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Martes, 30 de octubre de 2012

CULTURA › SOBRE LAS JORNADAS MACEDONIO FERNáNDEZ EN LA BIBLIOTECA

“El escribía pensando en el porvenir, en un lector futuro”

La frase de Mariano Damiani, uno de los participantes, sirve como adecuado resumen para una figura literaria que marcó nuevos rumbos en las letras argentinas y sigue interpelando en el presente. La apertura, hoy a las 15, estará a cargo de Ricardo Piglia.

 Por Silvina Friera

El preámbulo de la muerte es envejecer. Macedonio Fernández –“semidiós acriollado” en palabras de Borges, su máximo “plagiador”– murió hace 60 años, pero su obra está inmunizada contra las arrugas prematuras que suele trazar el tiempo en las páginas impresas. Es extraño que el fervor de un puñado de lectores se herede si no hay un cuerpo y una lengua que resplandecen, más allá de la “cariñosa mitología”, en su empeño por poner en entredicho andamios del pensamiento que se agotan en la mera coyuntura. La trascendencia literaria resulta excepcional. “Todo se ha escrito, todo se ha dicho, todo se ha hecho, oyó Dios que le decían y aún no había creado el mundo, todavía no había nada”, se lee en Museo de la Novela de la Eterna. “Una frase de música de pueblo me cantó una rumana y luego la he hallado diez veces en distintas obras y autores de los últimos cuatrocientos años. Es indudable que las cosas no comienzan cuando se las inventa. O el mundo fue inventado antiguo.” Continuando al pie de la letra las ironías que sembraba como una tempestad, sus “infatigables remiendos” y el zurcido de múltiples pasajes de su prosa novelística, Macedonio sabía que le aguardaba una “personalísima inmortalidad compensatoria”. Este narrador del porvenir será objeto de unas jornadas que inaugurará Ricardo Piglia, hoy a las 15, en la Biblioteca Nacional. Durante dos días, escritores, críticos y especialistas como Luis Chitarroni, Noé Jitrik, Roberto Ferro, Ana María Camblong, Jorge Monteleone, Germán García y Marcelo Damiani, entre otros, aportarán nuevas lecturas y miradas sobre una obra siempre viva.

El gaucho desacatado

Ana María Camblong distingue la lucidez con que Macedonio plantea las características del lector y la lectura. “Su concepción dialógica del discurso pone al lector en escena y señala a cada paso diferentes aspectos de esta compleja relación, y sus injerencias en los procesos de escritura”, subraya la especialista en la obra del autor de Papeles de Recienvenido. Camblong hurgará en la intimidad de un “pensamiento desacatado” durante su intervención en las jornadas Macedonio Fernández, organizadas conjuntamente por el Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, la Biblioteca Nacional y el Malba. “Utilizo esta calificación en un sentido estricto, en tanto falta de reverencia y respeto a los valores consagrados y falta de obediencia a las normas y al orden en general”, aclara la autora de Ensayos macedonianos. “Pero al mismo tiempo alude a una memoria criolla que flota imprecisa pero consistente en la figura típica del “gaucho desacatado”, anárquico y rebelde. Esta resonancia del imaginario criollo se resuelve en Macedonio de manera singular, dado que su irreverencia cortés y serena, propia del porteño patricio, adopta formas que abominan de la violencia y la altanería, a través de su proverbial humor socarrón, de su conversación ingeniosa y de su pensar-escribiendo, siempre desafiando las reglas de cohesión y coherencia, y los valores del proyecto moderno centrado en el orden y el progreso”.

Roberto Ferro, escritor y crítico, le atrae la obra de Macedonio por “la fuerte entropía” que produce su escritura. “Las significaciones que irradian sus textos conmueven certezas y provocan suspensiones de muchas de las ratificaciones centrales que constituyen los modos distintivos con que se suelen pensar los procesos de producción de sentido en la literatura argentina contemporánea. La más visible de esas certezas es el reconocimiento canónico de la figura de Borges como centro de un capital simbólico sin fisuras, que lo constituye en una figura relevante y única. Una mirada crítica detenida sobre los aspectos más notables de la poética de Macedonio permite trastornar esa centralidad y conduce a pensar a Borges como parte de un proceso que excede su trayectoria individual y que no lo tiene como eje privilegiado”, postula Ferro. ¿Cómo condicionó el autor de Historia universal de la infamia, que decía que imitaba a Macedonio “hasta el apasionado y devoto plagio”, las lecturas futuras sobre el corpus macedoniano? Ferro propone que hay en Borges un doble movimiento. “Por una parte, pone el énfasis en la voz de Macedonio y acentúa los dos componentes esenciales: la caducidad y la dependencia de una memoria viva que los retenga. En las palabras que Borges dice durante el sepelio de Macedonio reitera esa concepción y establece una íntima relación entre muerte y oralidad. Lo que significa un modo de operar para desplazar el valor de la escritura macedoniana a la oralidad y la pérdida irremediable que ello supone. Pero por otra, cuando en 1965 Borges escribe una introducción a la obra de Leopoldo Lugones, afirma que no hay generación literaria que no elija entre dos o tres precursores y que la suya eligió entre dos. Uno, dice, fue el indiscutible y genial Macedonio, que no sufrió de otros imitadores que el propio Borges; mientras que el Güiraldes de El cencerro de cristal se inclinó por la influencia de Lugones. Esa afirmación se transformará en el corazón maldito de un relato que recoge la versión de un modo de imaginar el curso que siguió la historia de la literatura argentina o, mejor dicho, la figuración del momento en que se resuelve una encrucijada decisiva del curso de esa historia. Es un relato que, con matices diversos, transita innumerables transcripciones que lo diseminan por los más recónditos márgenes del canon literario, pero que de una u otra manera siempre convergen en un punto de encuentro que asumo como propio: ‘Macedonio nos salvó de Lugones’.”

