadalupe Lombardo
 
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