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Domingo, 12 de julio de 2015

DANZA › CONJUROS, ESPECTACULO PRESENTADO POR LA COMPAÑIA HYSTERA

El impulso vital del cuerpo

Las seis intérpretes exploran la relación entre sus cuerpos y el deseo a través de movimientos marcados y sentidos. “Nos interesaba explorar la relación del deseo profundo, de cómo hacer para mantenerlo vivo, para que no se congele”, sostiene Soledad Alloni, la directora.

 Por Paula Sabatés

Lo que se ve en escena es una obra de danza. Seis intérpretes piden un deseo y lo hacen carne: bailan por él, lo invocan. Conjuran. Provienen de distintas disciplinas (danza butoh, expresión corporal, danza griega, clásica o contemporánea, etc.), con lo cual la impronta es heterogénea, pero bien interesante. Hay música en vivo y proyecciones audiovisuales. Hay escenas. Hay “dramaturgia” de lo danzado. Hay todo lo que hay en un espectáculo, a fin de cuentas. Pero Conjuros –domingos a las 18.30 en El Extranjero, Valentín Gómez 3378– es más que eso. Es una investigación filosófica de mucha profundidad que un grupo de mujeres desarrolló para pensarse a sí mismas, para pensar a su género.

Soledad Alloni y María Mercedes Giancarelli, directora e intérprete, respectivamente, del espectáculo, cuentan que Conjuros nació cuando un grupo de mujeres que venían investigando individualmente sobre diversos temas decidieron unirse y hacer algo con todo ese material. Alloni, quien luego de una consensuada división de tareas se convirtió en la directora de la obra y de la compañía que nació con ella, Hystera, aportó entonces una idea: reflejar en la obra el pensamiento de la autora española Casilda Rodrigañez Bustos, especialista en la maternidad y otros temas vinculados con la mujer, y relacionar su universo con una realidad muy puntual: el trabajo de las mujeres mayas del Taller Leñateros de los Altos de Chiapas, en México, a quienes la directora conoció durante un viaje, y de las que las bailarinas tomaron la acción de “conjurar”, algo muy frecuente en ese grupo de trabajadoras.

Así, con ese ambicioso objetivo nació Conjuros, que si bien no tiene texto y es sólo danzado, refleja en los movimientos de las intérpretes algunas de esas ideas iniciales. Por ejemplo, Ada Benedicto, Agustina Vulcano, Carolina Rubin, Julia Biscayart, Rocío Vissani y Giancarelli, que son quienes están en escena, se paran y actúan como “sujetos deseantes”, es decir, como mujeres que sacan el impulso vital y el movimiento del centro del cuerpo, del vientre, demostrando de donde sale la fuerza del género femenino. Por otro lado, exploran la relación entre sus cuerpos y el deseo a través de movimientos marcados pero sobre todo profundamente sentidos.

“Nos interesaba explorar la relación del deseo profundo, de cómo hacer para mantenerlo vivo, para que no se congele. Somos mujeres deseantes y no queremos seguir perdiendo eso, que es lo que viene pasando desde el pasaje de las sociedades matrifocales al patriarcado”, sentencia Alloni. Y Giancarelli agrega: “Queríamos resaltar nuestros impulsos, nuestra fuerza, y queríamos hacerlo bailando, que es lo que nos une a todas y lo que nos conmueve”.

–¿Qué sería “conjurar” para ustedes?

Soledad Alloni: –Si te ponés a averiguar, la definición de conjuro tiene múltiples acepciones. Las más comunes son ruego encarecido o maleficio. Nosotras lo tomamos como la acción de pedir un deseo y lo reflejamos a través de imágenes poéticas. Si alguien ve la obra se da cuenta de que en nosotras conjurar no tiene un solo significado. Es algo más grande, un ritual que te invita a movilizarte.

María Mercedes Giancarelli: –También descubrimos que el conjuro puede ser urbano y no solamente algo relacionado con la brujería. Nosotras estamos conjurando en la Ciudad de Buenos Aires. Pedimos un deseo y lo amasamos, lo cocinamos, a través de nuestros cuerpos, que están atravesados por nuestras vidas cotidianas y no tienen nada que ver con lo chamánico.

–Si para construir los conjuros de la obra se valieron de sus propios deseos, ¿se puede hablar de personajes o simplemente son ustedes bailando con sus subjetividades?

M. M. G.: –Hay de las dos cosas. Por un lado sé que bailo algo que salió de mí, entonces no puedo separarme de mí misma en ese sentido, porque me identifico con mi persona. Al mismo tiempo soy parte de la representación y por momentos estoy más a disposición de las otras intérpretes. Por eso es como entrar y salir de uno, todo el tiempo. Es un ejercicio bien interesante el que nos plantea esta obra.

S. A.: –No hay construcción de personajes psicológicos ni mucho menos, como sucede en otras obras que cuentan más una historia. Acá, si hay una historia, para mí surge desde lo que cada una es y propone desde sus movimientos. Son los impulsos vitales los que narran el cuento.

–¿Cómo combinaron la acción de conjurar con el pensamiento de Rodrigañez Bustos?

S. A.: –Conjurando desde el vientre. Cuando cada una tuvo que trabajar su conjuro nos propusimos que la fuerza saliera de ahí, del centro del cuerpo. Investigamos mucho sobre los úteros, intentando escaparle al útero pasivo, algo de lo que habla mucho la autora. Ella dice que con las sociedades patriarcales el deseo sexual en la mujer pasó a ser considerado deshonesto y que eso la empezó a distanciar de su propio cuerpo, por eso empieza a andar tiesa como un palo y se va educando el movimiento del cuerpo con el objetivo de paralizar todo lo que se pueda los músculos pélvicos y los uterinos. Nosotras, mediante el conjuro, trabajamos sobre la posibilidad de que el útero pulse, que sea de él que salga nuestro movimiento. Por eso si bien no hay texto creemos que el público puede ver esa reflexión, puede ver que hablamos de fecundar, de parir, del deseo, todo a partir del útero, que es nuestro centro de acción.

–¿Coinciden con la autora en esa visión sobre la mujer y la represión de su deseo?

S. A.: –Sí, por eso recomiendo leerla, porque en lo personal me despertó una conciencia de mi vida, de mi pasado, de mis vínculos familiares. Me ayudó a pensar qué pasó con la mujer en todos estos años de historia. No digo que haya que volver a las sociedades matrifocales, pero sí tener claro que es el orden falocrático el que domina esta sociedad. Tener conciencia y a partir de eso pensar en nuestros linajes, para también decidir el futuro de nuestras mujeres por venir. Hay terrenos ganados pero sigue habiendo un montón de lugares de sometimiento y eso es algo en lo que no tenemos que dejar de pensar.

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Conjuros va los domingos a las 18.30 en la sala El Extranjero.
 
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