Metalengua del poema

El ejercicio poético de Macedonio no se reduce a la breve compilación de sus poemas, publicados por Natalicio González en una edición mexicana, en 1953. “También fue un teórico de la poesía, que sería uno de los tres géneros puros del arte verdadero, al cual llamaba ‘Belarte’”, afirma Jorge Monteleone. “Macedonio nació, como Lugones, en junio de 1874 y debió ser un modernista pero, en cambio, fue un adelantado. Su metafísica funcionó como una metalengua del poema de vanguardia y, por esa razón, los vanguardistas argentinos –y Borges en particular– lo reconocieron en los años ’20 como un precursor. Sin embargo, en su lírica los presupuestos de la vanguardia llegaron más lejos”, pondera el escritor, crítico y docente. “El sujeto no se escinde ni multiplica ni corteja la impersonalidad: es ‘ayoico’. El centro temático de su poesía gravita sobre el poema escrito luego de la muerte de su esposa en 1920: ‘Elena Bellamuerte’, que será la Eterna, Dulce-Persona o Persona Máxima. En esa transfiguración, la poesía de Macedonio resuelve como falacia existencial la separación de los amantes por la muerte y la transforma en una ‘poemática del pensar’: allí no hay sujeto, ni experiencia, ni espacio ni tiempo, sino una lengua que dice y constata la contingencia falaz de la amada oculta por la muerte, tal como el día oculta la luna, ‘astro de luz segunda’. Las sensaciones son reemplazadas por complejos de nociones; a la imagen se prefiere el ritmo del discurrir con una sintaxis que crea una extraña música asordinada. La ‘poesía del pensar’ de Macedonio inaugura la gran tradición de la poesía conceptual argentina, pero a la vez parece salida de la nada, recienvenida en su pura novedad, singularísima, puramente discontinua.”

Lectores de vanguardia

“El modo en que Macedonio pensó acerca de la literatura y sus entornos, su estilo personal para inscribirse en los diversos ámbitos intelectuales en los que participó, los tonos que eligió para caracterizar las cuestiones más importantes de su existencia, como la ironía y el humor, que lo habilitaron para desmontar los estereotipos que modelaban los imaginarios compartidos, la construcción de una poética centrada en la producción más que en la difusión de los textos, esos rasgos constituyen el gesto macedoniano. Ese gesto atestigua su irreductible presencia, que aparece con menor o mayor fuerza cada vez que un lector se arriesga al desafío de sus textos”, destaca Ferro. “Dice Piglia, un agudo lector de la obra de Macedonio, que la cuestión más acuciante en el presente de la literatura no es que haya escritores de vanguardia sino que sean posibles los lectores de vanguardia. Y agrega que la obra macedoniana nos obliga a ser lectores de vanguardia.” Ferro recuerda que Roberto Bolaño subraya “enfáticamente” en El gaucho insufrible “la convicción de que, a pesar de todo, en el próximo siglo, alguien leerá en las cuevas a los grandes escritores, reiterando entre otros a Macedonio con la misma insistencia, apuntando hacia un futuro como punto de fuga en el que no prevé límite ni clausura”. En la perspectiva de la historia literaria, Macedonio sigue siendo una fuente notable de reverberaciones y resonancias. “Piglia y Bolaño exhiben desaforadamente esa poética de lectores de vanguardia. Es posible señalar la obra de Héctor Libertella como un espacio en el que se despliegan y profundizan algunos de los rasgos de la poética macedoniana”, añade Ferro.

Marcelo Damiani dice que Macedonio “escribía pensando en el porvenir, en un lector futuro, para nada inmediato y a contrapelo de cualquier tipo de imposición social”. “Hoy en día me parece que es al revés: casi todos escriben demasiado preocupados por el presente o el pasado, hecho que explica el éxito de la crónica y la novela histórica. Macedonio, por contraste, pone en evidencia el síntoma o malestar de la época que nos ha tocado vivir: la sobre-adaptación. Es probable que alguien haya logrado romper este ‘miedo al rechazo’, pero como la crítica y el mercado también lo padecen –es decir que se prefiere seguir buscando herederos o avalando fórmulas y tendencias antes que pensar en términos de singularidad–, seguramente el nombre del afortunado permanecerá en secreto por un buen tiempo más.”

* Se puede consultar la programación completa de las jornadas en www.bn.gov.ar y en www.malba.org.ar

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Piglia plantea que la cuestión más acuciante no es que haya escritores sino lectores de vanguardia y que Macedonio genera esos lectores.
Imagen: Pablo Piovano
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